Guadalajara, Jal., 29 Nov. (Notimex).- Tanto en España como en América Latina se le tiene miedo a la memoria, debido a las dictaduras y guerras civiles que se han registrado, aseguró el destacado escritor chileno Jorge Edwards (1931).
El autor, quien encabeza la delegación de Chile en la 26 edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, sostuvo que en el mundo de la lengua española, “somos tímidos ante esos fenómenos”.
En entrevista exclusiva para Notimex, el también Premio Cervantes de Literatura 1999, opinó que no obstante el género de la memoria es ilustre, practicado en la antigüedad clásica tanto por los griegos como por los latinos.
“Después es un género que en los preámbulos de la Edad Media, lo cultivó San Agustín, lo hizo Jean Jacques Rousseau, Francois René de Chateaubriand y en España algunos. Aunque lo cierto es que España y América Latina, hay mucho miedo a la memoria”, insistió.
Admirador de Octavio Paz (1914-1998), a quien calificó como una fiesta intelectual en la conversación, en el ensayo y en la evocación, y de Carlos Fuentes de quien dijo fue un gran conocedor de literaturas extranjeras, Edwards promociona además “Los círculos morados”.
Se trata de un volumen dedicado a su infancia, adolescencia y juventud (1931-1953), a su familia, al colegio jesuita en el que se educó, a sus lecturas iniciales y a sus primeros escritos.
Cuestionado a propósito del por qué escribir un libro sobre memorias, el actual embajador de Chile en Francia consideró que en la literatura universal existen memorias, novelas y poesía, y lo característico de la visión hispánica, que en el fondo es poco desarrollada, es pensar que la literatura es una literatura de “menú fijo”.
“La literatura española, como la inglesa y las francesas, tiene que ser una literatura a la carta, en que uno elige géneros. Entonces el género de la memoria, es inminentemente renacentista”, señaló.
Definido como una persona enfáticamente partidaria de escribir memorias, destacó que gracias al género de la memoria, “uno rescata el pasado”.
“En realidad, en la novela también se le rescata pero con ficción. O sea, se disimulan algunos personajes; en la memoria es más difícil, porque simplemente hay que enfrentar la verdad, dijo.
Amable, serio y siempre atento, afirmó que la literatura, ese arte que utiliza como instrumento la palabra, se hace en lugares absolutamente inesperados.
“Nadie piensa que saldrá una gran literatura de Toluca por ejemplo y enseguida, sale un gran escritor. “¿De dónde salió García Márquez? De Aracataca, ¿de dónde salió Pablo Neruda? De Temuco, una ciudad que era frontera en su tiempo.
“La literatura no se sabe de dónde sale; de repente sale de una vieja casa chilena como es mi caso”, dijo.
Edwards mencionó que lo bueno de la literatura es que no se le puede prever y someter a normas rígidas porque la literatura nace de la libertad humana y de la capacidad de creación de los seres humanos”.
Sobre “Los círculos morados” mencionó que “no todo en esas memorias es estrictamente parte de mi pasado”.
Existen, agregó, elementos ficticios que puse ahí, pues no pudo describir como fue tal convento con mi madre respecto ir ver una tía monja, tengo que imaginarlo; es decir, se que lo hice, pero tengo un recuerdo confuso; se trata pues, de un trabajo de reconstrucción literaria”.
“Los círculos morados” es el descubrimiento de la vocación literaria de Edwards y que lo ha llevado a convertirse en Premio Cervantes y uno de los escritores chilenos más originales, internacionales y de mayor envergadura.
En más de 400 páginas, esta memoria va más allá, habla de sus primeros amores y amoríos, no sólo literarios, y de la vida literaria chilena de fines de los cuarenta y comienzos de los años cincuenta.
Además de la vieja generación: Nicanor Parra, los surrealistas, los discípulos de Vicente Huidobro y los escritores de su generación como José Donoso, Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky, entre muchos otros.
“Se trata de un Chile que extraño mucho; pues antes había una cierta amabilidad en la vida, que no era una cosa meramente clasista, pues pasaba a la vez de todas las clases, había humor, enseguida, la ciudad estaba llena de excéntricos y a mi Neruda me dijo alguna vez que habría que haberlos conservado en formol para que siguieran existiendo hasta hoy.
“Ese mundo, lo encontraba en los bares, en los cafés, calle, plazas, era un mundo divertido y antiguo, amable y poético y desaparecido en cierto modo, pues ya no existe, no en la misma manera, pues la gente anda con mucha prisa en la actualidad”, concluyó.