El poeta Mario González Medrano habló con SinEmbargo sobre su más reciente obra que evoca la sacudida que experimentó por doble el centro de México en septiembre de 2017 y sobre cómo hemos aprendido a convivir con una presencia invisible sísmica que está presente todo el tiempo: “todo el tiempo creemos que algo se está moviendo debajo de nosotros”.
Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).– “Un poema que no es sincero, es evidente, no transmite emociones. La poesía tiene que ser muy directa, sincera, transparente”, compartió en entrevista el poeta y periodista Mario González Medrano, quien acaba de publicar El pie bajo su escombro, un poemario editado por Ediciones del Lirio.
En cada uno de los versos, Mario González Medrano se adentra en los escombros de aquel septiembre de 2017, en el que el centro de México se vio cimbrado por dos sismos, con 12 días de diferencia. En ese sentido, escribe:
Septiembre es la retina
de esta ciudad. Almacena
la misma imagen, acumula
luces de verde a opaco,
de gris a cataratas;
septiembre, ese Odiseo,
pescador involuntario,
pisa con su huella el mar
mientras clava su planta
a la tierra, bajo la sombra
de un árbol de frutos muertos.
A la par que recorre la sacudida emocional de esos días, también evoca un proceso de reconocimiento identitario, familiar. “Quien entre a El pie bajo su escombro entenderá que hay un proceso también de reconocimiento de la familia, del reconocimiento con el abuelo, el reconocimiento con los padres y ahí hay un propio sismo, un propio sismo interior y que siempre este proceso familiar sin duda son las cloacas, son las, digamos, los ríos subterráneos que recorren la ciudad y arriba está esa parte de la ciudad cayéndose”.
Mario González Medrano platicó cómo siempre ha entendido la poesía como un género personal, en el cual encuentra la mejor forma de descifrar sus propias exterioridades. “Los versos para mí empezaron a formar parte de la escritura cotidiana, mientras acontecía este proceso narrativo de los medios de comunicación orales y escritos para mí, la metáfora, el verso corto, casi siempre es el que utilizo, lograron hacerme entender mi propio universo dentro de esta, caída dentro de este derrumbe”.
Mario indicó que en toda obra, como la suya, hay dos procesos: uno muy evidente y uno subterráneo. “Lo que procuro fue entablar una relación entre lo que yo llamo un presagio y lo que ocurre después con la caída, no solamente estructurales, no solamente edificios, sino que se caen esperanza, se cae la moral, se cae un poco la vida misma, por supuesto, pero todo ese acontecer del futuro, que es el futuro inminente, que para nosotros ya empezó a tener un color, se empezó a mostrar un tanto polvoriento, sanguíneo, se mostró con un color más rojo.
“Lo que nosotros no conocíamos empezó a tomar forma y creo que para mí fue importante entender que la tierra siempre nos está avisando, la tierra sabe y en este proceso de rotación y traslación, que son quizá conceptos básicos, nos demuestra la tierra que siempre nos está avisando que algo va a ocurrir con la lluvia, con los movimientos, como el del 7 de septiembre que fue un presagio de lo que ocurriría después el 19, que fue un sismo duro y nadie esperaba que un 19 de septiembre otra vez el mundo nos volviera a recordar que es este ciclo y nos entendimos otra vez en un día que sí puede ser que es trágico y que de a poco se volverá un día de carácter nacional”.
Mario González Medrano puntualizó cómo los habitantes del centro de México hemos aprendido a convivir con una presencia invisible sísmica que está presente todo el tiempo: “todo el tiempo creemos que algo se está moviendo debajo de nosotros. Además, ocurre que hoy en día estos microsismos, nos dejan entender que en cualquier momento el mundo va a volver a colapsar y esperemos que no, siempre uno habla de estas posibilidades muy reales, pero que parecieran incluso ficticias”.