Entrevista

¿Qué país querían los salinistas con el TLCAN? El que “decida el mercado”, dijeron

29/11/2016 - 12:05 am

Al iniciar 1992, la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio obtuvo un borrador de la penúltima versión del TLCAN y, con la presión que también ejercían hablando desde el Congreso estadounidense, lograron reunirse con Herminio Blanco Mendoza, entonces Subsecretario de Comercio del Gobierno del Presidente Carlos Salinas de Gortari y representante de México en la negociación con EU y Canadá. “En un momento le pregunté cuál era el proyecto de país que tenía en la cabeza cuando estaba negociando el Tratado de Libre Comercio”, recuerda Alberto Arroyo, fundador de la RMALC. Y, literalmente, Blanco contestó: “¿Proyecto de país? ¿Para qué? El mejor proyecto de país es no tener proyecto de país, y dejar que el mercado modele al México posible”. Luego, el Secretario Jaime Serra Puche dijo que no se necesitaba política industrial: “la mejor política industrial es no tener política industrial”, expuso.

Ciudad de México, 29 de noviembre (SinEmbargo).— El proceso de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue cerrado a la gran mayoría de la sociedad mexicana y, de acuerdo con el investigador Alberto Arroyo Picard, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), como toda representación del país participaron un reducido grupo de empresarios –los integrantes del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios– y las élites del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hacía décadas fungían como líderes “ficticios” de los sectores obrero o campesino.

La ya formada Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio (RMALC), en la que Arroyo Picard participó como fundador en 1991, había detectado para ese entonces que la introducción del modelo económico iniciado el sexenio anterior, de Miguel de la Madrid Hurtado, había empezado a “desmantelar” a la industria nacional, permitiendo a los corporativos internacionales traer sus insumos y desplazar a los proveedores nacionales.

Antes de 1982, dice Arroyo en entrevista con SinEmbargo, había tomado todo el periodo del “desarrollo estabilizador” lograr que hasta un 80 por ciento del contenido de lo exportado fuera de productores nacionales. Pero ahora, agrega, esta proporción es de menos de un tercio del total de los envíos al extranjero.

Y si bien el Gobierno federal argumentaba entonces que el libre mercado privilegiaría “la calidad y el precio”, en los hechos, explica el académico, lo que la globalización hizo fue dejar que las trasnacionales integraran la producción de las plantas que tuvieran por todo el mundo y –debido a que son entidades privadas sin obligación de licitar– permitirles, como en el caso de México, comprarse a sí mismas y sustituir los insumos de los empresarios nacionales por los propios.

“La lógica de la globalización es esa: integrar al corporativo, integrar las decenas de fábricas que tienen a lo largo del mundo; entonces, se compran a sí mismos”, dice Arroyo.

“Ni siquiera buscan proveedores [nacionales]. Los pueden tener ahí, al lado, no los buscan. El Tratado de Libre Comercio no obliga licitaciones; entonces, no pueden decir que es falta de precio o calidad; no está obligado a licitar, se compran a sí mismos y dejaron de comprar en el país”, agrega.

Pero en 1992, dice, la narrativa de los negociadores del Gobierno mexicano en el TLCAN e incluso de varios sectores de la academia era que la apertura de México a los mercados internacionales sin aranceles ni mayor protección –medidas promovidas por los Gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra– era opción única o inevitable, y que sólo la ignorancia podía guiar a quienes se opusieran.

En Estados Unidos, la oposición al TLCAN era alta desde entonces, recuerda Arroyo, al grado de que en 1992 se aprobó con sólo seis votos de diferencia. En México, reitera, la cerrazón del Gobierno era tal que fue precisamente el Congreso norteamericano el que invitó a la RMALC a exponer su postura antes que cualquier autoridad mexicana.

Y en ese contexto, narra, a principios de 1992, la organización obtuvo un borrador de la penúltima versión del Tratado y, con a la presión que también ejercían hablando desde el Congreso vecino, lograron finalmente reunirse con Herminio Blanco Mendoza, entonces Subsecretario de Comercio del Gobierno del Presidente Carlos Salinas de Gortari y representante de México en la negociación con Estados Unidos y Canadá.

“En un momento le pregunté qué cuál era el proyecto de país que tenía en la cabeza cuando estaba negociando el Tratado de Libre Comercio”, recuerda Arroyo sobre el funcionario citado.

