Familiares, amigos y vecinos de Jorge Claudio, un vendedor de tamales que fue arrollado en el municipio de Cuautitlán Izcalli por un conductor en estado de ebriedad en la víspera de Navidad, se manifestaron este jueves para exigir justicia a las autoridades del Estado de México, luego de que el presunto asesino fuera liberado por la Fiscalía del Edomex, apenas 48 horas después de su arresto.
Cuautitlán Izcalli, Estado de México, 29 de diciembre (SinEmbargo).— Las llantas de un carrito para transportar una olla de tamales giran a la par que decenas de personas caminan sobre la avenida El Jacal en el municipio mexiquense de Cuautitlán Izcalli. Se trata de amigos, vecinos y familiares de Jorge Claudio, un vendedor de tamales que falleció tras ser atropellado por un conductor en estado de ebriedad. Su hijo, Jorge Raziel, camina acompañado de sus tíos y amistades, quienes gritan “¡justicia!” a la vez que exigen la destitución del Fiscal del Estado de México, José Luis Cervantes Martínez, por la liberación de Ken Omar “N”, señalado por manejar ebrio el vehículo que arrolló al comerciante.
El contingente empieza su recorrido con el carrito de la familia frente al Gimnasio Pablo Collin, donde dio cita Jorge Raziel este jueves a las 12:00 horas. Han pasado cinco días desde el fallecimiento de su padre, quien manejaba su triciclo con el cual salía todos los días a vender tamales a las colonias de La Perla, las Torres y sus alrededores. Los vecinos de la zona que conocieron a Jorge Claudio y fueron sus clientes lo recuerdan como un hombre amable, atento y sociable, quien mostraba a los demás su amor por vender tamales. Incluso, a veces les regalaba un vaso de atole con la compra de sus tamales.
Para su familia era el sustento económico. Aprendió a hacer y comerciar la comida típica mexicana para poder enviar a sus hijos a la escuela, y estaba contento y orgulloso de verlos en la universidad, pues él mismo hubiera querido concluir sus estudios de Medicina.
“Mi papá siempre tuvo problemas económicos, y los tamales fue para lo que en ese momento le alcanzó invertir. Siguió con esto porque mi papá amaba mucho su trabajo y nunca faltaba a trabajar, mas que el 25 de diciembre y el primero de enero, pero nunca faltaba aunque estuviera enfermo o se sintiera mal”, recordó Jorge Raziel. “Nosotros ofrecíamos ayudar a mi papá en el trabajo, pero él nos decía, ‘No, hijo, yo primero quiero que terminen una carrera; cuando la terminen me van a poder ayudar y voy a poder dejar de trabajar. Yo quiero que mis hijos sean universitarios y cumplan los sueños que yo jamás pude cumplir'”.
Raziel y su familia lo esperaban en la víspera de Navidad para poder pasar la festividad juntos, pero recibieron la noticia alrededor de las nueve de la mañana que su padre había sido arrollado mientras hacía su recorrido de ventas, por un conductor en estado de ebriedad que intentó escapar del sitio en su camioneta Countryman color gris de Mini Cooper. Fue detenido por elementos de la Policía Municipal, pero liberado por la Fiscalía del Estado de México luego de comprometerse a indemnizar económicamente a la familia.
El lugar del accidente ahora está conmemorado con unas flores, una veladora, partes rotas de la camioneta involucrada y una cartulina verde fosforescente que lee “Castigo total a los implicados tras liberación de Ken Omar. No quedará impune, justicia para Jorge”. Tras marchar sobre Avenida el Jacal y Avenida Constitución bajo la vigilancia de elementos uniformados del municipio, se hace una pausa frente al altar.
“Estamos en el lugar donde desafortunadamente vimos a mi papá tirado. Lo dejaron aquí, su asesino no regresó por él. Mi papá sólo venía con su triciclo a vender tamales, que no es nada fácil, es muy pesado”, comenzó Raziel. “Mi papá sólo venía a trabajar para poder pasar una buena Navidad con nosotros, su familia, y ahora no está por culpa de un inconsciente ebrio que está protegiendo la ley. No se va a quedar así, mi papá va a tener la justicia que merece y voy a seguir gritando y haciendo todo lo que se pueda para que mi papá tenga la justicia que merece. La vida de mi papá no tenía valor, no tenía un precio… una vida humana no la pueden comprar”.
