#ANUARIO2017 | En octubre de este año, Emilio Azcárraga Jean le puso fin a su propio drama, el que vivió detrás de cámaras y muy aparte del público al que intentó darle historias de amor con final feliz a toda costa. El acceso a Internet trajo una nueva manera de ver contenidos y la empresa que dirigió durante 20 años perdió la audiencia de los jóvenes y en consecuencia, a los anunciantes.
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Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).– En 2012, Emilio Azcárraga Jean, entonces Director de Grupo Televisa, reafirmó su creencia en la telenovela como el género más rentable en contenidos televisivos. Habló en Cannes, en la Mipcomm: “Mi abuelo, quien fundó esta empresa, siempre me dijo que una buena historia es capaz de encantar al mundo […] Nuestro éxito mundial empieza con drama y emociones fuertes. Televisa ha creado las mejores y más memorables telenovelas en todos los rincones del globo, alrededor de 56 países, dobladas o subtituladas, y a la gente le encantan. En México, América Latina, Rumania, Filipinas, en todos lados, devoran nuestras historias de amor”.
Dos años antes, Televisa había contado en sus pantallas un relato de amor de la realidad: la boda religiosa en la catedral de Toluca entre el entonces Gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y la actriz Angélica Rivera Hurtado. Y el final feliz parecía de verdad. Dos años después de su enlace, Peña Nieto se convertiría en Presidente de México y llevaría a vivir a Los Pinos, la casa del poder, a su esposa y los seis hijos que tuvieron entre los dos en matrimonios anteriores.
Faltaría apenas un año para que empezara a escribirse la historia del fracaso, la de la telenovela que ya no cupo en el espectro del entretenimiento por la llegada de los medios digitales y con ello, el retiro de muchos anunciantes de Televisa. Y en paralelo, la fórmula del binomio político-actriz que llevado a la pantalla era una fórmula para afianzar la aceptación del Gobierno.
Cinco años después de su discurso en la Mipcomm, Azcárraga Jean renunció a al Dirección General de Televisa. La empresa de contenidos enfrentaba la peor crisis económica y financiera frente a las plataformas on line. Pocas horas antes de su renuncia, Televisa cedió ante Univisión la dirección de los contenidos audiovisuales.
Ese mes, el Gobierno peñanietista promedió 20 por ciento de aprobación, de las cifras más bajas desde que en 1994 empezó a medirse a través de encuestas este indicador.
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En 2011, la expectación viró y se transformó en protesta. No sólo en contra del Gobierno federal que, encarnado en el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa, dejaba un saldo de miles de muertos y desaparecidos después de cinco años de una batalla sistemática en contra de grupos del crimen organizado. Las campañas electorales arrancaron y con ellas, un nuevo movimiento, el #Yosoy132.
El #Yosoy132 se inició en la Universidad Iberoamericana, cuando el candidato del Partido Revolucionario Institucional se presentó para dar una conferencia. Los estudiantes le impidieron entrar con el reclamo de los acontecimientos de Atenco, cuando en 2006 -él era Gobernador del Estado de México- elementos policiacos cometieron detenciones ilegales y violaciones sexuales. Pero también protestaban en contra de que Televisa impusiera un candidato. Las consignas eran “Televisa te idiotiza”, “Televisa, fábrica de mentiras”, “No al imperio Televisa. Apaga la televisión”.
Por esos días, el comediante Eugenio Derbez se casó con la cantante Alesandra Rosaldo. Asistieron al Templo de Regina, en el Centro Histórico. La transmisión fue empañada por los gritos. Era claro que el final feliz ya no lo era. Una gran diferencia con la boda de Lucero que se efectuó también en el Centro.
Pese a que en las calles lo rechazaban, el candidato priista Enrique Peña Nieto ganó las elecciones y el 1 de diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto tomó posesión rodeado de las manifestaciones más violentas de la Historia moderna. Esa noche hubo unos 100 adultos y 11 adolescentes detenidos. Televisa transmitía “Muchacha italiana viene a casarse”, “Que te perdone Dios”, “Amores con trampa”, “En la misma piel” y “Caminos de Guanajuato”, todas historias de éxitos probados en los 70 y 80. Ninguna logró cautivar a la audiencia y fueron sacadas del aire en poco tiempo.
El Gobierno federal arrancó con su campaña “Mover a México”. “¿Qué nos mueve? Nos mueve el amor por México …” “¿Sí se puede o no se puede?” fueron sus frases de inicio, diseminadas en dos spots que costaron 10 millones de pesos a pesar de que el Gobierno contaba con tiempos oficiales en Radio y Televisión. Y así, Televisa empezó a ganar contratos que para 2017 sumaron 6 mil 190 millones de pesos, una cifra récord en la Historia de los mensajes gubernamentales y que representa el 17.07 por ciento del pastel. A la vez, Televisa se convirtió en el más beneficiado por parte de anuncios de la Secretaría de Salud (SSA), la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la Secretaría de a Educación Pública (SEP).
