La informalidad es uno de los mayores problemas laborales en México que a cerca de seis de cada diez empleados, que viven y trabajan al día y sin poder asegurarse un colchón económico. “Como vamos al día, no podemos pensar en tener una pensión. En esto del comercio no recibes pensiones, ni ayudas”, explica una mujer.
Por Martí Quintana
México, 30 abr (EFE).- Sin contrato, pensión ni seguro social, la informalidad es uno de los mayores problemas laborales en México, pues afecta a cerca de seis de cada diez empleados, que viven y trabajan al día y sin poder asegurarse un colchón económico.
Melchor García tiene 65 años y trabaja de bolero (limpiabotas) en Polanco y Anzures, dos barrios acomodados de la capital, ganando unos 300 pesos al día (unos 16 dólares).
Cerca de los sesenta tuvo que cambiar de oficio porque perdió su anterior empleo; ayudaba a aparcar automóviles en la vía pública.
“Sí me preocupa el futuro, de cuando deje esto porque ya no pueda moverme”, relata a Efe el hombre, que se mueve en bicicleta con una pequeña caja donde guarda los utensilios de limpieza y un taburete.
Sus preocupaciones son similares a las de los 29.8 millones de trabajadores informales que contabilizó el país en 2016, el equivalente al 57.2 por ciento de la población ocupada, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Tomando la definición de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Inegi considera economía informal unidades como micronegocios, la agricultura de subsistencia o el servicio doméstico remunerado.
También las variedades de trabajo ligadas a unidades económicas registradas o formales, pero que desempeñan su labor bajo condiciones de desprotección laboral.
Reina Méndez tiene 48 años y más de 30 trabajando en tianguis (mercados), vendiendo productos para el cuidado personal.
Un trabajo cansado, de 6:00 de la mañana a 6:00 de la tarde, que comenzó su padre y ahora también sigue su hijo, vendiendo entre los tres unos 900 pesos diarios (unos 48 dólares).
“Como vamos al día, no podemos pensar en tener una pensión. En esto del comercio no recibes pensiones, ni ayudas”, explica la mujer, que goza de seguro gracias a su hija, pues en México se puede dar cobertura a familiares directos cuando uno tiene este seguro.
En ello coincide Héctor Alonso, de 35 años, hijo del propietario de una concurrida parada de tacos que cuenta con varios ayudantes.
“Un muchacho de aquí va ganando entre 250 y 300 pesos diarios (entre 13 y 16 dólares)”, describe el taquero.
Cuestionado sobre su futuro, afirma que de momento no se plantea el problema de no tener una pensión. Lo que importa ahora es el contante.
“Mientras uno venga a trabajar, hay dinero para los gastos. Y si un muchacho no quiere venir, es cosa de él. Ya sabrán ellos. (…) Cuando se trabaja en una fábrica no es más que el sueldo mínimo lo que ganan”, relata Héctor.
México tiene uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina, con 80,04 pesos diarios (unos 4,25 dólares), y es el que ofrecen muchas empresas para trabajadores no cualificados.
Ello empuja a muchas personas a trabajar en la informalidad. Al fin y al cabo, se gana un poco más.
Ante el desempleo y los bajos salarios, “se tiene que buscar una alternativa, una estrategia de supervivencia”, y ello se ha traducido en una “presencia muy fuerte” de la economía informal, cuenta a Efe la profesora-investigadora Graciela Bensusán, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La doctora en Ciencia Política remarca que si bien la tasa de informalidad bajó en los últimos años entre 2 y 3 puntos porcentuales, los empleos que se han “formalizado” son de “muy bajo salario”.
El caso de Rafael (nombre ficticio) es también un ejemplo de informalidad, si bien por su condición migratoria no entre probablemente en las encuestas.
El joven tiene 28 años, es de Costa Rica y lleva tres años en México con una visa de estudiante para una escuela de danza.
Para mantenerse, y sin permiso de trabajo, da clases de danza en una academia. Trabajó también en publicidad e incluso como bailarín para un proyecto educativo de una institución privada, que le pagaba “bien y al corte” (en efectivo y sin necesidad de facturar).
Con los distintos empleos informales gana mensualmente entre 5 mil pesos (unos 265 dólares) y 6 mil pesos (unos 318 dólares), pero vive con el miedo de ser denunciado, e incluso deportado, y anhela obtener el permiso de trabajo.
De acuerdo con datos del Inegi, en 2015 la economía informal representó el 23.6 por ciento del PIB.
De este porcentaje, 11.3 por ciento corresponde a aquellos negocios no registrados de los hogares dedicados a la producción de bienes o servicios.
El 12.3 por ciento restante salía de las otras modalidades de informalidad, que refieren a todo trabajo que, sin ser micronegocios, no cuenta con el amparo del marco legal e institucional.