A lo largo de 1969, 1970 y 1971, la discusión no impidió que nos fuéramos preparando para la guerra y el detonador. El fin de la discusión fue la masacre del 10 de junio de 1971, en San Cosme. De ahí nació la guerrilla urbana de 1972, la del MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria) y otros grupos, escribe Marco Rascón Córdova en este texto que conmemora los acontecimientos sucedidos antes y después de la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.
El político y activista relaciona ese tema con el movimiento estudiantil del 68,”pues creo que la guerrilla surgió del movimiento estudiantil y debido a que el gobierno cerró todos los caminos políticos para hacer de la oposición y la crítica, un elemento de cambio, que el país reclamaba”.
Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).– El primer gran aprendizaje es que nos habían derrotado mediante la fuerza y la represión, pero no lo lograron ni políticamente, ni de manera ética.
Desde ese punto de vista, el movimiento estudiantil de 1968 no fue un acontecimiento sino el inicio de un proceso histórico, cuyos objetivos siguen vigentes.
El reclamo de la democracia plena, las libertades y los derechos, el respeto a la Constitución y la legalidad son demandas vigentes y aún no cumplidas a cabalidad.
Es por eso, que el movimiento de 1968 no deja de ser pensado y reclama constantemente la lucha contra el olvido.
Mi 68 fue provinciano pero intenso. En Chihuahua, la relación entre lo educativo y el compromiso social ante del movimiento estudiantil tenía dinámica propia.
Las luchas campesinas contra los latifundios y la contrarreformas jurídicas, como el uso del amparo agrario de los terratenientes, condujeron a que desde las escuelas como la Normal del Estado, las Normales Rurales de Saucillo y Salaices, se planteará la necesidad de la lucha armada y un nuevo proceso de revolución.
Ya para 1965, Chihuahua era un polvorín. El asalto al cuartel de Ciudad Madera, el 23 de septiembre, puso a Chihuahua en el centro de la guerra fría y la cruenta persecución anticomunista a todo aquello que no se subordinara al régimen.
Esto mismo derivó en movimientos universitarios como el de la Escuela de Agronomía Hermanos Escobar de Ciudad Juárez en 1967, y la primera invasión a los terratenientes urbanos de la ciudad de Chihuahua en junio de 1968, y que dio origen a la colonia Francisco Villa.
En la Universidad, la politización y los sentimientos revolucionarios incubaron nuevos procesos guerrilleros, como el de Óscar González Eguiarte y Carlos Armendáriz, que mientras en la ciudad de México se luchaba en las calles, en Chihuahua se daban nuevos enfrentamientos guerrilleros con el Ejército.
Cuando llegó 1968, las autoridades universitarias, ante la huelga inminente, prefirió suspender clases “con motivo de las olimpiadas”. Sin embargo, esto no impidió la movilización estudiantil, el desarrollo de asambleas, la ocupación de los edificios universitarios y el nombramiento de delegados al Consejo Nacional de Huelga (CNH).
Nuestra generación aunque mayoritariamente de estudiantes de secundaria, por ser parte de la universidad, ya para 1968, nos considerábamos veteranos, pues ya habíamos pasado por el movimiento de 1967 y teníamos nuestra propia organización estudiantil.
La defensa del pliego petitorio de los seis puntos del CNH, hubo de ser defendido y explicado en asambleas tumultuarias y derrotar a los que planteaban que los “estudiantes solo debían dedicarse a estudiar”.
El revés de las derechas y ultraderechas en Chihuahua fue casi mortal. El entusiasmo estudiantil y apropiados no sólo de la universidad, sino de las plazas y las calles, junto a los nuevos colonos, los campesinos, maestros, obreros electricistas y ferrocarrileros, nos marcaron definitivamente.
La masacre del 2 de octubre, la recuerdo que fue anunciada en un mitin-concierto en el Paraninfo de la Universidad, donde llegó a cantar Margarita Bauche y por primera vez oímos la canción de Violeta Parra: “¡Que vivan los estudiantes!”. Por la noche, empezó a llegar la noticia confusa de los sucedido en Tlatelolco y eso en vez de intimidarnos, fue como una mecha.
En poco tiempo, en pequeños círculos, ya estábamos discutiendo si íbamos a la lucha política y democrática o lucha armada.
Nada con las elecciones, sin concesiones ante la violencia militar del gobierno. Confieso que en se momento no sabíamos diferenciar entre Estado y gobierno.
A lo largo de 1969, 1970 y 1971, la discusión no impidió que nos fuéramos preparando para la guerra y el detonador. El fin de la discusión fue la masacre del 10 de junio de 1971, en San Cosme. De ahí nació la guerrilla urbana de 1972, la del MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria) y otros grupos.
Relaciono esto con el movimiento estudiantil del 68, pues creo que la guerrilla surgió del movimiento estudiantil y debido a que el gobierno cerró todos los caminos políticos para hacer de la oposición y la crítica, un elemento de cambio, que el país reclamaba.
Es por ello que 1968 y lo vivido en aquellas semanas del 26 de julio al 2 de octubre, se convirtió en una enorme escuela democrática, que hizo que nuestra juventud se sintiera orgullosa de defender la democracia en México, la igualdad, la cultura, el derecho de todos a la educación y hacer valer los principios de la ya casi extinta y olvidada, tergiversada, Revolución Mexicana.
Por ese contexto político, pasamos miles y la izquierda que antes era de puñados, se masificó y de las universidades salieron miles de activistas, militantes, a los barrios, el campo y las fábricas a concientizar sobre la necesidad del cambio democrático y revolucionario.
Lo que se leyó, la música que escuchamos, lo que cantamos, lo que quisimos y nos enamoramos, no nos lo quita nadie y hoy, cuando los más jóvenes de entonces, rayamos los 65 años, buscamos ser contemporáneos y no veteranos, pues el compromiso que adquirimos fue luchar y ser justos toda la vida.
1968 no fue una derrota, fue una siembra de ideales y nuevos mexicanos dispuestos a defender al país.
–Marco Rascón Córdova. Es un referente de las luchas políticas y sociales en el país, y en especial en la Ciudad de México, donde su activismo ha movido acciones en beneficio de las clases más necesitadas. Creador del mítico Superbarrio, que representó las luchas urbanas después del sismo de 1985. Tomó las armas en su juventud contra la represión del régimen y permaneció en prisión varios años. Fundador del Partido de la Revolución Democrática y Diputado federal (1994-1997), se le recuerda por ridiculizar a la clase política y al régimen en decadencia. Tras una extensa carrera dentro y fuera de partidos políticos, fue registrado por el Partido Humanista de la CdMx como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad en la elección del 1 de julio de 2018.