ENSENADA, BC. El decomiso, destrucción y quema de decenas de miles de plantas de mariguana en los meses recientes en Baja California confirma lo que un comandante del Resguardo Militar de Ensenada, tres delegados municipales y decenas de ejidatarios de las sierras de Juárez y San Pedro Mártir revelaron al iniciar 2011:
1. El narcotráfico tiene un “preocupante” crecimiento en el municipio de Ensenada desde el año pasado, aumento que se está dando en las sierras, los valles agrícolas, las delegaciones sureñas de la zona rural y en ambas costas del municipio más grande de México, aun cuando presuntamente se le combate con mayor eficiencia en el litoral del Pacífico.
2. La presencia masiva del narcotráfico, junto con el abandono crónico del Estado Mexicano al campo en las últimas dos décadas, dio como resultado que en las cordilleras más importantes de Baja California y en los ricos valles agrícolas de Ojos Negros y La Trinidad, cientos de ejidatarios y pequeños propietarios abandonaran sus tierras.
De hecho, los hijos de los campesinos son ahora los principales promotores y trabajadores de los dos cárteles que operan en la región: el de Sinaloa y el de los hermanos Arellano Félix.
Y mientras las sierras de Juárez y San Pedro Mártir “están plagadas” con sembradíos de mariguana y las delegaciones municipales del sur de Ensenada rebosa el narcomenudeo, en los valles agrícolas más importantes del estado se “lavan” millones de dólares en empresas que se dedican a la producción de hortalizas de exportación.
De hecho, el plantío de mariguana con 120 hectáreas de superficie en la semidesértica delegación municipal de El Mármol –alrededor de 320 kilómetros al sur de la ciudad de Ensenada–, fue una excepción a esa regla, pero en el caso de las sierras los sembradíos del enervante rara vez superan las tres hectáreas de superficie, tal y como lo demostró el Rancho El Llanito, de apenas 1.3 hectáreas de extensión, en donde el Ejército encontró y destruyó 1.2 toneladas de mariguana apenas en septiembre pasado.
“(Los narcotraficantes) están trabajando en toda la sierra. En donde ves una manchita de agua ahí los vas a encontrar”, resume un ex dirigente agrícola serrano que solicitó no ser identificado por temor a las represalias, ya que por presiones de presuntos narcotraficantes tuvo que vender sus tierras en la parte alta de una de las cordilleras contaminadas con la droga.
Otros ejidatarios y pequeños propietarios entrevistados en ambas sierras y los dos valles agrícolas, también lo confirmaron:
“Hay lugares donde siembran una hectárea, hay otros con dos o tres, que es lo máximo que pueden tener (…) Hay otros que siembran debajo de los encinos. ¡Tienen hasta sus invernaderos naturales! (…) Nos ha tocado verlos cuando hacemos recorridos a caballo por la sierra, ¡y nos han sacado cada susto! (…)”, revelan.
Un cuarto campesino de la Sierra de Juárez reafirma y remata, categórico:
“Le hablo de toda la sierra. ¡Toda! Norte, Sur, Este y Oeste. No importa si es en la parte media o alta. Donde ven agua ahí están. Y es mariguana y amapola lo que se siembran”.
Otros ejidatarios con poder, como Alfonso Garzón Zataráin, dirigente estatal de la Central Campesina Independiente (CCI) y hermano del diputado estatal Jesús Garzón Zataráin, son muy cautelosos cuando hablan del tema.
“Es poco lo que los ejidatarios podemos hacer para combatir o simplemente para señalar que está sucediendo este problema en nuestras parcelas. Yo desconozco este asunto pues provengo de un ejido (el Eréndira), que es minero y esta dedicado a producir alimentos, pero los rumores corren y si el arroyo suena es porque agua lleva”, dijo Garzón cuando se le pidió información al respecto.
Pero pronto establece la responsabilidad oficial en el tema.
