Ninguno de los yoremes recuerda tampoco haberle firmado algún papel cediéndole sus parcelas al potentado.
Por Luis Fernando Nájera
Culiacán, 29 de octubre (Ríodoce).– Anastacio García Mopa, Víctor Chicuate Buitimea, Policarpio Cruz Cózari y los hermanos Enrique y Ernesto Mopa Buitimea, tienen profundas raíces y similitudes, en la gracia y en la desgracia.
Todos son yoremes, hombres de pocas palabras, pero cabales, ejidatarios fundadores del ejido 5 de Mayo, trabajadores, pero sin preparación empresarial.
Ellos son analfabetos, y por ello, vulnerables.
Es esa falta de saber y escribir, lo que los modernos terratenientes descubrieron y explotaron para despojarlos de lo único de valor que tenían en su vida: su parcela.
Ninguno de ellos recuerda haber conocido a su victimario, el médico dentista, José María Artola Sada, miembro de una prominente familia que no ha escapado al escarnio público ni al escándalo.
Ninguno de los yoremes recuerda tampoco haberle firmado algún papel cediéndole sus parcelas al potentado.
Anastacio es un hombre moreno, curtido por el sol. Él es propietario de un predio de 10 hectáreas ubicado en el lote 65 de la dotación de tierras del ejido 5 de Mayo. Su terreno está en un polígono cercano a la carretera México 15, y colinda con las 10 hectáreas de Irineo y con las otras 10 hectáreas de Ernesto Mopa Buitimea; y con la de Víctor Chicuate Buitimea.
Ellos no tienen exacta la fecha, pero en el año 2014 conocieron a un corredor de terrenos que entonces dijo trabajar para el doctor Artola (José María Artola Sada).
El galeno es un dentista que divide su tiempo entre la agrícola y su consultorio. Ellos no saben ni qué nombre tiene la agrícola ni en dónde se ubica.
Pues siempre los atendió una tercera persona. Era esta quien les llevaba a firma unos papeles, que ellos nunca pudieron leer, porque son analfabetos, ni de los que tampoco guardan copia porque jamás se les entregaron. Para ellos, los acuerdos que valían esa la palabra. Y esa palabra que les dijeron nunca fue cumplida y sólo fue un engaño.
Ellos, con sus poquísimas palabras narran que en el 2014 rentaron las tierras al doctor Artola, y periódicamente les entregaban diversas cantidades de dinero, previa firma de un recibo. Ellos a veces firmaban con una cruz o garabateaban las iniciales de sus nombres, por no saber escribir.
En cada ciclo agrícola, el doctor a través de su secretaria o de un hombre, les pedía la firma en unos contratos de arrendamiento que comenzaron en 8 mil pesos la hectárea y que en el 2019 concluyeron con 16 mil pesos por hectárea.
Las operaciones nunca tuvieron problemas, hasta que todos los yoremes decidieron vender los predios a un mejor postor, puesto que el dentista siempre les aseguró que él no quería como su propiedad las parcelas, sino para sembrarlas, cosa que ellos observaban siempre maquinaria, cultivos y cosecha. Nunca dudaron que fuera el doctor el que sembraba.
Pero en el 2019, decidieron venderle a Olegario Lim, y entonces, la trama salió a flote.
Y resultó, cuenta Anastacio García Mopa, que ellos no solamente firmaban los recibos de la renta sino que cedieron los derechos de los predios en un contrato de enajenación onerosa a favor de Artola, y que este, en un acuerdo de permuta, sin ser el propietario, la había traspasado a Veira Free Pacheco, a quien, los indígenas jamás han visto, cruzado palabra o cerrado algún negocio.
A Irineo Mopa Buitimea le sucedió una cosa más atroz, pues él fue conducido a las manos de Enrique Free por Wilfrido Peñuelas, un hombre que le sacó la firma en recibos, pero que no recibió un solo peso. Su parcela, finalmente, quedó en manos de estos porque, para enturbiar la operación, la cedió al doctor Artola.
Policarpio Cruz Cózari, tuvo una suerte similar pues rentó cinco hectáreas a Artola y cinco a Free, y estos se cedieron los predios para cimentar el despojo.
Policarpio asegura que se ha defendido en los tribunales agrarios, pero para intimidarlo, hombres armados llegan a su casa.
Víctor Chicuate tuvo una suerte más fea, dice su hermana, María Germán Buitimea, pues en cuanto firmó un recibo, perdió la parcela. Una de las muchas secretarias del doctor, solamente le dijo que no quería verlo más, que ya no tenía parcela pues ahora era propiedad de su patrón.
María afirma que defenderá los derechos de su hermano pues Artola y los Free son una relea de empresarios voraces, pillos que se valen de tretas legales, abogados, notarios y comisariados ejidales para despojar las parcelas a campesinos analfabetas, como es su caso.
La trama no termina allí, pues cuando los nuevos terratenientes se enteraron que las parcelas eran reclamadas por Lim, denunciaron por estafa a los yoremes.
Ríodoce buscó al doctor José María Artola Sada para conocer su réplica del caso en que se le involucra, pero sus asistentes negaron el contacto. En el consultorio, respondieron que ocasionalmente se para y proporcionaron un número telefónico de un empaque para concertar una cita. En ese número, la recepcionista dijo que el médico estaba ausente e indispuesto para responder.