Melvin Cantarell Gamboa
29/11/2023 - 12:05 am
La desesperación votó por Milei
Algunos analistas coinciden en que el fracaso de la izquierda argentina debe atribuirse, no al discurso de ruptura de Milei, que fractura incluso los esquemas de la derecha y lo hacen un raro espécimen en la política tradicional, sino a la desesperación y el miedo de los electores a continuar inmersos en la devastadora situación económica y social del país, y al apoyo sin límite que los medios de comunicación dieron a La Libertad Avanza, partido que lo postuló, e impulsó con dinero proveniente de empresarios argentinos y del extranjero que permitió, con la compra de propaganda, crear un ambiente de hostilidad hacia el Presidente Alberto Fernández, el rechazo de Sergio Massa, candidato oficial, y al peronismo haciendo exaltar los ánimos en favor del paroxismo de ultraderecha y el discurso violento y estridente de Milei.
“En el apogeo de la desesperación, sólo la pasión por el absurdo orna aún el caos con un resplandor demoniaco”.
E. M. Cioran
En las cimas de la desesperación.
Un querido amigo me envió un video titulado “Esta es la gente que votó por Milei” (La catrina norteña. Earth, octubre 2023). En él se ve a un joven argentino explicando por qué votaría por el “liberal libertario”; en la grabación no se aclara si se trata de un ciudadano de a pie o es una representación actuada; la ingenuidad del muchacho conmueve, al mismo tiempo que muestra gran desesperación. El entrevistado por la reportera, con un índice de precios impreso, dice que con la dolarización de la economía promovida por el facho Javier Milei, ahora Presidente de Argentina, él podría comprar un café, que hoy cuesta 97 pesos por un dólar, pues ganaría 100 mil dólares al mes, pues su salario actual es de 100 mil pesos mensuales. Las palabras y los gestos del joven reflejan, con profunda emoción, que los sufrimientos del pueblo, pronto llegarán a su fin.
Algunos analistas coinciden en que el fracaso de la izquierda argentina debe atribuirse, no al discurso de ruptura de Milei, que fractura incluso los esquemas de la derecha y lo hacen un raro espécimen en la política tradicional, sino a la desesperación y el miedo de los electores a continuar inmersos en la devastadora situación económica y social del país, y al apoyo sin límite que los medios de comunicación dieron a La Libertad Avanza, partido que lo postuló, e impulsó con dinero proveniente de empresarios argentinos y del extranjero que permitió, con la compra de propaganda, crear un ambiente de hostilidad hacia el Presidente Alberto Fernández, el rechazo de Sergio Massa, candidato oficial, y al peronismo haciendo exaltar los ánimos en favor del paroxismo de ultraderecha y el discurso violento y estridente de Milei.
Sin embargo, si se analizan los mensajes del ahora Presidente, no hay en ellos una sola propuesta de solución que considere aliviar la condición de los oprimidos, cuya vida se debate entre la crisis y sus vivencias existenciales, tampoco se avizora una propuesta capaz de impregnar en el imaginario social con un horizonte ¿Por qué, entonces, votaron por Milei, sin la garantía de salidas exitosas a su actual condición?
La simple esperanza es una mirada al cielo, una promesa de felicidad que nunca llega y sólo prolonga indefinidamente los suplicios; además de no compaginar con el principio de realidad que, según Freud, produce placer y satisfacciones, pero que, en el caso argentino, las propuestas de la ultraderecha no contienen ningún elemento que pruebe que pudiera, en el futuro inmediato, conducir al desarrollo del país o al combate a la desigualdad. En los hechos, Argentina enfrenta los efectos de lo que Pierre Bourdieu denominó “miseria del mundo”, una condición que subyace en diferentes situaciones de pobreza social que se encarnan en la vida cotidiana y lacera a millones de seres humanos.