“La Ley Agraria contempla sanciones para los ejidos que se prestan al narcotráfico, pero esto es más bien un asunto de la autoridad judicial y ahora el Ejército esta sumado a esa atención. Lo cierto es que hasta hoy no conozco que se haya impuesto una sanción a ejido alguno (en Baja California) por estar inmerso en este problema”.
Sin embargo precisa, al igual que lo hicieron cada uno de los ejidatarios y pequeños propietarios entrevistados en las sierras y los valles, cuál es el origen de la presencia del narcotráfico en las antiguas zonas de producción forestal y agropecuaria.
“Esto se debe fundamentalmente a que hay abandono oficial en algunos ejidos, principalmente los que viven sin tener suficiente población. Ahí es donde aprovechan esta clase de negocios ilícitos para establecerse”.
Al respecto Humberto Lepe Lepe, integrante de las comisiones de Gobernación, Marina y Vigilancia de la Cámara de Diputados federal, ahondó:
“No se justifica el abandono que los gobiernos de la República y el de Baja California mantienen en el campo. Estos gobiernos, que por años han abandonado al campo, deben retomar el camino y apoyar a los campesinos. Los tres niveles de gobierno pueden hacer algo por la gente del campo”.
Agregó el legislador bajacaliforniano: “El campesino de las sierras y los valles, en su desesperación, se agarra de cualquier clavo hirviendo y no se da cuenta de que está cavando su tumba. Se mete a sembrar cultivos prohibidos. Pero esto no lo deben hacer los campesinos ni por amenazas del crimen organizado. Deben denunciar a quienes estén haciendo presión contra ellos y seguir demandando al gobierno que se les atienda”.
Y remató, a manera de advertencia: “Si en nuestro estado, al igual que en el resto del país, no atacamos de fondo la pobreza que lacera, que lastima, que golpea a nuestro pueblo, estamos construyendo una entidad que no va a tener perspectivas. Ningún gobierno se justifica si no atiende a los más pobres, a los más necesitados”.
La droga en las sierras
Las sierras de San Pedro Mártir y Juárez son asiento de una pequeña ecoregión de cuatro mil kilómetros cuadrados de extensión. Son al mismo tiempo las cordilleras más altas de la Península de Baja California y la base fundamental del clima mediterráneo que domina la región norte de la península.
En lo alto de ellas se ubican los Parques Nacionales Sierra de San Pedro Mártir y Constitución de 1857, que presuntamente las salvaguarda de la presencia de toda clase de actividades humanas ilícitas, entre ellas el narcotráfico.
Sin embargo, esta visión de ensueño no la comparten los ejidatarios desplazados por los sembradores de mariguana en aquellos otrora paraísos paisajísticos, ganaderos y forestales.
“Ya son varios años que descaradamente han estado sembrando mariguana. No dejan ningún aguaje, ninguna lagunita, ningún depósito superficial que tenga líquido sin que se siembre. Y estoy hablando de muchas parcelas ejidales”.
Esto lo manifestó un ex dirigente de la Confederación Campesina (CNC) en Baja California, el cual tuvo que radicar en la ciudad de Ensenada por temor a ser víctima de la presencia del narcotráfico en las sierras.
Triste, se lamenta: “Las sierras de Juárez y San Pedro Mártir están abandonadas. Están abandonados (los ejidos) Bramadero y Plan Nacional Agrario (dos de los cinco más grandes de México, que en conjunto suman más de 310 mil hectáreas). Están abandonados en cuanto a los habitantes y las autoridades”.
Hace un rápido y lamentable recuento de daños: “Se acabó toda la actividad del bosque, también la ganadería. Por eso muchos muchachos se fueron a los Estados Unidos, otros más se tuvieron que devolver y los (narcotraficantes los) engancharon. Se trata principalmente de jóvenes”.
Otros ejidatarios y pequeños propietarios que piden, incluso suplican no ser identificados, confirman lo dicho por el ex dirigente campesino: los hijos de los antiguos residentes de la sierra simplemente se cambiaron de bando, cansados del abandono oficial y de la pobreza.
