Ciudad de México, 30 de oct (sinembargo.mx) – Agustín Lara siempre ha sido un misterio. Lo fue incluso en vida. Se le conoció por ser un hombre lleno de acertijos, infidelidades, secretos y mentiras. Aunque también, por supuesto, lleno de música, de vida y de encanto. No se sabe a ciencia cierta dónde nació ni cuándo. Tampoco si trabajó en tantos prostíbulos como se cuenta, si fue a un colegio militar, si su padre lo echó de casa o si incluso luchó con Pancho Villa en la Revolución Mexicana. Sin embargo, si hacemos caso a los datos oficiales, este martes 30 de octubre el “Flaco de Oro” festejaría su cumpleaños 112.
El compositor Agustín Lara, fallecido en 1970, fue uno de los mayores rompecorazones de México en el siglo XX pese a no ser apuesto, llevar dentadura postiza y tener una gran cicatriz en su cara, lo que sólo ayudó a acrecentar los misterios de su vida, indican sus biógrafos.
Lara, un conquistador nato con miles de admiradoras, muchas amantes y al menos seis esposas, cantó a la mujer y al romanticismo enamorando a decenas de generaciones de mexicanos. Otros tantos piensan que el “Flaco de Oro” también compuso a la muerte, o al suicidio, un ejemplo claro de esto podría ser su canción llamada “Estrella solitaria”.
“Agustín Lara era un hombre hecho para la fama”, sostuvo el mexicano Pável Granados, quien junto con la periodista Guadalupe Loaeza escribió Mi Novia la Tristeza (Océano 2008), una cuidadosa biografía del artista.
Nació en Tlacotalpan, en el estado de Veracruz, el 30 de octubre de 1900, al menos esa es la versión oficial; sin embargo, Loaeza y Granados, tras una década de investigación, indicaron que Angel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso Rojas Canela del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino (su nombre completo), nació en la capital mexicana tres años antes.
“Era parte de su encanto, quitarse años, dónde nació realmente, si estaba casado o no y con quién, qué pasó desde su nacimiento hasta 1928, y muchas más”, dijo.
Loaeza reconoció que Lara “era un poco utilitario con las mujeres”, ya que éstas “se convertían en una continuidad de él. Eran inteligentes y sensibles, pero a Lara le encantaba ser pigmalión, transformarlas. Las recibía metafóricamente en bruto y él las pulía, las corregía”, enseñándolas desde moda a modales.
“Era un hombre muy infiel, básicamente infiel, pero cuando estaba ahí, estaba al 100 por ciento. Cuando tenía su pareja la hacía sentir como la única mujer del mundo”, sostuvo.
Recordó que “las llenaba de regalos, las amaba, les cantaba al oído, hacía el amor con ellas de una forma apasionada porque era un amante espléndido, pero a la vez podía ser muy evasivo, incluso se casaba sabiendo que ese matrimonio no contaba”, porque seguía casado con alguna otra mujer.
Granados relató cómo, una vez muerto Lara, cuando algunas de sus viudas fueron a reclamar la herencia, descubrieron que sus matrimonios fueron falsos y que el compositor había contratado actores para hacer de juez o sacerdote.
Recordó también cómo a la actriz mexicana María Félix, considerada la mujer más bella de su época, la tuvo “sólo como trofeo ya que acrecentaba su hombría salir con ella”.
“Yo la verdad lo dudo, Lara siempre dio una versión tan novelesca y tan perfecta de su vida que me cuesta creerla, además de que se contradice con la mayoría de testimonios de personas que entrevisté”, dice Granados, para añadir que “mintió mucho”.
De todas, Granados aseguró que “la cicatriz es su principal mentira, la más productiva”, ya que Lara cada vez relataba una historia diferente sobre cómo se la hizo, lo que le dio aún más fama. Según los investigadores, se la hizo una prostituta enamorada de él en un ataque de celos con una navaja de barbero, arrancándole media encía superior con los dientes y la mejilla izquierda.
“De ahí el gesto ‘chueco’ (torcido) característico de Lara”, ya que la dentadura postiza que llevaba no se sostenía sola.
El libro relata también cómo al autor de más de cuatrocientos temas del cancionero mexicano, se le atribuyen al menos ocho que realmente no son suyas, como “Canta”, “Guitarra”, “El Adiós del Soldado” o “Sol de Veracruz”, y además fue acusado de plagio en varias ocasiones.
Lara tuvo también su “embrujo” con España, país al que compuso más de 32 temas, como Granada, Sevilla o el chotis Madrid, muchos de ellos sin conocer aún el país.
“La vida de Lara nunca eclipsó su obra, se valía de su leyenda para sostenerla, que es diferente”, concluyó Loaeza.
“La Doña” le rogó. La tormentosa relación sentimental entre el compositor Agustín Lara y la actriz María Félix es abordada en Mi Novia la Tristeza. Basado en cartas de amor, textos periodísticos y bibliográficos, el libro reconstruye el romance y los años de vida matrimonial (de 1945 a 1948) de esta pareja que aún sigue siendo emblemática en la cultura popular. El libro publica una anécdota donde dice que Félix le rogó.
Desde la primera cita con el trovador, justo cuando se estrenó la película “Doña Bárbara”, “María se dio a la tarea de conquistar a Agustín, aunque, ciertamente, sin ninguna objeción por parte de él… a los pocos meses ya se miraba a la actriz salir todas las mañanas vestida de lo más elegante de la casa del compositor en la calle de Galileo 37, en Polanco”, narra el texto de Loaeza.
Los periodistas no dejaban de seguirlos: “el mejor compositor de México y la actriz más bella del mundo juntos eran la fórmula inmejorable para la fama mutua”.
Pero Agustín aún no había terminado su romance con Raquel Díaz de León, una bella joven tapatía de familia conservadora que terminó trabajando en la casa de citas de La Bandida, en la colonia Condesa, donde la conoció el compositor.
Lara llevaba a su casa de Galileo tanto a Raquel como a María. Una noche que estaba con la primera, después de una terrible pelea con la actriz, ésta se presentó y empezó a tocar. Nadie le abría.
“La Félix, con todo y sus zapatos de tacón, saltó la reja de la calle y se dirigió a grandes pasos a la recámara de Agustín. Apenas le dio tiempo de salir corriendo al pasillo en bata para detenerla. Mientras Raquel esperaba en la cama. Desde allí, con la puerta entreabierta de la habitación, escuchó y vio a María, de rodillas, suplicándole al compositor: ‘Por favor, Agustín, no me dejes. Perdóname, voy a obedecer en todo lo que tú me digas’”.
Lara le contestó: “María, no quiero que hagas estas escenas. Levántate del piso, voy a llevarte a tu casa”.
-Con información de EFE y Notimex-