SOUNDTRACK: Playlist de Rogelio Guedea para “disparar contra el olvido”

30/11/2014 - 12:00 am

El primero de abril de 1984 (día de mi cumpleaños) llegó mi padre a casa luego de varios días de ausencia. La empresa en la que trabajaba (Tuberías y Válvulas del Pacífico S.A de C.V) lo había enviado a promocionar sus productos a algunas ciudades y pueblos de Michoacán. Ese periplo incluyó a Paracho, famoso por sus guitarras. Mi padre, como regalo, me trajo una. Era una guitarra, la recuerdo bien, de paloescrito, con su tapa de pinabete, su madera oscura, aunque veteada.

Si bien tomé algunas clases de guitarra en el Instituto Universitario de Bellas Artes (en Colima), fue mi empeño (o mi terquedad) la que me hizo aprender a rasgar sus cuerdas, siempre asistido de los cancioneros que compraba en el Portal Morelos. Eran cancioneros de música más bien romántica, pasada de moda, ciertamente anacrónica para un niño de mi edad: baladas, rancheras, viejos corridos, pero, por encima de todo, boleros. Nadie se imaginaría que poco más de un lustro después (a los 17), me ganaría la vida cantando esos boleros en algunos bares y cafés de mi ciudad, en aquellas noches cálidas y ebrias de fin de semana.

Desde entonces guitarra y boleros han sido un binomio irrompible, y conforme pasan los años y se ensancha la distancia (geográfica, emocional, física) estos han devenido en palabras evocadoras: nostalgia, memoria, encuentro y adiós. Más de veinte años han pasado y aún conservo la guitarra de Paracho que me regalara mi padre y los cancioneros, y algunas tardes o noches suelo volver (como el que vuelve de un largo viaje) a aquellos boleros que me siguen estremeciendo, y a aquellos intérpretes o compositores que les dieran vida: Julio Jaramillo, Víctor Iturbe el Pirulí,  Lucho Gatica, Pepe Jara, José Feliciano, Álvaro Carrillo.

Los canto y los escucho a solas en la sala de la casa, a altas horas de la noche, acompañado de un trago.  Bien podría decir  que lo hago como un homenaje a ellos (los intérpretes, los compositores), pero mentiría. Es, en realidad, una forma egoísta de la sobrevivencia, una manera de no dejar morir todo aquello que fue. Vaya: un mero disparar contra el olvido:

 

1.- Popurrí de Víctor Iturbe el Pirulí: “Yo lo comprendo”, “Soy lo prohibido”, “A que no”.

2.- Julio Jaramillo: “Incertidumbre”

 3.- Popurrí de Álvaro Carrillo: “Amor mío”, “Un poco más”, “Sabor a mí”

4.- Los Panchos: “Flor de azalea”

5.- Daniel Santos: “Dos gardenias”

6.- Olimpo Cárdenas: “Fatalidad”

 7.- Antonio Machín: “No me vayas a engañar”

8.- Armando Manzanero y Danny Martin: “Llévatela”

9.- José Feliciano: “Envidia”

10.- Pepe Jara y José José: “Si me comprendieras”

Es escritor y académico. Su novela más reciente: El crimen de Los Tepames (Random House Mondadori, 2013). Es licenciado en Derecho por la Universidad de Colima y doctor en Letras por la Universidad de Córdoba (España), con un POST-DOC en Literatura Latinoamericana por la Texas A&M University (EU). Fue becario del Fondo para la Cultura y las Artes en tres ocasiones y director de la colección de poesía El pez de fuego. Radica en Nueva Zelanda. Tiene una columna semanal en SinEmbargo.

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