“En los ejidos serranos –narró un campesino del ejido Sierra de Juárez– quedarán dos o tres de los ejidatarios fundadores, y nuestros hijos ya no quieren trabajar la tierra. Están vendiendo las tierras. Están regalándose las tierras. A veces gente de muy dudosa calidad moral y personal es la que está comprando”.
Aparte de los jóvenes ex ejidatarios, los campesinos de la región serrana han visto “a gente joven nueva, que no es de ahí. Se ven muchos rostros nuevos y muchos carros con doble tracción”.
Denuncian: “Desde mayo empiezas a ver las unidades nuevecitas, de doble tracción, que empiezan a subir (a la montaña) con sistemas de goteo y mangueras nuevas. Uno que conoce la región se pregunta: ¿qué tienen que hacer ellos en la sierra? ¡Ahí no hay árboles frutales, no hay hortalizas, no hay granos, no hay nada! Y eso todo mundo lo ve, excepto las autoridades”.
Otro ejidatario que abandonó la Sierra de Juárez tras el fulgurante arribo de los narcotraficantes a la región, comentó que si los campesinos no acceden a vender sus parcelas o ranchos “por las buenas”. Simplemente “te obligan a que les vendas tus tierras”.
Narró el caso de un ranchero que vivía cerca del aserradero de la Sierra de Juárez.
“Una vez se fue de vacaciones y cuando regresó encontró que alguien había sembrado una hectárea de mariguana en su predio. Acudió a las autoridades a denunciar el hecho, le dijeron que investigarían. Después, desde su propiedad, vio gente rara llegar a la zona sembrada. Al rato tres de ellos llegaron a su casa llevando unas pequeñas matas de mariguana y le dijeron que ahí se las dejaban. Entonces el amigo le mandó un recado al sembrador de la droga: que mejor le vendía el rancho ya que sus padres vivían en él y no quería que les fuera a pasar algo.
“Tres semanas después alguien le habló y a la cuarta semana ya estaba cerrando la venta del rancho en una notaría de Tijuana. Ahora ya no sabe ni quiere saber qué está produciendo su antigua propiedad”.
Historias similares se cuentan en los ejidos que hay en toda la cordillera central del estado, entre ellos Sierra de Juárez, Santa Catarina, la Huerta, Tepi, Leandro Valle, San Pedro Mártir y todo el Valle de la Trinidad, en donde hay otros ejidos infiltrados por los narcotraficantes provenientes principalmente del Cártel de Sinaloa.
Se preguntó a los ejidatarios y rancheros si ya no existen actividades productivas, legales, en la Sierra de Juárez. Esta fue su respuesta: “No, ya casi no hay nada. La gente vivía de la madera, de la extracción del pino, pero el aserradero se quemó hace aproximadamente seis años. No sabemos aún por qué. Tenemos la sospecha de que esto pasó intencionalmente para que ya no hubiera actividad agropecuaria y forestal en la región”.
Resaltaron que cuando los ranchos serranos tenían actividad, ganado, vaqueros, gente trabajando legal y alegremente, no sucedía nada, “pero se quema el aserradero, que era una manera honesta de vivir para aproximadamente un 40% de los habitantes de la Sierra, y luego te dejan sin créditos, con lo que se te acaba el ganado, ¡qué haces allá!”
Así, reconstruyeron una historia que inició hace aproximadamente 15 años atrás, en que comenzó a florecer la siembra de mariguana en las sierras bajacalifornianas.
“Primero quitaron el apoyo gubernamental para los ejidatarios de las sierras, que era lo que nos ayudaba con el ganado. Hablamos de vacas, borregas y la producción de queso. Estábamos en posesión de la tenencia de la tierra, cultivábamos hortalizas y había una vida campesina normal, que era muy bonita en la Sierra de Juárez y el resto de la zona serrana del estado”.
