En vida sólo publicó Mensaje. A su muerte, se reveló lo extraordinario del oscuro oficinista que fue. Desdoblado en heterónimos, había escrito los textos más grandes del XX, según varios críticos. Falleció un 30 de noviembre
La oficina está en penumbra. Ha caído la noche y queda una lámpara encendida; se escucha el repiquetear de un teclado mecánico. Un empleado solitario está de pie ante el escritorio dándole a la máquina. Tiene permiso del patrón para ocupar por las noches la oficina en cosas personales. Estudió Comercio, entiéndase taquimecanografía, balance de números; desde niño aprendió francés e inglés, y por la mañana escribe y traduce cartas comerciales.
En eso trabaja. Lo suficiente para el tabaco, la copa, el alquiler de un techo, las tertulias en los cafés, el Martinho da Arcada o el Basileira do Chiado. Este hombre gris, corto de vista, solterón, hijo de vecino, un don nadie, se muda de casa en más de 20 ocasiones, llega a vivir con familiares, o renta un cuarto para caballeros solos. Demasiado para una vida más bien corta y una ciudad pequeña como Lisboa. En su trajín conserva un baúl.
En el baúl acumula más de 25 mil hojas manuscritas y dactilografiadas. ¡Sus poemas! ¡Sus pensamientos! Ahí se guarda lo extraordinario del oscuro oficinista que nos ocupa, quien en el nombre lleva la penitencia. Pessoa, persona en portugués, asume diversas personalidades se firma con distintos nombres, no a modo de seudónimo: él es otra persona, otro poeta, se desdobla, mantiene correspondencia con algunas de las personas que ha creado, manda a hacer tarjetas de presentación como es el caso de Alexander Search, uno de sus varios heterónimos, siendo Álvaro de Campos el primero de ellos.
En vida apenas publicó Mensaje, una plaquet de poemas, y algunos sueltos en revistas. A su muerte, se destapó el arca y se descubrió el tesoro que conservaba: los poemas, para muchos, más grandes que ha dado el siglo XX. El baúl mágico de Pessoa contenía cartas, libros inconclusos, poemarios, escritos, reflexiones, diarios, confesiones, estrofas y los sobres que contenía el Libro del Desasosiego, publicado a la postre.
Se sabe que Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) conoció una vez el amor. Al que renunció por otra ley, una más grande a sus ojos: la del destino que se estaba labrando como poeta para la posteridad. Ofelia Queiroz es una compañera de oficina que tiene 19 años. “Mi destino, escribe Pessoa de 31, pertenece a otra Ley, cuya existencia Ofelia no sabe, y está subordinado cada vez más, a Maestros que no permiten ni perdonan. No es necesario que comprenda esto, basta con que me conserve con cariño en su memoria, como yo, inalterablemente la conservaré en la mía”.
Falleció el 30 de noviembre de 1935 en el Hospital São Luís dos Franceses, mientras pedía con desesperación que le acercaran sus lentes, no sabía qué traería el mañana, y quería ver. Es curioso, Goethe pedía con apremio, luz, más luz…
EL AÑO DE LA MUERTE DE RICARDO REIS
Es conocida la novela, hoy diríamos la secuela que escribió José Saramago sobre el destino final del heterónimo Ricardo Reis, a quien Octavio Paz describe como un ermitaño que pule pequeñas odas sobre el placer, la fuga del tiempo, la libertad ilusoria del hombre, la vanidad de los dioses, y que fue educado en un colegio de jesuitas, médico de profesión, monárquico, latinista, desterrado en Brasil en 1919, pagano y escéptico.
A Maribel Malta Paradinha, del Camões, Instituto de Cooperación y de la Lengua del Ministerio de los Negocios Extranjeros de Portugal, se le pregunta sobre la relación que establece el Premio Nobel portugués, José Saramago, con Fernando Pessoa.
“A Saramago siempre lo instigó—responde Malta Paradinha— el fenómeno Fernando Pessoa como hombre y como autor de un dispositivo literario tan complejo y tan rico como el de la heteronimia. Hay un texto muy pequeño escrito por Saramago sobre la génesis de los heterónimos de Pessoa. La disección del yo como materia etérea y fragmentada, que Pessoa esparció por sus escritos, es una preocupación que veo presente en la obra del Nobel. Saramago retoma las dudas existenciales del sujeto lírico en Pessoa”.
– Háblenos, por favor, de la novela El año de la muerte de Ricardo Reis.
– Pessoa inventa a Ricardo Reis y lo manda a Brasil exiliado y Saramago lo “reinventa” haciéndolo regresar del exilio a Portugal, donde el fantasma de su creador lo visita. Saramago recupera a este autor ficcional de Pessoa y lo transforma en personaje de su libro, manteniendo casi todas las características que le había dado Pessoa.
