Tomasa Cruz Zeferino, esposa de Cristóbal Capistrán Pedraza, desapareció hace once días en la comunidad Manuel León, Amatlán de los Reyes, en Veracruz, y teme la hayan levantado los Zetas. Sin embargo la situación se le muestra precaria, pues las autoridades no le han dado respuestas satisfactorias cuando cada minuto es indispensable al momento de buscar víctimas de desaparición. Asimismo, el campesino de 60 años de edad asegura no tener dinero para pagar un rescate -en caso de que llegaran a pedírselo-, aunque no duda en seguir buscando al amor de su vida bajo el consejo de algunos curanderos locales, mismos que le han recomendado buscar a Tomasa en los cañales, los barrancos y los pozos de agua. Mientras, es gracias a las donaciones de locatarios es que Don Cristobal sostiene su búsqueda.
SinEmbargo presenta en los siguientes días una serie realizada por el grupo de valientes periodistas de BlogExpediente en Veracruz. Ésta es la segunda entrega…
PARTE 2: LOS DESAPARECIDOS DE VERACRUZ
Por Miguel León Carmona
Amatlán de los Reyes, Veracruz, 30 de julio (BlogExpediente).- “Si he salido a buscar a mi esposa, ha sido con puras limosnas. Tengo miedo que la tengan los malosos. Si es eso, que me perdone, pero no me alcanza para el rescate. Hace días que desapareciste. Te estoy esperando, mi niña”, dijo Cristóbal Capistrán Pedraza, un campesino de 60 años.
El hombre no llora, eso está prohibido para los de su apellido. Sin embargo, ruega frente a un altar que improvisó con la fotografía en papel de Tomasa Cruz Zeferino, que las palabras de los curanderos de su comunidad no se cumplan, como cuando anuncian las lluvias por sus parcelas de café.
“Dicen que la secuestraron los Zetas, que la busque rápido en los pozos, por los barrancos y cañales, que por allí puede que aparezca degollada”, predicciones humeantes, guiadas más por hechos a la redonda, que de poderes ancestrales, tienen arrinconado a Cristóbal, sin comer, ni dormir, organizándose para la siguiente búsqueda.
La desaparición de la mujer, habitante de la comunidad Manuel León, Amatlán de los Reyes, Veracruz, fue dictada ante el Ministerio Público de la ciudad, carpeta de investigación 158/2016.
Se le vio por última vez la mañana del lunes 18 de junio de 2016. Se reuniría con su esposo en la ciudad vecina de Córdoba para surtir la despensa con 200 pesos. Jamás llegó a la cita. A Don Cristóbal le preocupa, pues no sabe leer ni escribir.
El pueblo y sus 2 mil habitantes, según los Catálogos de Localidades de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), se han unido a la tragedia que embarga a Cristóbal. Unos cuantos cooperan para la gasolina para así salir a buscarla a las ciudades vecinas; otros rezan desde el interior de sus casas, temerosos de ser captados por la lente algún halcón.
Consternación que se ha asentado en la comunidad, pues sus pacerlas, en los últimos días, no sólo han sido fértiles para la milpa y el café de exportación. Los terrenos al pie de la montaña han sido elegidos por los sicarios para para arrojar las cabezas de sus víctimas.
Para muestra, el primero de junio del año corriente, el cuerpo de Juan Carlos Barojas Cruz, de 37 años fue hallado a orillas de una parcela de la comunidad Manuel León. Minutos antes, la cabeza del finado había sido arrojada en el parque Bicentenario en la ciudad de Córdoba, acto que impactó a nivel nacional por considerarse un hecho intimatorio, en vísperas de las elecciones a Gobernador de Veracruz.
Escarnio similar vivieron los habitantes de la zona el 11 de agosto de 2015, cuando en aquella ocasión, una mujer de 20 años, vecina de la ciudad de Cuitláhuac, fue delatada por su olor putrefacto. Esta vez, junto a matas de café, la cabeza por un lado y el resto, escondido con hojarasca, metros adelante. El cadáver presentaba huellas de tortura.
Este contexto violento y las advertencia de los curanderos fueron lo que llevó al señor Cristóbal Capistrán a organizarse con vecinos y acudieron el pasado 22 de julio a la Fiscalía Regional de Córdoba a exponer el caso, con cartulinas, a Luis Ángel Bravo Contreras, quien terminaba de atender a una veintena de casos de desaparición y desaparición forzada con el colectivo liderado por Aracely Salcedo Jiménez.
