Sectores partidarios, intelectuales, académicos y mediáticos de derecha construyeron en torno a Xóchitl Gálvez la narrativa de una mujer que sacudía el tablero político y aplastaría al proyecto de la Cuarta Transformación, colocándose al nivel del propio Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ciudad de México, 29 de diciembre (SinEmbargo).– El furor por el “fenómeno” Xóchitl Gálvez, cuyo proyecto presidencial fue construido por oligarcas, medios, periodistas, intelectuales y los partidos oposición más longevos de México, fue muy efímero entre su ascenso y su caída, que proyecta hundirse.
El 27 de junio, en un video grabado en el Zócalo de la Ciudad de México, la Senadora anunció lo que ya había definido la coalición liderada por el magnate Claudio X. González Guajardo: “Desde aquí les digo, voy a ser la próxima Presidenta de México. Si ustedes van, yo voy”.
Y desde los sectores partidarios, intelectuales, académicos y mediáticos de derecha se construyó la narrativa de una mujer que sacudía el tablero político y aplastaría al proyecto de la Cuarta Transformación, colocándose al nivel del propio Presidente Andrés Manuel López Obrador. Era todo un “fenómeno”.
De hecho, en apariencia el detonante de su candidatura fue que López Obrador no le abrió las puertas de Palacio Nacional para ejercer su derecho de réplica, el 12 de junio, luego de ganar un amparo con la asistencia jurídica de Mariana Calderón Arámburu, abogada de Claudio X. González.
Todo se fue concatenando para encumbrar a Gálvez como la candidata presidencial de la derecha: El 3 de julio, el presidente López Obrador dijo tener información que González Guajardo había decidido que ella sería.
“Tengo toda la información de que él (Claudio X. González) llevó a cabo las consultas para que los represente a este grupo Xóchitl Gálvez… hace como 15 días a un mes, me enteré”, aseguró.
Dos semanas después, insistió en que la narrativa de Gálvez era una farsa: “Sus intelectuales orgánicos, expertos, publicistas, les recomendaron que había que buscar a alguien que hubiera nacido en un pueblo y con apariencia de ser una gente del pueblo. Un poco el engaño de cuando (Vicente) Fox, de que era una gente sincera, deslenguado, que iba a acabar con las tepocatas y con la corrupción y muchos se lo creyeron”.
López Obrador había revelado dos días antes los contratos por mil 400 millones de pesos de las dos empresas de Gálvez, que supuestamente había obtenido mediante el influyentismo y luego diría que también era una farsa el proceso interno para ungir a Gálvez.
El 10 de julio, dos semanas después de que Gálvez anunció que cambió la búsqueda de la Jefatura de Gobierno por la Presidencia, el escritor Héctor Aguilar Camín, director de la revista Nexos, ensalzó el “fenómeno” del que hablaba toda la oposición.
“Lo inesperado del momento mexicano es la irrupción de Xóchitl Gálvez. Se debe a muchos factores, pero uno, central, es que agrietó la fortaleza mayor de López Obrador, que es su discurso”, escribió en su columna de Milenio.
Según Aguilar Camín, jefe de un amplio grupo académico que ha dominado instituciones, la Senadora del PAN tiene un discurso alternativo, un habla que conecta con la gente y que tiene, sobre el discurso del Presidente, las ventajas de la frescura, la fluidez y el humor, que nace de la persona misma.
“El discurso de Xóchitl brota de ella con naturalidad, como el de López Obrador, pero su emisión es aire fresco en el ambiente duro, polarizado y rijoso del habla del Presidente”, comparó.
Nadie, enfatizó Aguilar Camín, había podido tocar el mando narrativo de López Obrador, ni sus rivales ni la realidad y eso sacó al Presidente de la zona de confort donde sus dicterios eran la última palabra.
Y en la apoteosis, el escritor colocó a Gálvez, con sus réplicas, como la vencedora insólita ante López Obrador:
“El Presidente la subió al ring y la hizo crecer. Lo que vemos cada vez que se enfrentan en ese ring es que Xóchitl punza y baila como Muhammad Ali y el Presidente gruñe y tropieza como Sonny Liston”.
Otro personaje del ámbito intelectual, Jesús Silva Herzog-Márquez, decía el 6 de julio: “Hay que hablar de Xóchitl Gálvez. El ascenso de su fenómeno político es en verdad extraordinario. Yo no recuerdo un despegue tan vertiginoso”.