“Esperaba que me dijera cosas con las que no iba a estar de acuerdo, pero que me contestara algo. Literalmente me contestó (…) ‘¿Proyecto de país? ¿Para qué?’ El mejor proyecto de país es no tener proyecto de país, y dejar que el mercado modele al México posible. Literal. Después el Secretario [Jaime Serra Puche] dijo que no se necesitaba política industrial; que la mejor política industrial era no tener política industrial. Esto fue en las negociaciones, a principios de 1992”, agrega.

La negociación concluyó a mediados de ese año y, el 17 de diciembre siguiente, el TLCAN fue aprobado por los presidentes Salinas, de México; George Bush, de Estados Unidos, y Brian Mulroney, Primer Ministro de Canadá.

Desde entonces, Arroyo ha publicado diversos balances sobre los efectos económicos y sociales del TLCAN en México, haciendo énfasis en que, contrario a lo que se argumentaba desde el dicurso oficial, no se ha convertido en prosperidad ni mejores trabajos y salarios en México.

Al contrario. “La Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal) consigna que México es el único país de América Latina que no ha logrado disminuir la pobreza”, reportó Arroyo en el artículo “20 años del TLCAN: Impactos en México”, publicado en 2014.

“El 19.7 por ciento, o casi uno de cada cinco mexicanos no tiene suficiente para comer; vive en la pobreza extrema o pobreza alimentaria (…) Los salarios mínimos han perdido el 20.13 por ciento de su poder de compra, alcanzando una pérdida total de 76.4 por ciento desde su mejor época, que fue en 1976”, agrega.

El triunfo de Donald Trump en EU, con un discurso que cuestionó el TLCAN como causa del declive de varios sectores de Estados Unidos, así como el voto en el Reunido Unido a favor de una salida de la Unión Europea, explica Arroyo, muestran que el libre comercio ha generado riqueza para una minoría de empresas y que, en todos los países, ha dejado fuera del reparto de ésta a los segmentos mayoritarios de la población.

“El asunto no es de qué país gane o qué país pierde; es un asunto de clases, finalmente. Es un asunto de que pierde la mayoría de la población y gana una pequeña parte de la población en países desarrollados y no (desarrollados). Ese es el mensaje, que desgraciadamente la derecha ha capitalizado”, dice.

Las críticas al modelo, sin embargo, fueron marginales durante más de dos décadas, en las que incluso se acuñaron dos términos para desacreditarlas: “globalifobia” y “globalifóbicos”, creados en 1997 por el think tank Brookings Institute, con sede en Washington, para identificar lo que entonces calificaron como un “miedo” creciente, tanto en la derecha como en la izquierda del espectro político, al impacto que los mercados globales tendrían sobre los salarios, los derechos laborales y el miedo ambiente.

Ambos términos se popularizaron en México a partir de 2000, luego de que el todavía Presidente mexicano Ernesto Zedillo Ponce de León los utilizara en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, para defender el modelo ante el aumento de las protestas en todo el mundo.

“Luego nos dijo [Zedillo Ponce de León] que si hubiéramos sido sus alumnos nos hubiera tronado”, recuerda ahora Arroyo Picard.

Dieciséis años después, con la industria nacional y el campo casi desmantelados, y un país dependiente hasta en un 80 por ciento de la manufactura de productos norteamericanos, “dices, bueno pues a ti [Zedillo] ya te tronó la realidad”.

Arroyo conversa con SinEmbargo antes de participar en la conferencia “¿Qué nos espera a los mexicanos sobre la llegada de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos?”.

***

–El TLCAN está ahora en riesgo, cuestionado por un político de derecha…

–En los tres países, Estados Unidos, Canadá y México, desde hace mucho hay una enorme oposición al modelo como tal, que el TCL lo que hace es convertirlo en legislación. Si uno hace un poco de historia, es impresionante: en el Congreso de Estados Unidos se aprobó por seis votos de diferencia, para que veas el grado de oposición que había hace 24 años.

