Un doctor alerta sobre la posible propagación del virus de la viruela del mono en la córnea, dando lugar a la queratitis, una inflamación de dicha parte del ojo.
Madrid, 30 de junio (Europa Press).- La erupción cutánea que se da con esta enfermedad puede propagarse en el 20 por ciento de los casos a la conjuntiva, la membrana que recubre la parte blanca del ojo, según ha advertido el doctor Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso, de la unidad de córnea y cristalino del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.
Además, tal y como recoge un estudio de The Lancet, estas complicaciones pueden producir inflamación de la córnea, llamada queratitis.
“Esto se debe a que la córnea forma junto a la conjuntiva la superficie ocular, es decir, la primera capa de defensa del ojo. Por esta relación, y al ser ambas la primera envoltura del globo ocular, muchas veces se afectan de forma conjunta, como es el caso de la viruela del mono“, ha explicado el experto.
La queratitis también puede producirse por bacterias, hongos y protozoos, sequedad ocular, irritaciones por agentes físicos y químicos (incluidos las radiaciones ultravioletas y el uso de lentes de contacto) y procesos alérgicos. Casi siempre estas queratitis son superficiales, pues afectan a las capas más externas de la córnea.
Entre los síntomas más comunes, además de la alteración de la agudeza visual, están el dolor agudo y la irritación, que pueden llegar a producir dificultad a la hora de parpadear. “También suelen ser habituales los ojos rojos, el picor ocular, el lagrimeo excesivo y, en muchas ocasiones, la fotofobia, es decir, el exceso de sensibilización a la luz”, ha indicado la doctora Pilar Quiroga, oftalmóloga del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.
En este sentido, según el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, también se pueden producir afectación en las capas profundas, aunque con menos frecuencia, y con unas consecuencias más graves, como opacidades corneales permanentes. Para tratarlas, es preciso un trasplante corneal denominado queratoplastia. Este trasplante puede ser lamelar, es decir, sólo se trasplanta la parte afectada de la córnea (epitelio, estroma o endotelio).
“Hace unos años, la córnea sólo se podía sustituir por otra completa, trasplantando todas sus capas. Ahora, los avances han permitido que podamos sustituir sólo las capas dañadas, lo que reduce drásticamente el índice de complicaciones como rechazos, fallos del injerto o glaucoma, así como el tiempo de recuperación visual. Además, si con el paso de los años ocurre una recidiva de la patología o cualquier otro problema, se puede sustituir ese botón corneal por otro nuevo conservando siempre el endotelio del paciente”, ha señalado Fernández-Vega.
Para detectar esta afección a tiempo, es imprescindible acudir al oftalmólogo y someterse a un examen ocular con el que se detectará la extensión y el efecto que ha causado sobre las estructuras del ojo. Además, se puede pedir un análisis de las lágrimas con el fin de detectar el carácter infeccioso del problema.