Es el que más sabe de la música tradicional mexicana. Es también el más político de nuestros cantantes, con más de 100 discos grabados. Óscar Chávez es una leyenda viva del canto popular y es inventor de un estilo inédito de interpretación, ha dicho Eduardo Lizaldi. Aquí recuerda su militancia y su canto durante 1968 y anticipa sus conciertos.
Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).- Óscar Chávez es la voz de México. Y eso que en el principio de su carrera fue actor, estudió teatro y fue dirigido por Héctor Mendoza, Ludwing Margules, Juan José Gurrola y tuvo premios por su trabajo en el filme Los caifanes.
Era por entonces 1966 y México se unía a la voz de la época, una voz revolucionaria, una voz libertaria. Su labor ha sido esencialmente como cantante, ha participado en el Festival de la OTI, en el Palacio de Bellas Artes, en Madrid, en Cuba…en el Auditorio Nacional.
Ha recibido muchos premios, entre ellos como representante por México ante el Comité Internacional Permanente de la Nueva Canción y la primera entrega de las Lunas del Auditorio Nacional.
Este hombre de humildad paciente y artesana, que se sorprende por una obra de teatro y se enciende con una canción que rescata nuestro folclore, estaba vivo y cantando durante 1968. Y como tal recuerda aquellos meses.
“Óscar Chávez es un imprescindible. No es fácil serlo. Un artista que ha mantenido su presencia durante varios lustros sin salir en la televisión; un trovador, un cancionero, una expresión de nuestro sentir colectivo. Óscar ha compuesto canciones que renacen cada vez que un muchacho toma por primera vez un instrumento, canciones que se han metido al corazón de las guitarras, que aún se tocan en las esquinas y los zaguanes de los barrios, en las salas de las familias, en los pasillos de las universidades y entre el ruido que hoy nos aturde pero que no alcanza a opacar la voz que cuenta cómo la niña de Guatemala dio al desmemoriado una almohadilla de olor o que los cien años de Macondo sueñan con José Arcadio mientras revolotean mariposas amarillas, o que pedimos perdón, vida de mi vida, o confesamos que por ti yo dejé de pensar en el mar”, dice el poeta Eduardo Langagne.
“Óscar Chávez es un cantor impar y también una estrella de la música tradicional, pero es mucho mas que eso; es una leyenda viva del canto popular y es inventor de un estilo inédito de interpretación, que confunde, teje, remodela voces nuevas y antiguas con la suya propia, una solida voz baritonal de tesitura extensa, que desde el principio le hubiera permitido acometer partituras de fácil y generalizado consumo, pero ajenas a su cuerda artística y sus intereses”, afirma el poeta Eduardo Lizalde.
Y agrega: “Dotado de un oído excepcional, todo lo escucha sin embargo y junto a su vasta obra de investigador y curador (en términos paleográficos y pictóricos) de la heredad cancionera de todos los tiempos y lugares, no ha renunciado tampoco a subrayar los valores y reinventar los textos y la música de las canciones en boga”.
–¿Qué estaba haciendo usted en 1968?
–Ya cantaba. Empecé a cantar desde muy chamaco. Yo trabajé más o menos 10 años en la estación de radio de la UNAM, como locutor, como actor, a veces cantando, a veces como productor de programas. Fue una experiencia muy importante para mí.
–¿Recuerda a los alumnos, cómo comenzaba a gestarse el movimiento y ese 2 de octubre que fue trágico?
–Sí, claro. Yo cantaba para los estudiantes, empezaba a cantar en las facultades, en el Politécnico, en las escuelas. En 1968 ya había grabado cuatro discos.
–¿Qué recuerda personalmente?
–Fue el ambiente estudiantil era muy interesante, muy vital, la gente muy inquieta y era bonito. La masacre de 1968, fue tremenda. Pasarán muchos años para que se restañe, pero no, son cosas muy dolorosas, no se podrá hacer eso.
–En esa época era muy joven
–Antes de la matanza del 2 de octubre, hubo cosas muy impresionantes, una de ellas fue la Marcha del Silencio que hicimos en la Universidad con el rector Javier Barros Sierra.
–¿Fue entonces que usted adquirió sus ideas de izquierda?
–No, ya las tenía. La cabra tiraba para el monte, se dice así. Porque yo empecé a grabar canciones tradicionales mexicanas, prodigiosamente rica, no se la acaba nunca. Llevaba ya tres o cuatro discos de esa música, pero también había muchas canciones de orden político, canciones de la Independencia, de la época de Benito Juárez, de la Revolución, un material riquísimo.
–¿Los jóvenes cantaban sus canciones?
–No, porque yo empecé a componer más tarde. A muchas de ellas no las conocía la gente. Estaba una zapatista, 30 a 30, la canción de la marihuana, que tiene más de 200 años. Cantaba canciones de la época de Juárez, muchas de orden político.
–Ahora sigue cantando para la UNAM
–La UNAM es una historia de lucha, siempre está presente. Estuve en la Facultad de Medicina hace poco, en la Sala Nezahualcóyotl, nunca he dejado de cantar para ella. Aquí y en provincia he cantado en todas las universidades del país.
–¿Qué es su canto?
–No creo ser único, somos muchos cantantes, lo que sí he hecho es iniciar una moda, por decirlo así, de interesarse en nuestra tradición musical. Todo lo que conlleva, se van ocurriendo cosas, nunca he dejado de componer y mucha canción de orden político. Hice todo un disco dedicado a los zapatistas en Chiapas, hice dos discos relacionados con el problema de la frontera con los Estados Unidos, he grabado discos de música oaxaqueña, de música de Guerrero, de Veracruz.
–Nadie conoce tanto a la música tradicional mexicana como usted
–Afortunadamente ya hay en las nuevas generaciones muchos músicos compositores, ejecutantes, que se han interesado en la música tradicional mexicana. Es inmensamente rica, sobre todo porque en este país hay muchas regiones, no sólo una. Son muchas culturas, eso hace que sea enriquecedor. No es lo mismo la música del Norte que la del Centro. El 3 de noviembre, en el Teatro de la Ciudad, daremos un concierto de canciones sobre la muerte y hoy, 30 de septiembre, daremos un show para festejar los primeros 85 años de la Universidad de Monterrey.