Redimensionando a Ricardo Reis después de la muerte de su creador, Saramago “completa” lo que éste había dejado abierto, dándole una fecha de muerte a Ricardo Reis y jugando el mismo juego de Pessoa. Es decir, cuando el fantasma de Pessoa visita a Ricardo Reis, Saramago invierte los papeles: es Reis el que se sustrae de la imaginación de su autor para ganar materialidad y vivir como personaje de la obra de Saramago.
LAS HERIDAS SENSIBLES DEL SER HUMANO
– Si tuviera que presentar en unas líneas de forma coloquial a Pessoa, ¿qué diría?
– Diría, tal vez, que es un loco de una lucidez genial, el hombre y el poeta mutilado, el poeta de la disyuntiva, del cuestionamiento y de la fragmentación del yo, el poeta del exilio interior, de una clarividencia aguda sobre lo más profundo e indecible del ser humano, el que constantemente se quita capas para desnudarse y al hacerlo, se va poniendo otras para protegerse. Pessoa es el poeta de las heridas sensibles del ser humano, el que se expone, guardando para él sólo su intimidad.
-¿Quién es Fernando Pessoa para los portugueses?
– Pessoa es muy apreciado en Portugal, aunque haya quedado algún tiempo como un poeta casi desconocido, hasta que investigadores extranjeros se interesaron por su obra. Pocos portugueses no lo conocen y no han citado alguna vez algún verso que les guste, o no se han tomado la foto con su estatua en la terraza de la “Brasileira”. Hay maestros de Primaria que piden a los niños que dibujen a Pessoa (sin haberlo leído), y lo hacen como si tuvieran una foto enfrente de ellos. Hoy es uno de los íconos de la Literatura y de la cultura portuguesas, y probablemente el único autor portugués que consigue unanimidad en Portugal.
Maribel Malta Paradinha, como encargada de la Cátedra Extraordinaria “José Saramago”, en la UNAM, dice que los temas de coyuntura y la publicidad que ha tenido Saramago no tienen qué ver con que la Cátedra no lleve el nombre de Fernando Pessoa.
“Estoy de acuerdo, opina, que la máquina publicitaria es importante para la visibilidad de los autores. Pudo haberse llamado Camões, que es considerado el poeta nacional. El feriado nacional en Portugal, por ejemplo, no señala ninguna fecha de independencia o de constitución de Portugal como nación, sino que señala la fecha de la muerte de Camões (10 de junio).
“Pessoa es muy leído en México y haría todo el sentido que la cátedra llevara su nombre. El primer homenaje que se hizo en el marco de la cátedra “José Saramago”, fue justamente un homenaje a Pessoa en 2009. Según la anterior responsable de la cátedra, que acompañó el proceso desde el inicio, “Fernando Pessoa” fue la primer propuesta de nombre. Pero me atrevería a decir que Saramago se involucró con México como se involucró con Portugal, su país natal, y con España, su país de adopción”.
DRAMA EN GENTE
El poeta Eduardo Langagne, director general de la Fundación para las Letras Mexicanas, ha sido un estudioso de la obra de Pessoa, de quien ha traducido 35 Sonnets, y un enamorado del idioma portugués, que une a nuestra búsqueda de Pessoa:
“Uno de los datos interesantes para el público mexicano, puede ser el del día de su nacimiento, en junio de 1888, separado por unos días de diferencia del nacimiento de Ramón López Velarde, prácticamente la misma semana. Con ese dato, puede el público de aquí, situar a Pessoa en el tiempo.
“En segundo lugar, Pessoa es un muchacho… A la muerte de su padre (Pessoa tenía cinco años), su madre se vuelve a casar y se van a vivir a Sudáfrica; el inglés se vuelve su idioma. Muchos años después, cuando regresa a Lisboa, su trabajo en una empresa mercantil naviera es escribir cartas en inglés. Después de regresar de Sudáfrica, se queda en Lisboa el resto de su vida. Yo creo que dentro de sí, estaba seguro que tenía esa enorme tarea de escribir”.
– ¿Qué distingue a Fernando Pessoa?
– Nos enseña que el Yo de la poesía, no necesariamente es el Yo del poeta. Pessoa dice algo muy bonito, que Shakespeare no era Lady Macbeth, no era Julieta, pero podía hacer que cada personaje hablara con su propio lenguaje. Esa es una explicación que da en relación con lo que llamó heterónimos. Un seudónimo es el nombre falso, un heterónimo es otra persona, otra personalidad escribiendo. Si un lector lo ve como locura, lo es.
– ¿Cuáles son los aportes que hace Pessoa a la poesía?