Y todo marchaba con cierta normalidad cuando, en 2014, 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecieron mientras pedían dinero para asistir a la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México. Después de ese fatídico evento, al Presidente se le descubrió la posesión de una mansión en la Lomas de Chapultepec. Él sostuvo que la había comprado su esposa, Angélica Rivera, mediante un crédito con facilidades otorgado por un contratista del Gobierno, Juan Armando Hinojosa Cantú.
Quien salió a dar explicaciones fue ella, Angélica Rivera Hurtado. A través de un video, sostuvo que la casa era propiedad suya. Pero sus dichos volvieron más suspicaz a la audiencia respecto al Gobierno federal porque omitió el desglose de sus ingresos y su declaración de impuestos ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). Si la aceptación del Presidente era de 39 por ciento, la de ella era de 30, según todas las encuestas.
Pocos meses después, Televisa transmitió en horario estelar –el de las 21:25 horas– la telenovela “Lo imperdonable”, cuyo argumento fue escrito por Caridad Bravo Adams en 1952 para cine. Es una mezcla de tres historias de la misma autora: La Mentira, Tzintzuntzan y Lo Imperdonable. En diferentes versiones, Televisa había producido esta historia otras tres veces. La primera fue en 1965, bajo la producción de Ernesto Alonso; luego en 1998, por Carlos Sotomayor; después bajo el nombre de “Cuando me enamoro” en 2010, bajo la producción de Carlos Moreno Laguillo. La trama tuvo que ser modificada porque el nivel de audiencia no remontaba los 18.5 puntos cuando se requerían 30.
En 2015 llegó el apagón analógico que significó una transición a la señal digital en todas las televisoras. El Gobierno regaló televisiones, pero –como suele ocurrir– no se llegó a los sectores marginados. Ese año, según cifras de Securities Exchange Comission, los espectadores de Televisa disminuyeron hasta en 20 millones de espectadores. La venta de publicidad también se cayó. Si en 2014, la entrada por ese concepto era de 25 mil 466 millones de pesos, en 2015, esa cifra pasó a 23 mil 29 millones de pesos.
La crudeza llegó en 2016. Ese año, según los reportes de la Bolsa Mexicana de Valores, Televisa lo cerró como el menos rentable en una década. Se cancelaron contratos, se puso fin a programas emblemáticos como “En Familia con Chabelo” y se les retiró la exclusividad a varios actores. Además, fueron despedidos conductores de noticiarios con más de veinte años en la empresa y que se habían convertido en los rostros más identificados por el público para dar las noticias.
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La noche del 15 de septiembre de 2013, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto dio el primer Grito de Independencia y la primera señal de que su romance no se atenía a la fórmula de la pareja feliz. El Palacio Nacional, la estructura que a partir de 1523 Hernán Cortés usó como fuerte y luego, el espacio que durante dos siglos y medio alojó a los virreyes; donde Benito Juárez murió en 1872, se iba a convertir en el escenario de la primera gran prueba de fuego de la pareja Peña-Rivera frente a su público.
La ceremonia fue tan breve que ni siquiera alcanzó un minuto. El Presidente le gritó vivas a los héroes de la Independencia. En las calles cercanas al balcón presidencial, permanecían estacionados unos 50 camiones con placas de Cuautitlán Izcalli, Nicolás Romero y otros municipios del Estado de México, además de Tepeji del Río, Hidalgo, donde gobierna el PRI. Las imágenes de los autobuses en las redes sociales integraron el argumento para indicar que a la fiesta de Independencia habrían asistido “acarreados”. Pese a esos hombres y mujeres que llegaron bajo pago para gritarle vivas al Presidente y su familia, un sonido de rechifla y abucheo logró empañarlo todo.
De acuerdo con Alfredo Paredes Zamora, director de Capitol Consoulting y autor del estudio “Fundamentos Antropológicos del Liderazgo Político”, en esa ocasión, el lenguaje corporal de la pareja delató más lejanía que complicidad, más distancia que enamoramiento.
“Es posible leer un abrazo. Es posible interpretar si el cuerpo reacciona al estímulo del otro cuerpo. Aquella noche, la pareja quedó desprovista de un ingrediente: la pasión. Y entonces, se empezó a mandar el mensaje que la fórmula (la de la historia feliz) no era adecuada”, comenta.
En política, la formación de la pareja alfa –la unión de un hombre poderoso con una mujer poderosa– está diseñada para cautivar de principio a fin a las audiencias. Para que todo salga bien deben mezclarse una dosis de verdad y otra de fantasía. Los “alfa” deben conquistar a los ciudadanos que los admirarán desde afuera, desde muy afuera, desde la remota distancia del papel satinado de las revistas y la pantalla de televisión.
