Un experto alertó que las posibilidades de un vínculo entre COVID y el Alzheimer “son reales y preocupantes”, aunque aún es pronto para saber “si esto realmente va a derivar en cambios cognitivos a largo plazo”.
Por Lauran Neergaard
Los Ángeles, 30 de julio (AP).- Los científicos intentan desentrañar por qué algunos sobrevivientes de la COVID-19 sufren de una “niebla cerebral” y otros problemas que pueden durar meses, y nuevos hallazgos dejan entrever algunas superposiciones preocupantes con el mal de Alzheimer.
Un estudio de adultos mayores en Argentina encontró una cantidad sorpresiva de cambios en la memoria y el razonamiento similares a la demencia durante al menos seis meses después de contagiarse de coronavirus, independientemente de la severidad de la infección. Otros científicos detectaron proteínas relacionadas con el Alzheimer en la sangre de neoyorquinos cuya COVID-19 desató síntomas cerebrales tempranos.
Los hallazgos preliminares fueron reportados en una reunión de la Asociación de Alzheimer el jueves. Los expertos resaltan que se necesitan muchos más estudios — algunos ya en curso — para determinar si la COVID-19 pudiera elevar el riesgo de padecer Alzheimer y otros problemas cerebrales más adelante en la vida o si a la larga las personas se recuperan.
Las posibilidades “son reales y preocupantes”, pero es demasiado pronto para saber “si esto realmente va a derivar en cambios cognitivos a largo plazo”, advirtió el doctor Richard Hodes, director del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento.
Su agencia no participó en el estudio dado a conocer el jueves, pero inició ya su propia investigación a gran escala para intentar determinar los posibles vínculos.
“Si tuviste COVID, esto no significa necesariamente que sufrirás un impacto”, concordó Heather Snyder, de la Asociación de Alzheimer.
Pero proteger al cerebro de la COVID-19 ofrece otra razón para vacunarse, añadió.
Algunos indicios sobre el riesgo provienen de un estudio que monitoreó a unas 300 personas en la provincia argentina de Jujuy y en el que se mantuvo un registro de salud de todos aquellos que se sometieron a pruebas diagnósticas para el virus, independientemente de si tenían síntomas o no. Los investigadores examinaron el registro para detectar a personas de 60 años y mayores que no tenían historial de problemas cerebrales antes de la pandemia, y se les preguntó si estaban dispuestas a someterse a exámenes cognitivos.
“Inspira bastante miedo, para decirlo con franqueza”, dijo el doctor Gabriel de Erausquin, del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio, que encabeza el estudio.
Entre tres y seis mes después de que se infectaran con coronavirus, aproximadamente 20 por ciento de los adultos mayores tenían problemas con la memoria a corto plazo. Y 34 por ciento tenían problemas más profundos, incluyendo dificultades para recordar palabras y con la memoria a largo plazo, algo que De Erausquin dijo era un “síndrome similar a la demencia”.
La severidad con que los afectó la COVID-19 no fue un vaticinio de los problemas que vendrían después. En lugar de ello, los que estaban más en riesgo presentaron una pérdida persistente del olfato. A menudo dicha pérdida es temporal con la COVID-19. Pero De Erausquin hizo notar que la región olfativa del cerebro está vinculada directamente con áreas cruciales para la memoria, y en ocasiones una pérdida del olfato es un indicio temprano de padecimientos degenerativos como el Alzheimer y el mal de Parkinson.
El estudio dará seguimiento a los participantes durante tres años para ver cómo evolucionan. Aunque los primeros hallazgos estaban enfocados en los adultos mayores, De Erausquin dijo que existe otra evidencia de que los problemas persistentes en sobrevivientes más jóvenes de la COVID-19 tienden a centrarse más en la capacidad para concentrarse.