Cuando esta condición se vive, existir duele y la desesperación toma el lugar de la razón y hace de las personas una presa fácil, generando en ellas confusión, insensatez y pérdida del sentido de la realidad, entonces los dominados, carentes de elementos para juzgar, se dejan llevar por la pasión y abrazan el absurdo como única tabla de salvación. El absurdo, escribió Albert Camus (El mito de Sísifo), nos enfrenta al abismo de nuestra libertad y nos arroja, a través de la acción, a comprometer al mundo, a la sociedad y a nosotros mismos en el fútil empeño de alcanzar la justicia que nos es negada y la crisis argentina tiene por síntomas la imposibilidad de resolver problemas sociales, lo que ha creado una atmósfera social insoportable, cargada de tensiones, preocupaciones, sentimientos calamitosos y adversidades que dieron al traste con la vitalidad de una Nación que ha sido llevada a su límite.
Milei hace descansar su fantasía en conceptos que apoya con una ilusión ideológica y en una falsa representación de la realidad, es decir, no tiene claro lo que hace, como ha mostrado en el día a día, en que a diario modifica su discurso y su posición política, producto de la falsa representación que tiene de los problemas. Su realismo es ingenuo, lejos del núcleo duro de lo real, que es lo que determina las funciones de un Estado y las acciones de los gobernantes. Lo que existe verdadera y efectivamente, lo concreto resiste cualquier estupidez dogmática y desmiente toda ilusión ideológica.
Milei aseguró después de ganar las elecciones que su Gobierno impondrá al pueblo argentino una “terapia de shock” para equilibrar el presupuesto y detener la hiperinflación; que las decisiones políticas las tomara él, sin consultar a la coalición que lo llevó al poder (alianza que hizo con el partido de Mauricio Macri Juntos por el Cambio); por lo pronto ha anunciado un recorte severo al gasto público, a los subsidios y dejará que los precios se ajusten libremente a la demanda del mercado. Antes hizo saber la privatización de las empresas estatales: YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), que incluye naftas, gas, petróleo, energía eléctrica y otros derivados de los hidrocarburos, que, por cierto, al difundirse la información duplicó en la Bolsa de Valores de Nueva York el precio de sus acciones, también se venderán la televisión pública, agencias de noticias, la radio nacional; la intención de privatizar salud y educación se aplazó por ser responsabilidad actual de los estados y municipios, optó por reducirles los subsidios hasta provocar su quiebra y, entonces, desnacionalizarlos; suspender estos servicios básicos a la población los haría inaccesibles a la mayoría, ejemplo, el costo promedio de un seguro médico en Argentina es tres mil quinientos dólares y para alguien con cáncer de 20 mil dólares; encima derogará la ley de alquileres que será sustituida por otra, que otorgará al propietario del inmueble la libertad de tasar los precios de la renta, esto, en el contexto de escasez de vivienda; planea a sí mismo, legalizar la venta de órganos, conceder permisos para portar armas, cerrar el Banco Central que controla a todos los bancos del país y dolarizar la economía. Los efectos de estos anuncios fueron inmediatos, al día siguiente de la elección, los precios que anualmente aumentaban en promedio 140 por ciento, se dispararon en un solo día, 120 y 140 por ciento.
Ahora bien ¿Qué tan acertada sería la dolarización de la economía en Argentina? En Latinoamérica han dolarizado su economía Ecuador, Panamá y El Salvador (Argentina y Venezuela lo han venido haciendo de manera informal). Panamá adoptó el dólar como moneda a partir de que Estados Unidos asumió el control del canal de Panamá, ya que los ingresos de la población y del país dependían en un 83 por ciento de la operación del canal.
Ecuador adoptó oficialmente el dólar luego de sufrir una gran crisis económica e inflacionaria producto del mal manejo de la economía que la dictadura militar de Guillermo Rodríguez hizo durante su mandato, imprimió papel moneda sin respaldo e hizo otras reformas económicas todas fallidas que, sumadas la corrupción de los políticos, dispararon la inflación (más del 60 por ciento), aumentaron el déficit fiscal, llevó a la quiebra a bancos y cooperativas de ahorro. Los efectos inmediatos para los ecuatorianos fueron devastadores, principalmente entra los indígenas y los más pobres. Veinte años después, la estabilidad parece haber llegado sin ningún beneficio para los asalariados; el 70 por ciento de la población está por debajo de la línea de pobreza, las tarifas eléctricas se duplicaron, el salario mínimo se redujo a la mitad y los jubilados cobran sólo 13 dólares de pensión.