“Una vez que se arma esta pareja, lo que menos puede fallar es la actuación”, expresa Armando Cuspinera, productor de televisión cuya experiencia se inició en 1958 en el Canal Once donde dirigió el programa “Tertulias Dramáticas”.
Los meses pasaron. Y Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera reaparecieron en las páginas de la revista ¡Hola!. Habían viajado al Reino Unido y no escatimaron en su arreglo personal. “Para la ceremonia de bienvenida, (organizada por la Reina Isabel); Angélica Rivera hizo un guiño a la moda británica y lució un favorecedor vestido-abrigo blanco, de Alexander McQueen, una de las firmas favoritas de la Duquesa de Cambridge”, se encuentra en la página tres, al abrir el primer pliego de la publicación. Si el foco se concentra sólo en el Valentino que portó en la cena que les ofrecieron en el Palacio de Buckingham, el costo que resulta es de 3 mil 300 dólares. Cuando se amplía a todos los actos protocolarios, el cálculo da 7 mil 800 dólares, según las páginas de moda que reproducen costos de ropa y accesorios de firma.
No sólo la Primera Dama de México se vistió de gala para asistir a actos en Reino Unido. Lo hizo también Sofía Castro, su primogénita. Se retrató enfundada en un Dolce & Gabbana de 7 mil 275 dólares en las calles de Londres en imágenes que le dieron la vuelta a las redes sociales. Habían transcurrido apenas días de la visita a Londres, cuando imágenes de Angélica Rivera Hurtado en un recorrido en un centro comercial de Beverly Hills de Los Ángeles, California, fueron dadas a conocer por el programa de espectáculos “Suelta la Sopa” de la cadena Telemundo, asentada en Miami.
El 24 de abril, la página de la Presidencia de la República amaneció sin la ficha biográfica de Angélica Rivera Hurtado que hasta ese momento había permanecido al lado derecho de la del Presidente Enrique Peña Nieto. En su lugar, quedó una explicación de que el inicio de las campañas federales 2015 imponen restricciones electorales y el sitio sería modificado de manera temporal.
Pero Alfredo Paredes Zamora, mercadólogo político, expone respecto a ese hecho: “Si no se cumple con el rol de fortalecer y apoyar, viene el declive de percepción social. La pareja alfa ya no llena las expectativas para las que fue contratada y se prefiere sacarla de la escena. En política, lo que no suma, resta. Eso sucedió: la inversión no rindió frutos. No estuvo a la altura de lo requerido. No generó los aplausos ni la simpatía para que un Presidente se hiciera popular, accesible a las masas, sensible, humano, cercano, triunfador. Hubo bonitas fotos para ¡Hola! y malas notas para la prensa crítica. Hubo buena pose, poca esencia; el brillo de la muñeca nueva que se perdió en un caja del armario”.
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El 16 de abril de 1997, Emilio Azcárraga Jean, con 29 años, asumió la dirección de Televisa. Unas horas antes, su padre había muerto. Era el único varón de cuatros hijos del tercer matrimonio de Emilio Azcárraga Milmo con Nadine Jean y siempre había dicho que dirigir la televisora era lo que menos deseaba para su vida. Aquel día, su expertisse se basaba en cursos de la carrera de Relaciones Industriales en la Universidad Iberoamericana y una Licenciatura en Marketing en el Ipade. Nada más.
Pero a 35 días de su llegada a la Dirección del consorcio se presentó en Wall Street como una sorpresa. Mostró su plan 2000 con el que, según las crónicas, cautivó. El siglo cambió y durante los primeros años desde la pantalla, se impuso su impronta, una fórmula que durante un tiempo le resultó infalible: el relato de antiguas historias de amor con final feliz. La misma que había tenido su abuelo, Milmo, “El Tigre” Azcárraga, pero en los 50 cuando la audiencia mexicana se plegó a la telenovela “Gutierritos”.
Ahí estaba Emilio Azcárraga Jean, el personaje a quien el politólogo Lorenzo Meyer describió como “El Príncipe idiota que resultó no ser tan idiota”. El hombre que en menos de una década había logrado un poderío sin precedentes. Ni su abuelo ni su padre lo tuvieron. Televisa llegó a operar cuatro canales de televisión abierta, producir 24 marcas de televisión de paga en México y el mundo, tener una participación mayoritaria en Sky; adueñar Cablevisión y Megacable, tener participación en W Radio y colaborar con Grupo Prisa, poseer el club de futbol Las Águilas del América, administrar decenas de revistas, contar con una participación importante en Ocesa y una participación accionaria de Grupo Iusacell. En Estados Unidos, era dueña del 38 por ciento de Univisión.
Esa era Televisa antes de que en 2011, el Gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, decidiera postularse a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional (PRI).