María Rivera
30/11/2023 - 12:01 am
Sobremesa
Entiendo las críticas al gobierno actual, pero no la reiterada cantaleta de que el pasado fue mejor.
Esta semana, querido lector, no voy a molestarlo más con el tema de la guerra en Gaza. Afortunadamente, y por el momento, Israel ha dejado de bombardear y masacrar a los palestinos. Por supuesto, hay enormes implicaciones para el mundo por el sangriento exterminio, que he estado enumerando aquí, las últimas semanas. Alcanzar la paz en esa región del mundo luce verdaderamente difícil, mientras la ocupación israelí continúe, junto con las continuas vejaciones y abusos a los que son sometidos, cotidianamente, los palestinos dentro y fuera de Gaza. Mientras sigan siendo detenidos arbitrariamente y sometidos a torturas, y mientras Occidente siga apoyando un gobierno que a todas luces es de naturaleza fascista, nada cambiará. De hecho, Israel debería ser sometido a la justicia internacional por el genocidio que ha cometido estas semanas. Los horrores ya los conoce usted, y seguiremos conociendo más de lo que hicieron, impunemente. Ojalá que pronto veamos que quienes violan la ley flagrantemente son sometidos a la justicia. Al menos, hay que desearlo, querido lector.
No, esta semana, pensaba en México y en el futuro que nos espera el año que entra, cuando decidamos hacia dónde debe ir el país, cuando elijamos un nuevo gobierno. Aún es muy temprano para conocer las propuestas de los tres precandidatos, pero conocemos ya, a grandes rasgos, al menos, lo que representan. En ese sentido, creo que queda poco espacio para la duda. Por un lado, está la opción de volver al pasado reciente y por el otro, la de continuar por la ruta que tomamos en 2018.
Algo decepcionante, se lo confieso, para quienes esperábamos más de este gobierno o esperábamos cosas distintas. Y aquí está el asunto que atañe a muchos votantes como yo, querido lector, quienes no queremos volver al régimen anterior, pero tampoco queremos continuar con el actual, por lo que no nos sentimos representados en el menú político.
Hace unos días, en una cena, conversando con amigos que no comparten mis posturas políticas me di cuenta de que es casi imposible sobreponerse a la visión maniquea que campea entre nosotros y que seguramente se ahondará con el paso de los meses. Tras una acalorada discusión de sobremesa, me quedé pensando en que aquellos que desean que el prian regrese al poder, en realidad juzgan que esos gobiernos fueron benéficos para el país. De otra manera no se entiende su insistencia en apoyar a una oposición que cuando fue gobierno fue totalmente desastrosa. Claro, su postura es que cualquiera de esos gobiernos pasados es mejor que el actual. Una conclusión que, para mí, es completamente insostenible. Las atrocidades que hemos vivido desde la transición democrática y durante los gobiernos panistas y priistas, hablan con elocuencia del gran fracaso de la derecha. No creo que deba yo enumerarlos aquí. Las calamidades que México ha vivido difícilmente podemos olvidarlas. O por lo menos algunos que somos incapaces de juzgar el gobierno de Calderón o el de Peña como encomiables. Lo verdaderamente increíble, querido lector, es que haya quienes sí puedan hacer ese juicio: lo creen, están convencidos. Los muertos, las masacres, el narco gobierno, el latrocinio, no existieron para ellos. Le confieso que ese es mi principal azoro en las discusiones. Entiendo las críticas al gobierno actual, pero no la reiterada cantaleta de que el pasado fue mejor. Naturalmente, se entiende que si tienen esa opinión de esos gobiernos, deseen que se restaure el viejo orden.
Sin embargo, no puedo imaginarme cómo, personas como yo, podrían votar porque los mismos que durante años intentamos sacar del poder, regresen al poder. Es un tanto cuanto extraño pues, esa especie que trata de convencer a críticos del actual gobierno y de los pasados para que voten contra sus propias ideas y convicciones. Más que una burla, una forma de sadismo.
No, querido lector, al menos yo no quiero que los corruptos, elitistas, clasistas regresen al poder. Eso me quedé pensando, ya en mi habitación, tras la cena. Y es que ¿cómo querría yo que, por ejemplo, la Secretaría de Cultura, fuera usada nuevamente como coto de poder de caciques intelectuales para dispensar viajes, ediciones, y contratos a sus mafias? ¿cómo querría yo que, nuevamente, todas las instituciones estuvieran tomadas por esos intereses y se despacharan con recursos públicos, con total desvergüenza? ¿Volver a encumbrar a una élite mafiosa y corrupta con recursos públicos?
Claro que no, querido lector, ni de chiste. Ni muerta. Tal vez, y esto es cierto, López Obrador nos defraudó a algunos en muchas de nuestras reivindicaciones, pero votar por el prian para muchos como yo, significaría traicionarnos a nosotros mismos y de la peor manera. Porque, a diferencia de los opositores, que fueron echados del poder, nosotros no buscamos la restauración del viejo régimen, sino otro distinto. Esto es lo que los opositores prianistas no logran entender. Se puede ser crítico del actual gobierno, sin ser parte de la oposición prianista. No es tan difícil, en verdad.
Lo desasosegante, lo realmente desesperante es que quienes esperábamos del cambio de gobierno una mejoría y aún creemos que esta es posible, estemos frente a fuerzas políticas que no están interesadas en escuchar nada más que a sí mismos, sumidos en la soberbia. Sin duda, muchos se sentirán fuera de las discusiones maniqueas donde no es posible encontrar más que chantajes. Ojalá que cuando las campañas comiencen al menos veamos propuestas nuevas y que las fuerzas políticas estén dispuestas a escuchar lo que sus electores piensan. Esperemos.
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