Ahorita la oposición es muchísimo mas fuerte, de tal manera que cualquier candidato a la Presidencia (de Estados Unidos) que decía que iba a firmar el TPP (o Acuerdo Trans–Pacífico), perdía. Eso fue lo que llevó a Hillary Clinton, que ha aprobado cuanto tratado ha pasado por su manos, empezando por que su esposo fue con quien entró en vigor, aunque él no fue quien lo negoció. Todos dijeron que no aprobarían el TPP porque la oposición es demasiado grande, y eso está poco entendido, porque piensan que Estados Unidos fue quien ganó y México fue quien perdió, y Canadá a medias. Esa es como la imagen que se tiene. En realidad no es un asunto de qué país gane o qué país pierda. En realidad hay una capa de población pequeña, en los tres países, a las que les fue maravillosamente bien, eso es una realidad. Y a la mayoría de la población le fue mal. Es un asunto muy de sectores, o de clase sociales, si se quiere, más que de qué país gane o qué país pierda. Eso es lo que explica por qué hay tanta oposición en Estados Unidos. Según encuestas, 60 por ciento de la población cree que el TLCAN es el causante de todos sus males. No de todos es causante el TLCAN pero qué bueno que se ha posicionado esa idea, porque buena parte sí se debe al TLC. El punto más controvertido es que los tres países decimos que se han perdido empleos (…) ¿Cómo te explicas eso, que allá se pierdan y acá también, cuando muchas empresas se han venido para acá? Lo que sucede es que, sí, crean empleos las empresas que se vienen; ahora, son muy grandes, generan pocos empleos por dólar invertido y se crean en los proveedores de esas empresas, porque hoy todo lo importan, por eso hoy en Estados Unidos no se pierden tantos empleos, porque se sigue importando buena parte de las cosas de allá. El dato en los últimos años, es estimación, porque dejaron de publicarlo, es digamos en 1982, cuando empieza este modelo, más del 80 por ciento de los insumos del sector exportador eran mexicanos. No exportábamos mucho, pero estaban integradas las cadenas productivas. Hoy no llega al 30, incluida la mano de obra, el 30 por ciento de las exportaciones son insumos mexicanos. O sea, nada.

–¿Cómo se dio esa desconexión entre la industria nacional y las empresas exportadoras?

–Ese es el efecto más negativo en términos macroeconómicos. Digamos los efectos más importantes son sociales, pero en términos macroeconómicos ése el efecto mas negativo. Antes, cuando les iba bien a las grandes empresas extranjeras que exportaban, jalaban en su triunfo a todo sus proveedores, y la industria automotriz era el caso más claro…

–¿Como Ford antes del TLC?

–Como Ford antes del TLC. Si te vas más atrás, por ley tenían que comprar en el país más del 80 por ciento de los insumos, luego fue bajando y luego desapareció. Era por ley en México, en el tiempo del ‘desarrollo estabilizador’ y todas esas cosas. Entonces, cuando le iba bien a estas empresas, le iba bien al conjunto del país, porque jalaban en su éxito al grueso de sus proveedores. Hoy todo lo importan. Entonces, sí generan empleos, en la industria terminal, pero pierden empleos de sus antiguos proveedores. Eso se denunció desde el principio, y decían ‘no, bueno, las empresas no son tontas, compran calidad y precio, y se hubiera en México calidad y precio lo comprarían en el país’, y esto no es cierto. Te voy a contar un caso que fui siguiendo como estudio de caso. Precisamente una empresa automotriz producía balatas para coches, no era nada chica. Entonces, prácticamente todos los bochitos traían balatas de ellos. Recordemos también que tenemos un tratado con Europa. De repente le dejaron de comprar, de la noche a la mañana, entrando en vigor el tratado (con Europa). Entonces empieza a averiguar qué pasó, y finalmente, después de toda una historia, logra dar con un alto funcionario de la empresa y le pregunta: ‘Bueno, ¿es precio? ¿es calidad? Negociemos, puedo mejorar…’ Y (el funcionario de VW) le dijo algo que él no se esperaba: ‘No, el precio es similar al que compramos y la calidad de tus balatas es incluso un poco mejor que las que compramos’. Entonces el otro dice: ‘No que libre comercio…’ Y el otro se ríe y le dice: ‘No hay mejor negocio que comprarnos a nosotros mismos. Nosotros producimos balatas en Singapur’, no recuerdo dónde las hacían, ‘nos las vamos a comprar nosotros mismos’.