Después, narraron, el gobierno federal eliminó el sistema de financiamiento bancario oficial (el Banco Rural), luego desapareció la distribuidora y comercializadora de granos Conasupo, y finalmente el resto de los programas y apoyos al campo.
El acabose fue que también se hicieron viejos los ejidatarios y pequeños propietarios originales.
Ahora, algunos de esos ex campesinos con recursos o influencias en el Gobierno del Estado están construyendo, desde hace cinco años, cabañas y asadores para turistas.
“Pero hablamos de pequeñas zonas, muy restringidas ante la magnitud del problema de siembra de mariguana que tenemos en las sierras. Es algo que hasta peligroso puede ser para los visitantes y por eso en cualquier momento se puede caer el negocio”, consideraron.
–Y las pistas clandestinas de aterrizaje de avionetas, ¿han desparecido?
–No, sigue siendo muy común encontrarlas. Va el Ejército y las destruye, les pone trampas, barrancas (zanjas), pero a los tres o cuatro días ya están en operación otra vez.
Narraron que los narcotraficantes han derribado pinos y otros árboles para construir las aeropistas, y que los restos de aeroplanos que se han estrellado en la región, así como la droga que transportaban, son trasladados a la ciudad de Ensenada por los habitantes honestos de las serranías para su registro en las instancias investigadoras y sancionadoras de los delitos contra la salud.
“Pero el movimiento aéreo de los narcotraficantes en las sierras sigue sin problema. Su actividad es intensa. No ha parado”, apuntaron los entrevistados.
También se preguntó a los serranos si los narcotraficantes respetan el territorio de los Parques Nacionales de la Sierra de Juárez y San Pedro Mártir.
“No lo dude que ahí también existan siembras de mariguana. No hay vigilancia, no hay nadie. Principalmente en el Parque Constitución de la Sierra de Juárez”.
Por ello consideran que es peligroso caminar en las sierras de tarde o noche.
“Todos vamos temprano a los ranchos y a las cuatro de la tarde, antes de que caiga el sol, nos regresamos a Ensenada o de plano nos quedamos a dormir allá, pero siempre con gente. Nunca solos”.
“El Chapo”, presente
Por su parte, el Ejército afirma que ya identificó y detuvo en la zona rural de Ensenada, a elementos de diversas células del Cártel de Sinaloa que comandan Joaquín, “El Chapo”, Guzmán Loera e Ismael Zambada García.
De hecho a mediados de julio pasado altos jefes del Ejército en Baja California filtraron a los medios de comunicación, sin dar mayores pormenores de su dicho, que el rancho de 120 hectáreas de superficie destruido en El Mármol, era propiedad de Guzmán Loera.
Lo cierto es que la milicia enfrenta un mayor número de grupos armados al servicio de este grupo delictivo, con más y mejor armamento –de alto poder de fuego– en manos de los guardias que vigilan los sembradíos de mariguana y amapola en las sierras de Juárez y San Pedro Mártir.
Esto un alto mando castrense lo interpretó, desde hace un año, como un aviso de que en cualquier momento la violencia podría irrumpir en la vida de Ensenada, acabando con su característica de ser un lugar “de descanso” y “tregua” para los capos del narcotráfico que operan en la región noroeste del país, situación que ya sucede cuando en las últimas seis semanas aparecieron, en diversos puntos del municipio más grande de México, al menos ocho cuerpos de personas aparentemente “ejecutadas” por sicarios al servicio del narcotráfico, algo totalmente inusual.
En entrevista, el general brigadier Diplomado de Estado Mayor Sergio Hernando Chávez García, ex comandante de la Guarnición Militar de El Ciprés, ex comandante de la Octava Zona Militar en Tamaulipas y actual agregado militar y aéreo de la Embajada Mexicana en Perú, reveló que Ensenada registra desde hace al menos dos años, niveles crecientes en el tráfico de enervantes.