Y el 17 de julio, en Reforma, siguió con los elogios, desmintiendo que ella fuera un instrumento de los oligarcas: “Xóchitl Gálvez no es muñeco en el guiñol de los oligarcas”.
El abogado se impresionaba porque Gálvez respondía a López Obrador su historia personal y a toda crítica.
“El tono en que lo ha hecho es refrescante porque combina firmeza y gracia. El aplomo con el que Gálvez se planta ante el odio y las mentiras del presidente no le quitan la sonrisa. No replica a la polarización con polarización, no imita los odios, no se escapa con divagaciones ideológicas”.
Silva Herzog Márquez apartó a Gálvez de la derecha y la ubicó su propuesta como “un centro dialogante”, con una personalidad subyugante:
“La ingeniera ofrece sensatez, ingenio y buen humor. Con soltura esquiva el ataque y exhibe las incongruencias del oficialismo. Se ve que, por lo pronto, la está pasando bien”.
Formalizado el Frente Amplio por México, integrado por PRI, PAN y PRD, se generó un proceso interno con reglas a la medida de Gálvez. Pronto comenzaron las declinaciones de varios prospectos que denunciaron el montaje y hasta se canceló la elección en urnas entre ella y la priista Beatriz Paredes, el 4 de septiembre, pese a que 2.5 millones de ciudadanos se inscribieron para participar.
Uno a uno, se fueron acumulando los escándalos de Gálvez por el tráfico de influencias para beneficiar a sus empresas, las autorizaciones como Delegada de Miguel Hidalgo para desarrollos inmobiliarios —que la beneficiaron para comprar la casa que habita—, la falsa donación de un departamento y el plagio para titularse.
Aunque siguieron sus desatinos, ocurrencias e improvisaciones, el furor de sus promotores y propagandistas seguía.
El escritor Enrique Krauze, director de la revista Letras libres, no tuvo límites para darle a Gálvez una potencia carismática semejante a la de López Obrador. El 4 de septiembre, justo el día en que Gálvez fue ungida, Krauze escribió en Reforma:
“El carisma ha cambiado de polo. El Presidente López Obrador no podrá usar el suyo porque su nombre no está en la boleta y porque el carisma, por esencia, es intransferible. En ese sentido, sea quien sea la contraparte de Xóchitl Gálvez en la contienda, los términos históricos se han invertido”.
Según Krauze, Gálvez no cree “encarnar” al pueblo, porque es parte natural de ese pueblo: “Ahí reside su carisma. Mujer ante todo, y de origen modesto, indígena y mestiza, sojuzgada, liberada por sí misma, estudiante, ingeniera, empresaria, funcionaria pública, su biografía es una metáfora del mexicano que busca una vida mejor. Nada más, pero nada menos. Alegre, valiente, firme, no se doblegará”.
Y tras coincidir con Gálvez en que “la esperanza ha cambiado de manos”, Krauze se la entregó:
“Tiene claro el agravio, pero no piensa ahondarlo sino superarlo hablando sin mentira a todos los mexicanos, desterrando el odio, propiciando la reconciliación nacional, única base posible para encarar los viejos y nuevos problemas de este lugar entrañable y nuestro que escribe su nombre con la X”.
Pero para entonces, en septiembre, dos meses después de su irrupción, el “fenómeno” Xóchitl Gálvez no se reflejaba en las preferencias electorales.
Si a mediados de julio, cuando iniciaban los procesos internos de Morena y del Frente Amplio por México, Gálvez tenía 26 por ciento de las preferencias, por 54 por ciento de Claudia Sheinbaum y 11 por ciento de Luis Donaldo Colosio, al finalizar septiembre, la Senadora había caído a 14 por ciento, mientras que la morenista alcanzó 68 por ciento y Samuel García 4 por ciento, según encuestas domiciliarias de Demotecnia De las Heras.
En el mismo mes de septiembre, a dos meses del inicio de las precampañas, el excanciller Jorge Castañeda propuso en Nexos que la estrategia de Gálvez y su equipo debía enfocarse en hacerla conocida en los sectores populares mediante spots de los partidos y aun pagando a los medios corruptos.
“La única otra manera de llegar a los estratos menos prósperos de la sociedad radica en estacionarse un par de días a la vez en las cincuenta mayores ciudades del país, y realizar eventos populares allí, y al mismo tiempo saturar los medios locales, pagando lo que haya que pagar (prácticamente todos son venales)”.
