Una conversación emotiva sirvió para recordar al periodista, asesinado en mayo de este año. La exigencia es la misma desde entonces: esclarecer su muerte
Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).- A manera de in memoriam, colegas periodistas y familiares de Javier Valdez Cárdenas se reunieron en el marco de la 31 Feria Internacional del Libro de Guadalajara para conversar sobre la vida, obra y muerte de este comunicador mexicano, quien fue asesinado el 15 de mayo de 2017.
El homenaje contó con la participación de César Ramos, amigo cercano de Valdez, quien se encargó de escribir el prólogo de Periodismo escrito con sangre, una antología que reúne distintos textos escritos por Valdez Cárdenas sobre el narcotráfico. Además participaron Griselda Triana viuda de Valdez, y Diego Enrique Osorno, también colega del periodista.
“Hay que recordar a Javier Valdez Cárdenas por su trabajo”. Así comenzó esta remembranza a cargo de César Ramos, un acto de reconocimiento en el que sobresalió la consigna de su viuda, Griselda Triana: “La exigencia de justicia es que el crimen de Javier sea esclarecido. Ningún periodista debe ser asesinado en este país por decir la verdad”.
Diego Enrique Osorno habló sobre la obra de Valdez Cárdenas: “Se trata de un trabajo vasto. Javier comenzó a escribir desde antes de que se pusiera de moda la narcocultura”. Osorno recordó que conoció a Valdez Cárdenas en 2007. “Fui a Culiacán (ciudad donde vivió y fue asesinado el periodista) con la desconfianza de poder reportear, pero pronto sentí a Javier como un amigo”.
Osorno continuó el homenaje leyendo algunos textos incluidos en Periodismo escrito con sangre, entre ellos, “El Señor es mi pastor”, que originalmente fue publicado en el libro Los morros del narco. “Hay que decir con indignación que la muerte de Javier ha provocado más el silencio en Sinaloa”, señaló Osorno. Agregó que el asesinato de Valdez Cárdenas ha detonado un proceso para que los periodistas defiendan su trabajo.
Griselda Triana recordó a Valdez Cárdenas desde la familia: “Javier sufría con cada historia que escribía. Pero también llegaba una celebración cuando teníamos en nuestras manos los libros, que significaban un nuevo hijo”. Triana dijo que Valdez Cárdenas era un hombre muy divertido, “una persona fácil de querer”.
Al tomar de nueva cuenta la palabra, César Ramos mencionó: “Javier fue un periodista apasionado de su trabajo, un periodista que conoció el mal, pero que rescataba el lado más profundo de las personas”. Por su parte, Diego Enrique Osorno añadió: “Javier contaba historias delirantes porque estaba convencido de mostrar la realidad. Tenía que contar la violencia brutal, pero también se desdoblaba en la violencia cultural, pero nunca se regodeaba por tener que hacerlo”.
Casi para concluir este recuerdo a Javier Valdez Cárdenas, Osorno comentó: “Debemos leer la obra de Javier para entender la barbarie que está empañando la democracia en México”. César Ramos se despidió con una frase tributo al periodista asesinado: “Muchas gracias, pinche bato”.
THE TAKEN: EDICION EN INGLÉS
Mientras tanto, llega al mercado anglosajón The Taken, la versión en inglés de Levantones, editado por la Universidad de Oklahoma, con traducción e introducción de Everard Meade.
Se trata de una serie de crónicas y reportajes sobre hombres que viven de estas actividades ilícitas a salto de mata, madres y esposas que suplican justicia por sus hijos y esposos desaparecidos, ciudadanos cuyo destino les impuso trágicamente el lugar equivocado y, ante todo, ofrece la voz amarga, dolorida de seres anónimos que recorren los ministerios públicos, los forenses, cementerios y calles de sus entidades en busca de sus hijos, hombres y mujeres que lloran a sus muertos, imploran justicia y padecen cotidianamente el dolor que la guerra del narco ha sembrado en el país.
Javier Valdez Cárdenas nació en Culiacán en 1967. Desde 1998 es corresponsal del periódico La Jornada y es reportero fundador del semanario Ríodoce. Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Proceso, Gatopardo, Emeequis y Horizontal. Es autor de los libros: De azoteas y olvidos, Malayerba (prologado por Carlos Monsiváis) y en Editorial Aguilar ha publicado Miss Narco (finalista del premio Rodolfo Walsh, en la Semana Negra de Gijón, España en 2010), Los morros del narco, Levantones, Con una granada en la boca y Huérfanos del narco, en el que rescata historias de hijos desaparecidos y asesinados.