“Me dijo que estuviera tranquilo. Que no encontraba problema alguno, pues mi familia no es de dinero. Así que no se trata de un secuestro. Me prometió que va agilizar todos los trámites para dar con mi señora lo más antes posible”, comparte el campirano.
Es así como Don Cristóbal se sienta a platicar el último reporte con vida de Tomasa Cruz Zeferino. Corre por una fotografía y presume. “¿A poco no es bonita?, ojalá esté por ahí perdida, que alguien le dé un taco para comer. Dios quiera no lo hayan levantado esos cabrones”.
“NOMÁS ÍBAMOS A HACER EL MANDADO”
La mañana del lunes 18 de julio, Don Cristóbal despertó sincronizado con la resolana. No quiso despertar a Tomasa. Preparó café negro y llevó con una concha de vainilla el desayuno a la cama. Escribió una nota y avisó que se adelantaría a la ciudad de Córdoba, cuidad vecina a Amatlán de los Reyes. Allá se vería. Ese era el plan.
“Vecinos dicen que la vieron a las nueve de la mañana, paradita en la esquina”. El conductor del autobús confirmó que a la señora la vieron bajar al menos un kilómetro antes del sitio que le dejó escrito Don Nicolás.
De acuerdo con la ficha de desaparición, misma que ya se replica en las calles de Amatlán y Córdoba, Tomasa salió vestida con una blusa color rosada, falda hasta las rodillas, café, decorada con rosas blancas bordadas.
“Hasta le dejé 200 pesitos para el pasaje. Regresé y el dinero estaba allí. Se fue nomás con su monedero. Lleva su credencial de elector y su teléfono. La gente dice que a lo mejor se fue con otro señor. Pero yo le juro que nos queremos. El terreno está a su nombre, es la dueña de mis parcelas, hasta le puse el servicio de Sky, (televisión por cable). Así nos enseñó mi apá. Aquí no le falta nada”, reprocha el hombre conteniendo el llanto.
Don Cristóbal, su único familiar directo, llamó todo el día a celular 271 – 180 – 10 – 90; sin embargo, a las 15 horas la contestadora ya reportaba el equipo fuera del área de servicio. Todavía hubo una última conexión en su cuenta de Whats App, registrada a las 16 horas con 50 minutos. Es lo último que se ha sabido de la mujer nacida en el estado de Puebla.
“VAMOS A ALZAR LA VOZ, CAIGA QUIEN CAIGA”
El día de la desaparición, la mujer que se hace llamar Silvia llamó a un familiar de Cristóbal, pidió que fuera a su domicilio al otro extremo del pueblo, pues sabía quién tenía a Tomasa Cruz. Los afectados citaron lo anterior ante el Ministerio Público. Sin embargo al ser llamada a declarar, la mujer negó todo. Además se identificó con un nombre diferente.
De la mujer, que al parecer es sexoservidora, presume relaciones con “personas malas en el pueblo”. “Ella ha dicho que tiene hijos coroneles en la milicia. Pero llegó al pueblo de la nada. Vamos a alzar la voz, caiga quien caiga” advierte el campesino mientras sus familiares le piden que hable más bajo.
La señora Tomasa llevaba un año de haber iniciado una relación amistosa con Silvia. Sin embargo, “ahora cada vez que la llaman a su celular para preguntar por el paradero quien decía ser su amiga, contesta que no es niñera de nadie”, acusa el entrevistado.
Es toda la información que se tiene hasta el momento de la ama de casa, en este ejercicio forzoso para los afectados, quienes tienen que suplir el papel de investigadores de la Fiscalía de Luis Ángel Bravo Contreras.
Se trata de una mujer que no rebasa el metro con 50 centímetros, de piel blanca y cabello rizado. “Una mujer bien chula”, presume Don Cristóbal. “Llevamos 24 años de estar juntos. Fue un enamoramiento a primera vista. Ella tenía 15 años y yo 35. Me la traje a mi casa. Solicité un papel con el agente municipal y pedí permiso a sus abuelos”.
Don Cristóbal, al final de la entrevista, asegura que extraña a su única compañera a sólo seis días de su ausencia, y que ya echa de menor regresar de la cosecha y ver las tortillas a mano, los frijoles caldosos y el agua de chaya. “Ahora quién me tendrá mi ropita planchada, quién me pondrá el agua en la leña para bañarme. A las seis de la tarde ya estábamos acostaditos”.
Así la situación para el campesino veracruzano de los 900 pesos a la semana, quien a la fecha el problema de la escasez en la cosecha y la desaparición de su esposa lo tienen deprimido, sin dinero, asegura, ni para las copias que anuncian el extravío.