En El Salvador se aprobó el dólar como moneda de circulación legal en 2001 y se fijó la paridad con el colón, la moneda nacional, en 8.75 colonos por dólar con efectos como el siguiente, quien ganaba 875 colonos, que antes de la adopción del dólar equivalía a 200 dólares, recibió a partir de entonces cien dólares. Esta transición se hizo en condiciones estables y todavía siguen discutiéndose sus ventajas, pues lo ahorros obtenidos con la medida han beneficiado al sector privado y al sector público por la baja de intereses, pero sin beneficios visibles para los sectores menos favorecidos.
Milei inició el viernes pasado su planeado “viaje espiritual” con la visita a Estados Unidos, dijo que irá a Israel después de tomar posesión, en ambos casos para agradecer a esos países su apoyo y por el dinero recibido para su campaña. Un “viaje espiritual” normalmente se emprende para conocerse a sí mismo, en búsqueda de paz interior, progreso espiritual y sabiduría, propio de un corazón vacío; pero ¿qué enseñanzas puede recibir de Norteamérica que nunca ha resuelto sus disputas sin violencia ni se distingue por la suavidad de sus costumbres y sólo sabe de castigos? ¿Cuándo los Estados Unidos han mostrado ante pequeños países, como Cuba, Venezuela o Palestina, un gesto humanitario, de compasión, misericordia, desinteresado? Norteamérica, como su afín Israel, son países malvados y genocidas. La espiritualidad judía, compartida por millones de norteamericanos, se sustenta en la creencia de un solo Dios verdadero y su pueblo elegido, a partir de este principio, aquel que quiera comprender los eventos del mundo ha de comprender al pueblo judío, su religión y su forma de vida, sin que sea obligado comprender al otro. ¿En búsqueda de esta esperanza sin fundamento va Milei?
Por último, Milei imposibilitado para formar un Gabinete propio ha recurrido al apoyo de Juntos por el Cambio, una coalición encabezada por Mauricio Macri, quien le ha impuesto la mitad de los ministros; el expresidente, sin embargo, aún no explica la desaparición de 44 mil millones de dólares, que otorgó el Fondo Monetario Internacional a Argentina y que elevaron la deuda pública a 320 mil millones de dólares. Lo cierto es que la ultraderecha neoliberal, que expulsó Alberto Fernández, regresa por la puerta trasera al poder que le fue arrebatado en 2019.
Lo irrebatible es que, con Milei, el neoliberalismo será llevado en Argentina a sus extremos, la economía, lo social, la vida cotidiana y la democracia serán obligados a rendir culto al mercado, destruyendo de esta manera toda posibilidad de una política igualitaria. Sólo el pueblo puede recomponer el país, desactivando en acto las medidas que le son perjudiciales que les sean impuestas ¿Cómo? Movilizándose y organizándose para defender su vocación igualitarista, retando al neoliberalismo y a su sistema de despojo. Para lograrlo con éxito el espíritu de resistencia ha de ser abrumador, empezando con el cotidiano y sutil rechazo de las ilusiones que genera el consumismo hasta la abierta y directa confrontación. Milei ha dicho que aplicará la ley, es decir, reprimirá toda insurgencia, pero el estáblishment sobrevive con la docilidad y la sumisión de los seres humanos, cede cuando millones de personas se niegan a obedecer y suman sus pequeñas potencias. Únicamente en individuos llenos de ímpetus, aspiraciones y pasión la desesperación se erosiona sin desgastar la vida. Permanecer desesperado, dejarse invadir por la debilidad sólo intensifica la desgracia. “De todas las formas de lo grotesco, la más extraña, la más complicada me parece aquella cuyo origen se sitúa en la desesperación” (E. M. Cioran. En las cimas de la desesperación. TusQuets editores. Barcelona. 1991).
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