“Esto lo hemos detectado por los aseguramientos constantes que hemos hecho en las diferentes áreas del municipio, tanto en los valles como en la carretera transpeninsular”, explicó.
Por otra parte, en las sierra centrales de Baja California y en los valles de Ojos Negros y La Trinidad, el Ejército también registra un “preocupante crecimiento” en la incidencia del cultivo de mariguana.
–¿A qué se debe este crecimiento, y que tanto aumentó el problema de un año a otro?
–El crecimiento estimamos que obedece a la pugna nacional entre los cárteles. Seguramente el Cártel de Sinaloa pretende afincarse en esta región.
Eso ha motivado un crecimiento considerable tanto de drogas como de personas provenientes del estado de Sinaloa.
En el Valle de la Trinidad, y en general en todos los valles del municipio de Ensenada, existe mucha gente buena, que está dedicada a la agricultura, a la industria de la yuca, destacó.
“Lamentablemente, por las mismas condiciones favorables de la sierra, del agua, esta gente (los narcotraficantes) trata de aprovecharlas. No debemos de permitirlo, pero es el dinero fácil; quizás para aquellos que no han tenido la oportunidad de establecerse en una industria buscan esas optativas; sin embargo son falsas porque el único resultado final es o la cárcel o el panteón”.
Entonces ha venido creciendo en base a la agricultura sustentable y sostenible; sin embargo la llegada de gente de otras entidades afecta la tranquilidad y la misma actividad legal que se esta llevando a cabo en ese lugar.
–¿El Valle de la Trinidad se esta volviendo a calentar?
Creo que hay otros lugares próximos a este valle que son más difíciles. Específicamente hablo de Ojos Negros. Ahí hay puntos marcados que son de más riesgo por el arribo de esta gente, a la que las fuerzas armadas están dando seguimiento y ojalá pronto se les logre detener y consignar ante las autoridades correspondientes.
En Valle de la Trinidad todavía se aprecia cierta tranquilidad y el trabajo agrícola es constante. Ojalá y esto no se desvirtúe, no se haga prohibitivo en un futuro mediato.
El repunte del narcomenudeo
Mientras tanto, también por el abandono de las autoridades estatales y municipales, la región sureña del municipio de Ensenada se convirtió en un paraíso para la delincuencia organizada, principalmente la dedicada al narcomenudeo y el robo.
De acuerdo con testimonios recabados en las delegaciones de Villa Jesús María, Punta Prieta, Bahía de los Ángeles y Nuevo Rosarito, de las más alejadas a la ciudad de Ensenada –hasta 650 kilómetros al sur de la metrópoli porteña–, los principales centros distribuidores de mariguana, “crystal”, cocaína y heroína se ubican en los poblados de Bahía de Los Ángeles y Guerrero Negro, Baja California Sur.
Ahí los narcotraficantes trabajan de manera impune pese a la fuerte presencia en la región de partidas militares y agentes de la Policía Estatal Preventiva (PEP), la corporación policial con mayor número de quejas civiles y penales por violaciones a derechos humanos de los civiles en Baja California.
Carlos Solís Leal, ex delegado municipal de Bahía de los Ángeles, dijo que en ese punto turístico de Ensenada los principales afectados son cientos de jubilados estadounidenses que ahí tienen sus casas de descanso para las temporadas de otoño e invierno.
“La delincuencia nos ataca. Es un problema muy grave porque roban las casas de los estadounidenses cuando éstos se van por temporada de calor y cuando regresan, encuentran que les robaron objetos de sus hogares”.
Los pensionados denuncian los hechos en la delegación municipal, pero casi nunca se detiene a los culpables.
Solís identificó al robo domiciliario como el principal problema de inseguridad en Bahía de los Ángeles, seguido de vandalismo y alcoholismo en la vía pública, aunque reconoció al narcomenudeo y a la drogadicción como los delitos de mayor impacto social en aquella apartada zona del municipio de Ensenada por son los detonantes del robo.