En octubre de 2011, el Comité para la Protección de Periodistas (CPI) le otorgó en Nueva York el Premio Internacional a la Libertad de Prensa 2011: “Por su valiente cobertura del narco y ponerle nombre y rostro a las víctimas”. Ese año, con el equipo de Ríodoce, recibió el Premio “María Moors Cabot”, concedido por la prestigiosa Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, Nueva York. En 2013, como parte de Ríodoce, recibió el premio PEN Club en la Excelencia Editorial.
En 2014 la revista Quién lo ubicó como uno de los 50 personajes que mueven a México y ese año fue jurado del Premio Nacional de Periodismo. También colaboró con la empresa colombiana Teleset para la serie televisiva Señorita Pólvora, producida por Sony.
En 2016 uno de sus textos se incluyó en el libro La orilla negra, de Ediciones de Serbal, en España, coordinado por el escritor José Luis Muñoz.
PERIODISMO ESCRITO CON SANGRE
“No puede ser uno periodista del silencio porque entonces no se es periodista, pero qué importante es saber qué es lo que no puedes publicar o cuándo detenerte para no perder la vida, pero nunca quedarse callado. Ubicar esa parte de la historia es seguir escribiendo: esconderla, guardarla, posponerla, que no cancelarla, es también una forma de resistir, de sobrevivir. Estamos hablando de un ejercicio ciudadano, de un derecho social, de un derecho humano, el de la libertad de expresión. De ejercerlo a través de los blogs, de las redes sociales, de pancartas y gritos en las calles, de silencios que lesionan oídos y gargantas. No es un asunto de los periodistas, sino de todos los ciudadanos. Y hay que defenderlo y la mejor manera de hacerlo es ejerciéndolo: es un derecho ciudadano, un derecho humano, y vale la pena, en tiempos tan sombríos y convulsionados, levantar la palabra escrita y hablada, que muchos nos quieren arrebatar para imponernos el silencio. Para mí, dejar de escribir es morir, es dejar de caminar, de sentir, de experimentar la vida. El silencio es una forma de complicidad y de muerte. Y yo, ni soy cómplice ni estoy muerto.”
El 15 de mayo de 2017, bajo el sol implacable en la ciudad de Culiacán, fue ejecutado el periodista Javier Valdez Cárdenas. El asesinato fue un gesto salvaje de la delincuencia organizada para callar la voz incomoda que señaló con el mismo rigor y valentía los ajustes de cuentas y el ejercicio sanguinario de quienes participan en la guerra del narco.
Después de salir del semanario, abordó su automóvil. Unas cuadras más adelante, los sicarios lo sorprendieron, lo obligaron a bajar del vehículo y le dispararon en repetidas ocasiones. En el lugar quedaron 12 casquillos percutidos de pistolas .9 milímetros y 38 súper.
En lo que va del año 2017, van 9 periodistas asesinados. Esto coloca al 2017, como el segundo año, junto con el 2015, en el que más periodistas han sido asesinados en este país durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto. El primer lugar se lo llevó el 2016, con 11 asesinatos de periodistas.
Del 2000 al 2017, han ocurrido aproximadamente 123 homicidios de periodistas y sólo 3 casos han sido resueltos.
Periodista valiente y puntual, crítico hasta el extremo con la realidad de nuestro país, su trabajo logró reconocimiento internacional y, sobre todo, por una pluma vibrante, conmovedora, profundamente humana.
En Periodismo escrito con sangre (Aguilar) se recogen en este texto trabajos de sus libros . Hay un denominador común en las crónicas, investigaciones y reportajes de Valdez Cárdenas: su acercamiento intenso al ser humano, a las madres muertas en vida por no saber de sus hijos; al adicto que mira derrumbarse toda la ilusión en un escenario de violencia impasible; a la víctima del levantón del ejercicio terrible del sicario; al policía baleado; al niño despojado de toda esperanza en casa donde se come desgracia; a las jóvenes que cambiaron la ilusión por el infierno del narco, el glamour por la ejecución feroz en el baldío.