Si Qatar quiere un entusiasta elogio de su transformación para compensar las protestas de grupos de derechos humanos, puede recurrir a Infantino. El suizo-italiano no necesitó volar a Doha esta semana para las reuniones de la FIFA ni para el sorteo que definirá los grupos del Mundial.
Por Rob Harris
DOHA, Qatar, 30 de marzo (AP).— En medio de las persistentes muestras de indignación por la elección de Qatar como sede, Gianni Infantino no está completamente aislado de las divisiones que genera la próxima Copa Mundial.
“Yo fui uno de los que emitieron también críticas cuando fui elegido presidente”, recordó el líder de la FIFA.
No más.
La elección de esta sede mundialista —la más controversial en la historia de la FIFA— fue heredada por Infantino en 2016, cuando tomó las riendas del organismo rector del futbol mundial. Sin embargo, decidió mantenerla en pie.
Si Qatar quiere un entusiasta elogio de su transformación para compensar las protestas de grupos de derechos humanos, puede recurrir a Infantino. El suizo-italiano no necesitó volar a Doha esta semana para las reuniones de la FIFA ni para el sorteo que definirá los grupos del Mundial.
En los últimos años, Infantino ha pasado la mayor parte de su tiempo en la pequeña nación del Golfo Pérsico, en lugar de en la sede de la FIFA en Zúrich.
De modo que se ha visto rodeado por los trabajadores migrantes de bajos ingresos que se han encargado de reformar el país, a un coste que Qatar estima en 200 mil millones de dólares. El compromiso de Qatar de invertir en estadios, hoteles e infraestructuras de transportes no se ha visto siempre acompañado de protecciones para los trabajadores ante la explotación de empleadores abusivos que les retienen pagos, violan sus derechos y no les proporcionan condiciones seguras de trabajo.
“Por supuesto, no es el paraíso”, dijo Infantino. “Por supuesto que no es perfecto. Por supuesto que aún queda trabajo por hacer, pero debemos seguir aquí. Debemos continuar. Debemos trabajar juntos. Debemos fomentar el cambio porque no todo el mundo quiere un cambio, ni siquiera en Qatar o en el Golfo (Pérsico). Pero los líderes quieren cambio”.
La presión de los grupos de derechos humanos ha producido mejoras en las condiciones a un ritmo impensable antes del Mundial, como la introducción del salario mínimo o el desmantelamiento del sistema “kafala” que vinculaba a los trabajadores a su empleador.
“El legado en términos de derechos humanos, derechos de los trabajadores, ya se ha alcanzado antes del Mundial”, dijo Infantino durante una conversación de 20 minutos antes de las reuniones del Consejo y el Congreso de la FIFA. “Es importante que esté aquí para quedarse, y se quedará. Se quedará porque está consolidado en legislación”.
El cumplimiento de esas leyes es la prioridad, especialmente una vez termine la final del Mundial el 18 de diciembre. Eso daría más transparencia sobre las muertes de trabajadores, así como compensación por violaciones de derechos.
No todos los cambios se habrán aplicado para el 21 de noviembre, cuando comience el primer mundial celebrado en Oriente Medio. La auténtica igualdad no existirá mientras Qatar siga penalizando las relaciones homosexuales, aunque afirme que respetará los derechos de los aficionados en relaciones homosexuales.
“Todo el mundo verá que todo el mundo es bienvenido aquí en Qatar, incluso si hablamos de (la comunidad) LFBTQ+”, dijo Infantino. “De verdad lo creo, cuando oigo a alguien decir ‘bueno, un país árabe no se merece organizar un Mundial porque no tiene historia de fútbol’, o alguna tontería así con la que discrepo totalmente (…) porque todo el mundo se merece tener el Mundial”.
“Esta vez es en un país árabe. Había algunos problemas. Hemos podido arreglar un poco corrigiéndolos. Se han corregido”, añadió.
La votación de 2010 para elegir la sede fue investigada por corrupción, aunque los expertos legales externos no pudieron verificar que se hubiera manipulado el resultado. Sin embargo, las acusaciones presentadas por fiscales estadounidenses persisten aunque Qatar prefiera centrarse en los partidos que se disputarán en sus ocho deslumbrantes estadios nuevos.
El seleccionador de Holanda, Louis van Gaal, lamentó la semana pasada la “ridícula” decisión de la FIFA.
“De verdad espero que todo el que quiera criticar, antes de criticar mire a los hechos”, dijo Infantino.
Qatar confía en que el sorteo del viernes para el torneo de 32 equipos redirija la atención para atraer a los aficionados, más allá de los 800 mil boletos ya vendidos. El desafío será alojarlos, con apenas 90 mil habitaciones disponibles para ellos.
“Esto es un desafío”, dijo Infantino, “pero la organización está trabajando de forma específica para ello”.
Algo que ayuda es la reducción de las tensiones regionales registrados entre 2017 y el año pasado con los países vecinos, que llegaron a amenazar la celebración del torneo. Ahora se han reanudado los vuelos de Qatar a Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.
“Quizá alguien quiera pasar un día en Dubái o Abu Dabi o Muscat o Riad o Yeda”, dijo Infantino. “Y tendrán la oportunidad también de ir y visitar quizá otros países durante su estancia en esta región”.
Estas visitas pueden ampliar la experiencia de los aficionados que asistirán a los encuentros, todos en un radio de 50 kilómetros (30 millas) desde Doha.
Celebrar los partidos tan cerca unos de otros plantea riesgos de seguridad para un país poco acostumbrado a la llegada masiva de hinchas, algunos de los cuales podrían beber alcohol en abundancia en los lugares donde está permitido, como zonas de hinchas y hoteles.
“Es un desafío, porque (…) normalmente en el Mundial, sólo hay dos grupos de aficionados en un momento concreto, en una ciudad concreta”, dijo Infantino. “Aquí estarán los 32 grupos de hinchas, además de otros aficionados al fútbol neutrales que estarán en el mismo lugar al mismo tiempo durante todo el evento”.
“Creo que tener tantas nacionalidades y tantas personas reunidas, mezclándose, puede ser muy beneficioso y también convertirá el Mundial en una gran, gran reunión social”.
Esa es la unidad que Infantino desea en una época de división en el mundo, que llevó a la FIFA a expulsar a Rusia de la competencia para clasificarse debido a la invasión de Ucrania ordenada en febrero por el presidente, Vladimir Putin.
Es un conflicto iniciado por los anfitriones del Mundial de 2018 que Infantino es reacio a comentar en profundidad.
“En este momento estamos en una situación en la que hay una guerra en Europa, terrible, y también conflictos en otras partes del mundo”, dijo Infantino. “Tener ocasiones en las que podemos unir a la gente… Deberían ser ocasiones que no tenemos que desperdiciar para que la sociedad siga adelante”.
“De modo que creo que el mundo también necesita un momento de (…) reunión. Y por eso queremos ser el mejor del mundo”.
Para Infantino, la FIFA y Qatar, la misión sigue siendo convencer a los escépticos.