“Pero ahí (en el combate al narcotráfico) no me metí”, dijo para explicar que tuvo miedo por la suerte que correría la vida de su familia y la suya propia si se dedicaba a combatir “algo que además ni nos corresponde como autoridad”.
Narró también cómo ante la falta de capacidad y recursos de la oficina pública municipal para combatirlos, tuvo que negociar con pandilleros del poblado para que dejaran en paz a los civiles.
“Cuando llegué a Bahía de los Ángeles (hace tres años) todo era un problema. Había un grupo de 17 muchachos que eran muy difíciles de tratar. Haga de cuenta que estaba en Irak o Afganistán. Tenían aterrorizada a la comunidad.
“Platiqué mucho con ellos, les expuse la problemática y una vez me dijeron que ellos no robaban y pidieron una oportunidad. ‘¿Sabe qué? –me dijeron–, le vamos a parar’ Y sí, se paró el delito, pero luego de unos meses empezaron otra vez el problema. Y es que árbol que nace torcido…”.
Pistas aéreas clandestinas
Mientras tanto en la zona de la sierra de San Juan, en los límites territoriales entre las delegaciones Bahía de los Ángeles y Punta Prieta –aproximadamente 520 kilómetros al sur de Ensenada–, rancheros entrevistados revelaron que algunos narcotraficantes de la región utilizan pistas clandestinas de aterrizaje para avionetas que trasladan estupefacientes.
“Hace unos meses un amigo me invitó a entrarle a lo de la droga. Me dijo que nos íbamos a hacer ricos vendiendo droga de la buena. Yo no lo acepté. Pocos días después ellos bajaron una avioneta cargada con contrabando (estupefacientes)”, narró uno de los rancheros.
Otro explicó que lo mismo le pidió una persona que un día llegó a su rancho con un puño de billetes de 100 y 500 dólares.
“Me pidió que no usara ni el radio ni el teléfono (satelital) ni dijera nada de lo que oyera o viera. Le dije que prefería 20 pesos, pero ganármelos honradamente”.
Una de las pistas que usan los narcotraficantes se encuentra en la parte alta de la sierra de San Juan, distante 200 kilómetros al sur de la delegación de El Mármol, lugar en donde a mediados de junio pasado el Ejército detectó y destruyó un sembradío de mariguana de 120 hectáreas, uno de los más grandes descubiertos en México en las últimas décadas.
De acuerdo con la información obtenida entre los rancheros de la zona, la pista se usó intensamente durante la década de los 30 del siglo pasado por la compañía “Mina San Juan”, que extraía oro y plata de la región y la trasladaba por tren y góndolas aéreas al poblado costero de Las Flores, en el Mar de Cortez.
“(La pista) no se usaba desde los 30, pero los narcotraficantes la rehabilitaron y hemos observado pasar para la sierra varias camionetas que luego bajan y no se detienen en ninguna ranchería de la región. Creemos que son los narcos”, apuntó una de los rancheros entrevistados.
Otro agregó que aparentemente los militares destacados en el poblado de Punta Prieta ya subieron a la pista y la destruyeron.
Lo cierto es que el problema existe en esa región desde hace al menos cuatro años, por lo que los habitantes de la sierra esperan que el gobierno federal realice un operativo a fondo, que termine con la actividad de los delincuentes.
Leyes “débiles” fomentan narcomenudeo
En el ejido Nuevo Rosarito el ex presidente del Comisariado Ejidal, Enrique Meza, señaló que en esa comunidad está muy arraigado el problema de las “tienditas”, o narcomenudeo.
“Le hemos buscado solución de todas las formas. Los soldados se los han llevado (a los vendedores), pero las leyes están muy débiles y no hay como evitar esto. Se los llevan y como el tambachito de drogas que traen no es mucho, tienen que soltarlos. Pagan 25 mil a 35 mil pesos y van para afuera”.