Y el relato de Gálvez debía basarse en su venta de gelatinas: “Para todo este público, el énfasis debe ser uno: la historia personal de Xóchitl, las gelatinas, el mensaje es la mensajera. Aunque no le guste a la comentocracia”.
También planteó que Gálvez debía “perfeccionar su discurso para el llamado círculo rojo”, pero aclaraba: “No se trata de un plan de gobierno completo, ni de la estupidez de un “proyecto de nación”. Pero sí de tres o cuatro ideas básicas, de preferencia sobre seguridad, educación, salud y crecimiento (nada más), que puede machacar en cada uno de los eventos o las entrevistas dirigidas a esa audiencia, sin confundir nunca a los destinatarios”.
Pero al final de su artículo, Castañeda advertía, con una frase atribuida al astronauta del Apolo 13 que vio encenderse luces de alerta, si Gálvez no subía en las preferencias electorales en octubre y noviembre: “Si los números no se mueven, Houston we have a problem (Houston, tenemos un problema)”.
Y así fue: Al iniciar las precampañas, el 20 de noviembre, el “fenómeno” Xóchitl Gálvez no se había traducido en crecimiento de las preferencias electorales.
Demotecnia de las Heras, en su tercer encuesta domiciliaria, colocó a Sheinbaum con 66 por ciento de preferencias, mientras que Gálvez se estancó en 14 por ciento que tenía a finales de septiembre y García en 6 por ciento.
El “fenómeno” Xóchitl Gálvez no era tal, según esta firma demoscópica, con la que coincidieron prácticamente todas las encuestas en las tendencias.
El 21 de noviembre, Mitofsky, que ha trabajado para el PRI y Televisa, identificó a Sheinbaum como la puntera con 56 por ciento de preferencias, mientras que Gálvez alcanzó 32 por ciento y 11 por ciento García.
También al inicio de las precampañas, Buendía y Márquez publicaron, en El Universal, que Sheinbaum tenía 48 por ciento de las preferencias, mientras que Gálvez alcanzó 24 por ciento y García 8 por ciento, mientras que Parametría dio a la morenista 52 por ciento, 25 por ciento a la panista y 10 por ciento al emecista.
Es decir, Gálvez tenía las mismas preferencias de entre 25 por ciento y 30 por ciento de las preferencias electorales de PRI, PAN y PRD, los partidos que la postulan a la Presidencia de la República, sin aportarles mayor aceptación.
Más aún: Gálvez llegó a la precampaña sin un proyecto definido, con la incorporación a su equipo de campaña de personajes desprestigiados o ineficaces, como a su coordinador, Santiago Creel, cuatro veces frustrado aspirante a la candidatura presidencial, y el estratega de guerra sucia de Felipe Calderón, Maximiliano Cortázar.
Un elemento adicional es ser la candidata del PRI, el partido con mayor repudio en la población, a cuyo dirigente nacional, Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, dos veces dijo, consciente o inconscientemente, que jamás invitaría a su eventual gobierno.
Gálvez falló al leer una frase del priista Luis Donaldo Colosio, en su informe como Senadora en el Monumento a la Revolución, el 12 de noviembre. En vez de decir que veía “hambre y sed de justicia”, lo degradó a “hambre de sed”. Ahí ocurrió también el penoso episodio de no saber improvisar cuando su discurso desapareció del telepronter por una falla y echó a reír.
Muchos de los impulsores y propagandistas del “fenómeno” Xóchitl Gálvez han manifestado su exasperación por su desempeño. Uno de ellos, Silva Herzog-Márquez, escribió en Reforma, el 27 de noviembre, “Una campaña que no camina”.
Después de su irrupción novedosa, escribió, entró en un estancamiento. “Desde que los tres partidos la convirtieron en su apuesta para la presidencia, Xóchitl Gálvez interrumpe su irrelevancia con tropiezos. Cuando ya nos hemos olvidado de ella, irrumpe en el escenario con alguna torpeza”.
Gálvez, escribió, no ha ejercido el liderazgo en la coalición que la postula ni ha generado un equipo, pero además no ha expuesto ningún proyecto.
“Entiendo que el relato de su vida debe seguir siendo parte de su estrategia, pero me parece claro que ese cuento, sin el empaque de una visión de futuro y sin la firmeza de un equipo profesional, es insuficiente”.
Rubricó: “Tal vez tienen razón los promotores de Gálvez al recordar que la elección está todavía lejos y que la política está llena de sorpresas. Pero el tiempo corre y en ese frente que antes era amplio y ahora es título de una telenovela no hay muchas señales de vida”.