La lógica de la globalización es esa: integrar al corporativo; integrar las decenas de fábricas que tienen a lo largo del mundo, entonces se compran a sí mismos. Ni siquiera buscan proveedores, los pueden tener ahí, al lado, no los buscan. El TLC no obliga licitaciones; entonces, no pueden decir que es falta de precio o calidad. No están obligados a licitar, se compran a sí mismos, y dejaron de comprar en el país. Eso es el cuento que cuentan muchos empresarios: que dejaron de comprarles simple y llanamente porque los intereses son integrar. El supuesto del Gobierno mexicano era que la pequeña y mediana empresas se iban a encadenar a las cadenas productivas internacionales, e iban a ser proveedores de grandes empresas, pero las empresas no los buscan, y no hay nada que los obligue a buscarlas. Eso te explica por qué se fueron desconectando. La lógica de la globalización es la posibilidad de integrar al gran corporativo.

–¿Como si el mundo fuera su planta?

–Sí. La lógica es convertir en una fábrica global lo que eran fábricas independientes una de otra. Antes la industria automotriz producía todo el carro aquí, unos modelos aquí otros en otra parte. Ahora se trata de integrar, como una sola fábrica global, dispersa, pero integran las plantas que tienen en el mundo, y se olvidan del país, y eso es lo que hace que se pierdan empleos, porque se crean empleos en la punta, por decirlo así, en el sector exportador, y se pierden en el grueso.

–Esto se empezó a ver claramente…

–Desde que empezó el neoliberalismo…

–¿En 1982?

–Diez años antes de que se negoció el tratado. Se aceleró con el tratado. Y eso se había denunciado, por nosotros y muchísimos investigadores: que el enorme trabajo que se había dado para integrar la industrialización del país, que viene de todo el desarrollo estabilizador, se estaba perdiendo en la etapa neoliberal. Entonces, lo menos que le puedes pedir a un negociador, porque efectivamente eso empezó antes del TLCAN, lo menos que puedes decir: ‘Ya tengo un diagnóstico, esto es lo que está pasando: no hay integración entre la pequeña y mediana industria con la gran industria exportadora’, pues lo primero que voy a hacer es negociar para modificar eso. No hicieron nada, es decir, no empezó con el TLCAN, pero el TLCAN podría haberte generado mecanismos.

–Y el Gobierno, ¿qué decía?

–Es increíble el Gobierno mexicano. Hay una etapa de pensamiento único, el que pensara distinto no era que pensara distinto, sino que era estúpido.

­–Les decían globalifóbicos…

–A nosotros nos inventaron el nombrecito. Claro que nadie publica después la respuesta, porque [Zedillo] nos dijo primero globalifóbicos; luego nos dijo que, si hubiéramos sido sus alumnos, nos hubiera tronado. Entonces, claro, dices, ‘bueno, pues a ti ya te tronó la realidad’. Eso es una realidad.

–Hubo esta posición de estos economistas de decir que quien no aceptara era porque no sabía…

–Si uno va a la historia de cómo surge el neoliberalismo, la primera derrota que sufrimos fue ideológica. En realidad, desde mucho tiempo antes, el grueso de los hijos de los grandes empresarios y la casi totalidad de los cuadros altos del PRI fueron formados en una orientación neoliberal, en Estados Unidos, dentro de lo que se llamó el consenso de Washington, la famosa receta, que se impuso no por la validez de sus argumentos, sino por el poder de quien lo estaba empujando: Inglaterra y Estados Unidos. Entonces se impone un pensamiento, porque estaban detrás de esto los grandes medios de comunicación, las grandes universidades de Estados Unidos e Inglaterra; entonces, se impone como pensamiento y llega un momento en el que quien no piensa así es irracional, absolutamente irracional.

Era una etapa muy difícil de lucha, y desgraciadamente una buena parte de la izquierda se volvió neoliberal, algunos neoliberales vergonzantes, de chiste, algunos hablábamos de los marxistas–salinistas, porque de veras se volvieron liberales, en un rollo de que no hay opción.

–Estaban en el plan de que, quienes criticaban, era porque no entendían de mercado..

