Ana Cristina Ruelas
30/04/2019 - 12:03 am
La disputa de la palabra
La semana pasada, ARTICLE 19 publicó una alerta tras las amenazas que recibió el director editorial del Diario Reforma, Juan Pardinas por la publicación que este diario realizó respecto al reforzamiento de las medidas de seguridad en el domicilio particular del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Después, el 26 de abril, el mandatario informó que […]
La semana pasada, ARTICLE 19 publicó una alerta tras las amenazas que recibió el director editorial del Diario Reforma, Juan Pardinas por la publicación que este diario realizó respecto al reforzamiento de las medidas de seguridad en el domicilio particular del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Después, el 26 de abril, el mandatario informó que su gobierno no utilizaría el aparato del Estado para reprimir a la prensa y que se garantizaría la protección de Pardinas. Sin embargo, anteriormente y de manera reiterada, el discurso de AMLO había descalificado a ese medio de comunicación.
Al respecto, creo que es importante recuperar algunos fragmentos del informe recién publicado por ARTICLE 19, Ante el silencio, ni borrón ni cuenta nueva, respecto a la disputa de la palabra y la polarización que provoca un discurso discriminatorio, de odio, que estigmatiza o incita a la violencia.
En el informe advertimos que “el sentimiento de desamparo y la intención real de un cambio, de sacar al PRI de plano del poder, de luchar contra el sistema, provocó la simpatía de más del 50% del electorado con la plataforma de Andrés Manuel López Obrador, que reconocía que la corrupción es uno de los factores de la desigualdad y, por tanto, de la exclusión y que “la mafia en el poder” debía ser derrocada a fin de revertir dicha desigualdad.
Así, la lucha “antisistema” tuvo sentido y también dio pauta a las elecciones más violentas de la historia reciente en México y y con ello a la profundización de la polarización ya existente. La necesidad del cambio y la lucha por el poder, fueron el contexto idóneo para iniciar una guerra de descalificaciones y al uso de las campañas de desinformación para exacerbar los ánimos de todos aquellos que por un lado estaban sedientos por participar y pugnar por un cambio definitorio en la vida del país y por otro, los que buscaban mantener el status quo. De esta manera el discurso se dividió en sectores anti – PRI-AN y en los anti – AMLO; entre cambio y continuidad.
La propia naturaleza de la democracia hace que en periodos electorales, las manifestaciones de simpatía o desprecio por determinada ideología o candidato que representa mejor los intereses de cada quien, salga a relucir en todos los ámbitos de la vida social y con ello en todas las plataformas. La difusión de información y de propaganda propicia el debate y la confrontación de ideas que permite tomar mejores decisiones al electorado. Esta confrontación en el marco electoral muchas veces implica la difusión de discursos que pudieran resultar chocantes o irritantes para determinado grupo de personas, pero que necesita de especial protección por tratarse de temas de interés público y no deben censurarse.
No obstante, la polarización del discurso en México, que se intensificó en el periodo electoral, se ha convertido en un patrón de actuación de funcionarios públicos, medios de comunicación y sociedad, y ha generado una ola de estigmatizaciones sin precedentes en la cual se hace difícil distinguir en qué momento estamos frente a un discurso protegido por la libertad de expresión y cuándo estamos frente a un discurso discriminatorio, de odio o de incitación a la violencia; y por lo tanto cuándo y cómo debemos actuar frente a éste.
A lo largo del proceso electoral, el hoy Presidente dejó claro en su narrativa el desprecio por aquellos que se habían servido del poder viniesen de donde viniesen. De esta manera, el discurso que manejó a lo largo de este proceso dejó en claro que los “fifís” eran todos aquellos conservadores de derecha que buscan mantener sus privilegios y promover el modelo económico neoliberal y que por lo tanto estaban en su contra. Por su parte, los anti-AMLO, que eran minoría, calificaban a aquellos con ideologías de izquierda y antisistema como “chairos”.
Si bien estas expresiones fueron apropiadas de forma genuina para acentuar las diferencias ideológicas, su empleo estigmatiza y en ocasiones criminaliza las afinidades sociopolíticas que en ejercicio de la autodeterminación cada persona realiza. Autodeterminación que no puede entenderse de forma maniquea ni reducirse a la clásica distinción entre “el bueno y el malo”.
A pesar de que las elecciones han concluido, estos calificativos siguen utilizándose y se han enarbolado como una división entre los habitantes de este país. Escenario que no abona a la participación ciudadana, ni al debate público puesto que no se centra en el escrutinio público de los actos de autoridad, sino en descalificativos de cualquier índole para restar credibilidad a los argumentos del otro y en ocasiones, para afectar el ejercicio legítimo de derechos humanos y la dignidad de las personas”.
Hoy, México ha caído en un duelo de reprobaciones por afinidades políticas, por defender una forma de conducir el Estado mexicano frente a otra. Eso de entrada, en cualquier democracia, puede considerarse normal; sin embargo en un contexto de alta conflictividad y violencia estatal y social, puede tener repercusiones negativas. En términos de la libertad de expresión, es necesario tener en cuenta, por ejemplo, que solo en 2018, ARTICLE 19 documentó 544 agresiones contra la prensa y 9 asesinatos, que México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en el continente y, por lo tanto, que un discurso que califica como “mala” a la prensa puede envalentonar a cualquiera que tenga el ánimo de hacerlo, como ahora lo hicieron con la amenaza que recibió el director editorial de Reforma.
No podemos olvidar que estamos en un momento histórico de suma polarización, donde incluso nos cuestionamos la institucionalidad y la gobernabilidad democrática. En este escenario el discurso chocante y hasta ofensivo – en principio protegidos también por el derecho a la libertad de expresión- puede decantar, bajo ciertas circunstancias, en discurso de odio, discriminatorio o de franca incitación a la violencia.
Sin embargo, es importante reconocer que ese discurso sólo puede combatirse con el compromiso del gobierno de fomentar una cultura de reconocimiento a la diversidad, con los contraargumentos que puedan detonar los medios de comunicación y con el rechazo de la sociedad.
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