– La posibilidad del desdoblamiento, lo que llama “drama en gente”, pensando en que pone poesía lírica en distintos personajes. Es un poeta múltiple, nunca mejor dicho. Pero sobre todo aporta una calidad expresiva singular. Yo creo que después de Pessoa, las generaciones que se acercan a la poesía, tienen a un clásico universal más. Es un clásico universal reciente, no se han cumplido ni 100 años de su muerte. Es un poeta fenomenal, fuera de serie.
– ¿Se puede hablar de una filosofía de Pessoa?
– Claro. Todos los poetas tienen filosofía. El poema es para mí filosofía cantada. Hay varias líneas de pensamiento y estudio de Pessoa. La astrológica; en aquellos primeros años del XX, hay un acercamiento hacia ciertas formas espiritistas; el propio Madero practicaba en la esquina siguiente de donde estamos (calle Liverpool, en la colonia Juárez), el espiritismo, decía que Benito Juárez le hablaba. Pessoa se acerca a estudios médicos, neurológicos. Yo creo que él sabe que es un genio y no sabe cómo entenderse. Para un genio el mundo no es sencillo.
NO TENEMOS LUSITANISTAS EN MÉXICO
El traductor de la obra de Pessoa, publicada por la editorial mexicana Verdehalago, Miguel Ángel Flores, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, refiere que “cada uno de los heterónimos expresa un aspecto de la condición humana; esta interrogación sobre el Ser, la existencia, el destino, el sentido de la vida… Me asombra Ricardo Reis, que habla de forma contundente sobre lo efímero de la vida; Alberto Caiero que se refiere al destino y los actos del hombre en comunidad; Álvaro de Campos, el poeta de la épica, que va a la conquista de un montón de asuntos, entre ellos la conquista de su propia vida. Pessoa como ortónimo, refleja un mundo desencantado, no encuentra respuesta a las interrogantes que le ha planteado la vida”.
– ¿Como profesor, cuál de las obras de Pessoa recomendaría a un muchacho?
– Yo diría que lo más atractivo sigue siendo Álvaro de Campos. Porque él es el poeta desbordado, con los sentidos a flor de piel, que quiere tomar posesión del mundo; es un poeta del asombro. Hay poemas de Pessoa como ortónimo, que pueden resultar muy atractivos. Visto a profundidad, son como vasos comunicantes, en un juego de ingenio hace préstamos de versos de poeta a poeta.
– Hay referencias cruzadas y distintos niveles de lectura…
– Sí, yo encuentro que hay demasiada ignorancia en el conocimiento de Pessoa. No se le ha leído. Se le conoce por un puñado de poemas nada más. No tenemos lusitanistas en México que nos hayan podido dar marcos referenciales para una lectura más rica de Pessoa.
Pessoa tuvo una inteligencia genial. Uno no se explica cómo, en un lapso breve, vivió 47 años, pudo haber escrito y reflexionado tanto. Tener una cultura y pensamiento sólidos. Llama la atención que un hombre tan dotado intelectualmente haya tenido una vida conflictiva consigo mismo. Una vida triste, un fracaso en el aspecto social y profesional. A pesar de que tenía conciencia de la importancia de lo que estaba escribiendo, sentía una inseguridad enorme respecto al valor de lo que hacía.
– ¿Habrá tenido qué ver su genialidad con su disfunción social?
– No lo sé. Entraríamos a los terrenos de la psicología. Basta leer El libro del desasosiego para tener un retrato de la complejidad de su psique. Fue varias personas al mismo tiempo, obsesionado por la privacidad con que mantuvo su vida. Se reunía en una tertulia, pero no había más allá con sus amigos, se limitaba a la reunión del café. Era un hombre encerrado en sí mismo, una personalidad muy extraña.
EL ASTRÓLOGO PESSOA
Pessoa hace previsiones astrológicas y horóscopos. Su acercamiento al ocultismo le dejó una anécdota de antología: escribió al inglés Aleister Crowley, considerado un mago satánico, señalándole un error que Crowley había cometido en su propio horóscopo. Éste viajó a Lisboa para conocer a tan entendido hombre en Astrología. El encuentro fue breve, pero Pessoa y un amigo periodista filtraron la falsa noticia de que Crowley se había quitado la vida en un lugar de Lisboa, cosa que, no por ser falsa, dejaron de tragarse los periódicos.
La travesurilla debió divertir mucho al poeta, que decía de sí, “probablemente soy un histérico-neurasténico, y esto explica el origen orgánico de los heterónimos”. Octavio Paz, quien como dice Eduardo Langagne, trajo a Pessoa a México refutó a quienes aventuraron que los heterónimos eran una mistificación: “Hay algo terriblemente soez en la mente moderna; la gente, que tolera toda suerte de realidades y mentiras indignas en la vida real, no soporta la existencia de la fábula. Y eso es la obra de Pessoa: una fábula”.