–Sí había un pensamiento de que verdad eras tarado si pensabas distinto. Y cuando hablabas con funcionarios, era lo mismo. Recuerdo ahora, durante las negociaciones del TLCAN, después de mucha presión, se consiguieron algunas reuniones con Herminio Blanco en particular, que era el jefe de la negociación, y de veras era imposible discutir con ellos, pero bueno. En un momento le pregunté qué cuál era el proyecto de país que tenía en la cabeza cuando estaba negociando el Tratado de Libre Comercio. Esperaba que me dijera cosas con las que no iba a estar de acuerdo, pero que me contestara algo. Literalmente me contestó —después su jefe, el Secretario de Comercio, hizo famosa la frase—, me dijo: ¿Proyecto de país? ¿Para qué? El mejor proyecto de país es no tener proyecto de país, y dejar que el mercado modele al México posible’. Literal. Después el Secretario dijo que no se necesitaba política industrial, que la mejor política industrial era no tener política industrial. Esto fue en las negociaciones, a principios de 92…

–Nunca hubo apertura real por parte del Gobierno…

–No, nunca (…) Todo el proceso de ratificación en el Congreso fue una cerrazón absoluta y total. Una vez que prácticamente nos metimos a fuerzas al Congreso, nos dijeron que nos daban 15 minutos después de votar. Eran de una cerrazón absoluta y total, había más posibilidades de hablar en Estados Unidos y Canadá que aquí.

–Si Zedillo dijo que los tronaría, ¿qué le diría usted ahora?

–Ellos siguen pensando lo mismo. Ves ante Trump, que no quiere firmar el TPP, lo que están diciendo es: ‘¿qué pasa?’, y todo el asunto es que está loco, pero digamos es una cultura de que ‘tengo la verdad absoluta y todos los demás son tontos’. Cosa que en el mundo ha cambiado, pero aquí, entre los funcionarios, siguen igualitos, absolutamente iguales.

–Dicen que faltan más reformas…

–Plantean siempre más de lo mismo. México es el único país de Latinoamérica que no ha disminuido la pobreza. ¡El único! El país que menos ha crecido, incluso nuestro peso en América Latina ha caído. México era el primer receptor de inversión extranjera en América Latina, era el primer exportador, era la economia más grande. Hoy Brasil nos rebaso pero absolutamente, ya no somos ni el primer exportador ni la primera receptora de inversión extranjera, y es la única economía que no crece; no está funcionando el modelo. Esa es una realidad.

(…) Aumentó el déficit comercial, entonces de qué te sirve (exportar más), además las exportaciones, ¿son exportaciones mexicanas?, ¿o son exportaciones desde México, que es distinto? Porque el grueso de los insumos ya nos son mexicanos.

En 82, cuando empezó el modelo, cerca del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas, que no eran mucho, era 80 por ciento de integración nacional, ahora no llega al 30. ¿De qué te sirve exportar más?

Crecen unas cuantas empresas exportadoras, y el resto está estancado o cerró.

–Ahora tenemos este desmantelamiento de la industria y esta súper dependencia de las “exportaciones”…

–Eso es lo grave. Nosotros siempre nos opusimos a que se firmara [el TLCAN]. En este momento sería irresponsable decir: ‘salgamos’. México está creciendo miserablemente, 2 por ciento, pero de ese 2 por ciento, casi tres cuartas partes se debe al sector exportador y a la Inversión Extranjera Directa; entonces, si se cae eso, esta economía se colapsa. Entonces, políticamente puede ser muy bonito decir: ‘hay que romper el tratado’, pero no puedes; así de golpe no puedes, se colapsaría la economía. En 1995 salieron unos 28 mil millones de dólares en 11 días. Ahorita, el último dato que vi, anda en 400 mil millones de dólares el capital especulativo, que se van al golpe de una tecla en cuanto dices que vas a romper. Entonces, no puedes así salirte. Lo que creo es que deberíamos aprovechar para empezar a crear condiciones para poder salirnos. ¿Y qué serían esas condiciones? Volver a centrar la economía en el mercado interno. En Estados Unidos, que es el gran país exportador, el motor de la economía es el mercado interno, y cada vez que estaba en crisis lo que los sacaba de las crisis es que gasten y compren.

CÓMO RESCATAR EL MERCADO INTERNO

–¿Como se genera el mercado interno?

