La obsesión por el 2012 puede acabar con más de algún candidato. En medio de un país con altos niveles de pobreza, nuevas generaciones de narcotraficantes cada vez más preparadas y más violentas, el deterioro de la política y confrontaciones internas cargadas de filtraciones, resulta fuera de lugar la obsesión. Ninguno de los y la que se asoman, nos va a resolver el problema. Lo que harán en caso de llegar es echar a andar una maquinaria propagandística con duración de seis años, como históricamente se ha hecho. Son “dueños” del país durante un sexenio para, después, pasar al olvido y, en muy pocos casos, ser recordados.
No hay en este momento capacidad de maniobra. No hay para donde hacerse porque las soluciones requieren de grandes pactos y grandes acuerdos, los cuales nadie está dispuesto a convocar y menos a cumplir. En más de cuatro años y medio, Felipe Calderón no ha logrado establecer acuerdos nacionales que al menos tengan la virtud de reunir a los principales actores políticos empresariales y sociales. Han sido años de confrontación en diversas áreas.
La elección del 2006 nunca logró poner de acuerdo al gobierno y a quien fue su verdadera competencia, la cual se sigue sintiendo con razón agraviado. Los “derrotados” se han dedicado a evidenciar al gobierno de Calderón bajo cualquier pretexto. El origen de que no haya habido avance está en que el PAN, Fox y Calderón no aceptaron espacios para que los resultados de la elección generarán certezas, a lo que se suma el empecinamiento de AMLO.
López Obrador se ha movido en este tiempo en la búsqueda del deterioro del gobierno. Se ha movido sin importarle las consecuencias de la distancia que ha tomado con su partido, -en este momento no se sabe si está de licencia en el PRD o no-; AMLO se ha dedicado al mismo tiempo a ser candidato a lo largo de más de 8 años.
La obsesión por el 2012 no genera esperanzas. Los “suspirantes” juegan a ofrecer lo que otros ya han perdido y otros terminarán perdiendo. No parece que el futuro vaya a ser diferente. Hay algo que el gobierno y la clase política debe tomar en cuenta: se han incubado actitudes y miradas en el país sobre lo que vivimos que todavía no se aprecian a plenitud. Tarde o temprano tendrán que aparecer y quizá sea como ha pasado en otros países recientemente. Aunque dicen que lo viven como cualquier otro ciudadano, los políticos siguen sin entender lo que pasa. Llevamos ya un buen tiempo en medio de una situación que se ve en muchos países, en algunos mucho más aguda, en que los gobiernos mandan sin representar auténticamente a las sociedades, aunque lo hagan de facto.
Javier Sicilia, al que ahora los políticamente correctos lo increpan desde el púlpito, ha sido una de las caras que ha venido a refrescar a la sociedad. Se molestan porque pide sentarse con el Ejército, como si no fuera precisamente el tema de las Fuerzas Armadas uno de nuestros grandes asuntos debido al uso que de ellas se ha hecho desde el poder político.
Los gobiernos se están haciendo pequeños por diversas razones, entre las cuales está su deterioro como instituciones y la poca representatividad. Lo que viene será inédito. Más vale que los que colocan al PRI en Los Pinos se esperen, porque el futuro será inédito. Los problemas se le terminarán revirtiendo a la clase política. En la sociedad se va incubando algo que todavía no se ve pero se intuye, mientras los gobiernos y los partidos se congelan y estancan. Quién sabe que viene desde la sociedad, pero ahí viene; es cuestión de tiempo y una dosis de decisión.