Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).– El cerebro es, tal vez, el órgano más complejo del los animales –incluidos los humanos–. Formado por células (neuronas) que son muy diversas y complejas, éste cuenta con una red que comunica a unas con otras y mediante esto coordina nuestras funciones como las relacionadas con movimientos, sueño, conducta, etcétera.
De acuerdo con un artículo publicado en la Biblioteca Digital del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa “El cerebro de la iguana, el de Kant y el del hombre común funcionan con los mismos principios básicos”, y esto se debe a que “las diferencias entre la especie humana y los otros animales no son tan grandes, en lo que se refiere a su comportamiento biológico, y que la enorme diferencia […] radica no en una diferencia en los principios generales con los que opera el sistema nervioso, que son exactamente los mismos, sino en la extrema complejidad de las conexiones interneuronales y tal vez en otros elementos que aún desconocemos”.
Ciertamente, el cerebro de los humanos puede resulta el más complejo entre los animales, puesto que poseemos capacidades cognitivas que no suelen observarse en otra especie, como el raciocinio o nuestros distintos tipos de memoria (que incluyen la capacidad de “revivir” recuerdos); no obstante, los cerebros de todos los animales han respondido a diversas modificaciones producto de su evolución por lo que dar un recorrido por las funciones de algunos de los “sesos” de los animales puede resultar fascinante.
Entre los ejemplos podemos encontrar a las moscas; animales que tienen una capacidad de respuesta con una velocidad que muchas especies envidiarían. Según un estudio realizado por el Instituto de Neurobiología Max Plank, de Alemania, la capacidad de las moscas es superior a la de nuestros ordenadores. Esto deriva de que estos animales son capaces de ver en un segundo varios movimientos de forma simultánea y evidentemente tienen un cerebro lo suficientemente “poderoso” para procesar esa información.
Otro caso interesante es el de las avispas, que de acuerdo con un estudio realizado por científicos de la Universidad de Washington, son capaces de tener cerebros con cambios evolutivos diferentes acorde a sus interacciones sociales. Así, por ejemplo, una avispa reina suele tener una estructura cerebral distinta a las de las avispas obreras (hembras), puesto que están destinadas a formar su propia colonia.
Ya que hablamos de adaptaciones en los cerebros, hablaremos del de los animales urbanos: algunos estudios sugieren que éstos se han adaptado a la vida urbana teniendo mayor crecimiento, cuestión que permite que los animales que se desenvuelven cerca de nosotros sean más audaces y cautelosos. Palomas, ratas, mapaches, perros… Un ejemplo claro es el de algunos cuervos que han sido observados en Japón lanzando sus nueces a la calle para que algún coche las abra y después [aparentemente] esperan a que el semáforo se ponga en verde para ir a recoger su nuez (cuestión que indica que han aprendido a distinguir la “orden” del semáforo).
Pero si sorprende que un cuervo tenga un cerebro capaz de procesar estas informaciones, tal vez pueda resultar más increíble que las sanguijuelas tengan 34 cerebros funcionando simultáneamente o que las arañas tengan un cerebro tan grande que no les quepa en la cabeza: según un estudio realizado por el Instituto de Investigación Tropical Smithsonian, de Panamá, algunas especies de arañas, sobre todo las más pequeñas, suelen tener distribuido su sistema nervioso central hasta en un 80 por ciento de su cavidad (incluida una buena parte de sus patas).
¡Ah, pero en la naturaleza no todo es cuestión de cerebro! (parece que nuestros políticos tienen conciencia de ellos). Existen casos como los del pez lanceta que no tiene propiamente un cerebro, sino un cordoncito nervioso situado apenas en una región de su cabeza. O el de las esponjas, que simplemente no tienen cerebro (por cierto, tampoco corazón). O “peor aún”: las ascidias: unas criaturas marinas que cuentan con ganglios cerebrales hasta que en su etapa madura encuentran “su coral ideal”, lugar al que se adherirán tras “comerse su propio cerebro” convirtiéndose así en una forma de vida sin inteligencia ni capacidad de movimiento.
Si quieres conocer un poco sobre la forma de los cerebros de algunos animales, te invitamos a dar click en esta actividad interactiva.