Gritos de “¡justicia, justicia, justicia!” inundan la vialidad después de concluir sus primeras palabras. Micrófono en mano, el hijo de Jorge Claudio retoma su discurso, pero ahora se dirige al altar y no a los manifestantes.
“Papá, si nos estás viendo en este momento, sólo quiero que sepas que que fuiste un buen hombre, un buen padre para mí, para tu hijo y lo has sido todo: has sido un buen amigo de muchos que están aquí contigo en este momento, y no vamos a parar hasta que tengas justicia”, le dice a Jorge Claudio. “No estás sólo, papá, estamos aquí contigo”.
Los familiares comienzan una porra al señor, conocido en la comunidad por recorrer las calles vendiendo tamales: “¡Chiquitibum a la bim bom ba, quitibum a la bim bom ba!”; y en cuanto terminan los aplausos el ambiente se vuelve solemne. “Vamos a guardar un minuto de silencio”, pide Martha Reyes Claudio, prima de Jorge Claudio, y pide a todos alzar su puño derecho en su recuerdo. Concluye el minuto y ella toma la palabra para ahora leer una carta escrita a Ken Omar “N”, presunto responsable del homicidio de Jorge, y su familia.
“Ya sabemos que en este mundo difícilmente existe la justicia, pero sí esperamos la justicia divina también”, comienza el texto. “Quiero que por favor, si conocen a este asesino, le haga saber que nosotros, dentro de nuestro dolor de haber perdido a mi primo de una forma tan trágica (…) sentimos mucha lástima por ti, porque lo que se ve es que ni tu dinero te hace feliz”.
Recuerda a su primo Jorge, a quien describe como un hombre que se preocupaba por las demás personas a su alrededor. “Siempre se daba el tiempo de detenerse para preguntarte con una sonrisa cómo te sentías, qué necesitabas, hacerte una broma para robarte una sonrisa, etcétera. Al dejar estos hermosos recuerdos en nuestros corazones, mi primo fue despedido por mucho, pero mucho amor”.
Los protestantes retoman el rumbo, ahora hacia la autopista México-Querétaro, donde cerrarán los carriles en ambos sentidos a la altura de la fábrica automotriz de Ford para ejercer presión a que la Fiscalía, la Presidencia Municipal de Cuautitlán Izcalli y el Gobierno del Estado de México respondan por la liberación de Ken Omar “N” y ofrezcan explicaciones para que no se le haya mantenido en la prisión.
Empiezan a detener camiones y tráilers que viajaban en dirección a la Ciudad de México, mientras que aseguran que no liberarán la vialidad hasta que no llegue un representante de la Fiscalía a dialogar con ellos. Pasan unos minutos de bloqueo cuando aproximadamente 20 elementos de la Policía Municipal llegan equipados con escudos, gas lacrimógeno y armas; empiezan a empujar a los manifestantes para que pueda reiniciar la movilidad en el carril extremo izquierdo.
En los empujones, una mujer es lastimada en la mano y comienza a sangrar, mientras que Martha Reyes Claudio encara a los uniformados. Cuestionada sobre su diálogo con los policías, responde: “Yo sólo les dije que en esta marcha vienen niños, es una marcha pacífica”. “Si algo le pasa a la gente, si hacen algo, es bajo su responsabilidad”, advierte.
El embate entre protestantes y policías se calma sin pasar a daños físicos mayores; por su seguridad los manifestantes se apartan de la pared de escudos de plástico que formó la Policía.
Pero frente a ellos se quedan paradas dos personas y el carrito de tamales de Jorge Claudio, decorado con papeles que hacen un llamado a la justicia. Uno de los manifestantes que se mantiene junto al carrito sostiene una pancarta: “Los Claudio no están solos. #JusticiaParaJorge”.