–Claramente no se puede hacer si no hay aumento del gasto público, que es un gran consumidor, y si no hay aumento salarial, se dice que es inflacionario, pero eso no es cierto. Presentamos propuestas de cómo se puede dar un aumento –no se puede aumentar todo lo que hemos perdido de la noche a la mañana, eso es cierto– pero cómo se puede generar una política para aumentar el salario en relativamente pocos años, sin que te dé un efecto inflacionario.

–¿Esa también era parte de la narrativa?

–Sí, era parte del asunto. Pero no se puede aumentar el mercado interno si la gente no tiene con qué comprar. Entonces, hay que hacer varias cosas: que el Estado gaste, que se aumente el salario y que se haga una política para integrar a las cadenas productivas, para que una parte de la industria venda.

–¿Cuánto llevaría eso?

–El cambio a través de integrar las cadenas productivas puede ser mucho muy grande, haberlas integrado al grado que estábamos a mediados de los 70, pues tardó todo el desarrollo estabilizador. Pero el aumento del gasto público y del salario sí puede tener un efecto relativamente inmediato.

Ahora, también tendrías que volver a poner el motor en el mercado interno y eso es lo que crea una sinergia para que aumente el salario. Porque, y además los datos son contundentes, en toda la etapa que México estuvo orientada al mercado interno, los salarios estaban subiendo porque no puede crecer la economía si no crece el poder de compra de la población. Lo que pasa con la etapa neoliberal es que se trata de producir lo más barato que se pueda aquí para poder competir, porque estamos compitiendo no como Corea (del Sur), en innovación, calidad, sino con precio, y eso es mano de obra barata, deterioro ambiental, todo eso tipo de cosas.

Tenemos que exportar. Nunca vamos a producir todo; entonces, la única manera sana de financiar las importaciones es exportando. Pero hay que exportar con más contenido nacional, con más valor agregado y no simplemente maquila. Eso también va a tardar. Entonces, tienes que orientarte. Segundo, hay que diversificar nuestro mercado exterior. No es posible que tengamos tratados de libre comercio y coinversión con tantos países y el 80 por ciento de nuestras exportaciones son a Estados Unidos. Deberíamos diversificar el mercado, para evitar estas cosas, si te va mal una zona, una zona entra en recesión, otra está en crisis (…) Entonces, me parece que hay que aprovechar la coyuntura de Trump para, efectivamente, crear las condiciones para podernos salir de ese modelo y eventualmente romper con el tratado.

–En el Gobierno van en sentido contrario…

–Por supuesto, eso es lo que te explican cuando es evidente, público y notorio, por decirlo así, oficial, que Estados Unidos no firma el TPP, México quiere que el Senado lo ratifique. Eso tiene una sola explicación: La economía mexicana está de veras prendida de alfileres de entrar en una crisis muy profunda, y entre otras cosas que le quiten el grado de inversión. La deuda ha aumentado mucho, interna y externa. Si te quitan el grado de inversión aumenta la tasa de interés y te vas al hoyo. Entonces, quieren ratificar el TPP, sabiendo que no va a entrar en vigor, como una señal a las calificadoras, al mercado financiero, de decir, ‘nosotros seguimos siendo neoliberales a morir’.

(…) También hay un discurso de que Trump está loco y por eso quiere renegociar el TLCAN. No se quiere entender que el grueso de la población de la mayoría de los países de este esquema de apertura global están descontentos.

Entonces, ves las explicaciones cuando Inglaterra se sale, cuando Grecia se quería salir, ahora que Estados Unidos está en esa postura y es otra vez el pensamiento único, no puedo entender. Y cuando hay un referéndum dicen ¡Ah, votaron los tontos’. Desgraciadamente, ese descontento de la población lo ha capitalizado la derecha, pero en todos lados está perdiendo legitimidad este modelo, y en lugar de explicar, ellos dicen ‘la mayoría son tontos, no piensan como nosotros’. Deberían entender que la mayoría de la población no ha sido beneficiada por este modelo, que el asunto no es de qué país gane o qué país pierde. Es un asunto de clases, finalmente. Es un asunto de que pierde la mayoría de la población y gana una pequeña parte de la población en países desarrollados. Ese es el mensaje, que desgraciadamente la derecha ha capitalizado.

Sandra Rodríguez Nieto
Periodista en El Diario de Ciudad Juárez. Autora de La Fábrica del Crimen (Temas de hoy, 2012), ex reportera en SinEmbargo
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