Explicó que los narcomenudistas llegan a Nuevo Rosarito de dos poblados cercanos: por el Norte, de Bahía de los Ángeles; y por el Sur, de Guerrero Negro.
“Se han detectado en el poblado unos 13 adolescentes drogadictos, que son familiares de la gente que aquí vive. Imagínese. Está en una población donde viven 60 o 70 familias”.
Los adolescentes se roban los recursos que tanto trabajo costó a los rancheros y ejidatarios obtenerlos en los fondos y dependencias oficiales. Se trata de bombas de agua, tuberías de riego y herramientas de trabajo.
“Los chamacos con eso compran su droga. Van hasta Guerrero Negro a vender lo que roban aquí. Ahí nadie les pregunta de dónde obtuvieron mercancías que evidentemente robaron en el campo, en los ranchos. Esa es la verdad del problema”.
Que se fajen los pantalones
En la delegación Villa Jesús María, una de las más alejadas al sur del municipio de Ensenada, colindante con el Paralelo 29 y en los límites geográficos de ambos estados peninsulares, Everardo García Galván, ex presidente del ejido Villa Jesús María, fue más exigente y pidió al gobernador José Guadalupe Osuna Millán que ordene la inmediata intervención de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), ya que aquella población tiene muchos problemas de robo y drogadicción.
“Que los del Estado se fajen los pantalones y frenen esto. Que no nada más estén mirando a esa gente (los narcotraficantes) que nada más se la pasan envenenando a nuestros muchachos. Esto lo sentimos porque entre esos jóvenes tenemos familiares”.
Confirmó una vez más que el mayor problema de inseguridad en aquella zona de Ensenada es la operación de innumerables “tienditas”, las cuales se abastecen de los narcotraficantes que operan en Guerrero Negro, distante a no más de 20 kilómetros al Sur de Jesús María.
Ahí, los ejidatarios están dispuestos a hacer crecer el contrato de arrendamiento inmobiliario que tienen con la PGJE para que ésta amplíe sus oficinas e incluso el gobierno del estado construya edificios para diversas dependencias que hacen falta en la región.
“Queremos que los agentes ministeriales se queden aquí, que no se vayan a dormir a Guerrero Negro porque hemos estado observando algunas cosas que no son de nuestro agrado. Esas entradas a Guerrero Negro nos hacen dudar y pensar muchas cosas”, resaltó.
Mariguana, droga principal
De acuerdo con Antonio Osuna Arce, ex delegado en Punta Prieta, la mariguana es la droga que más se consume en las llamadas “tienditas”, que funcionan en la jurisdicción municipal que él coordinó y en donde habitan poco más de mil 500 personas.
Este narcótico suplió al “crystal” como la principal droga de uso entre los adictos, aun cuando a decir del ex servidor público, la drogadicción es un problema que está en vías de desaparecer.
“Aquí se ha limpiado de 50 a 60% de los problemas que había antes. Hace poco se detuvo al que parece era el principal distribuidor (de droga) en la zona y que vivía en Bahía de los Ángeles. Fueron agentes municipales de Punta Prieta quienes detuvieron a los distribuidores en un operativo sorpresa”, explicó.
Lamentó que la Policía Municipal no pueda atender el problema de la drogadicción y el narcomenudeo al 100 por ciento.
“Son agentes preventivos, nada más, pero el ayuntamiento (de Ensenada) se ha preocupado por el problema y la policía municipal ha estado parando y revisando carros donde viajan muchachos. Nosotros hemos reportado este problema a las autoridades competentes (del Estado y la Federación), pero como estamos muy aislados no vienen, y si vienen traen algunas indicaciones, actúan muy rápido y se van sin hacer gran cosa”.
Remató: “¡Nada más alborotan el rancho! Imagínese. Yo tenía cinco agentes para toda la zona y deteníamos gente, hacíamos lo que podíamos. ¡Ellos ni eso!”.