Ernesto Hernández Norzagaray
29/10/2022 - 12:02 am
Sinaloa, el arte de tragar sapos
Rubén, hasta hace unos días estaba excedido, se creía un Gobernador todopoderoso y estaba con la espada desenvainada dispuesto a metamorfosearse en la Ley para impartir una justicia a su imagen y semejanza, y de esa forma, impulsar su proyecto de control absoluto. Pero, muy temprano, fue sacado de su limbo y aspiración omnipotente.
No había dejado de circular en redes sociales las palabras institucionales del Gobernador Rubén Rocha Moya donde afirmaba que él no iba a meter las manos para defender a Luis Guillermo “El Químico” Benítez y, aseguraba con voz tronante, que el Alcalde de Mazatlán tenía que enfrentar las acusaciones penales en su contra en la Fiscalía y el Congreso del Estado, incluso, cuando lo recibió en su despacho, quizá, le dijo lo mismo que a la prensa: el asunto está en otras instancias y no voy a interferir en ellas.
“El Químico”, otrora soberbio, salió cabizbajo de la oficina y jugó su última carta, pedir auxilio en la capital del país o mejor, quizá, avisar que había hecho lo que le habían recomendado ir a buscar un arreglo con el Gobernador.
La última carta dio resultado y en las primeras horas del martes, el Gobernador probablemente recibió la orden de cambiar de postura y subió el tuit conocido: “A fin de contribuir a la gobernabilidad y a la adecuada marcha de las tareas públicas del municipio de Mazatlán he decidido invitar a Luis Guillermo Benítez Torres a integrarse al Gabinete como Secretario de Turismo”.
Señor Gobernador: Una crisis de gobernabilidad no la produce una persona como este tipo de personajes, sino los grupos organizados que tienen demandas y, que, al no satisfacerse, pueden crear problemas.
Entonces, la orden y el tuit raspó el proyecto del Gobernador de tener el control político absoluto del estado -aunque, bien a bien, no se sabe para qué- y, entonces, entraba en suspenso y recordaba que la máxima de “no mentir, no robar, no traicionar” es sólo un slogan publicitario y que él, no es quien manda en el estado, que el poder está en la capital del país, en el teléfono rojo, en Palacio Nacional o en el Palacio de Cobián, y que los gobernadores no se mandan solos y, por lo tanto, tenía que dar uno, o varios pasos atrás, no sólo en el caso de marras sino en su pretensión absolutista.
Y que, de ahí, en adelante, debería primero consultar en la capital sobre ciertos temas antes de que en el centro se enteren por la prensa y más, cuando se trata, de afectar a los “amigos” del Presidente.
¿Habrá mejor forma de saber que las viejas prácticas del PRI están de regreso? Aquellas contra las que luchó Rubén y sus camaradas en la ya lejana juventud. Pero, igual, pregunto, ¿el Presidente se manda solo? ¿Los poderes fácticos no opinan y él no los escucha?
¿No le echarían un lazo al impresentable “Químico” Benítez? No tanto para salvarlo de ir al cadalso a sufrir penas sino para recordarle a Rubén que también ellos deben ser tomados en cuenta. Que ellos, también mandan.
Rubén, hasta hace unos días estaba excedido, se creía un Gobernador todopoderoso y estaba con la espada desenvainada dispuesto a metamorfosearse en la Ley para impartir una justicia a su imagen y semejanza, y de esa forma, impulsar su proyecto de control absoluto. Pero, muy temprano, fue sacado de su limbo y aspiración omnipotente.
Con la orden fue humillado y con el tuit perdió autoridad, y se volvió el meme de sus enemigos para empezar del propio Químico Benítez y el exalcalde de Culiacán desaforado, Jesús Estrada Ferreiro, que festejaron la presumible decisión de Palacio.
Estrada Ferreiro, ya sabe el caminito de la redención en la 4T y buscara recorrerlo, aunque no es seguro que obtenga el mismo resultado. Y, si eso ocurrió, a través de una figura menor habría que considerar qué pasaría si Rocha Moya continúa con su objetivo de apropiarse de la UAS y someter a Héctor Melesio Cuén, el líder del Partido Sinaloense, factótum de la UAS y promotor incansable de la precandidatura de Adán Augusto López. Los hilos de Gobernación no están ausentes y debe postergar o, pensarlo dos veces, si quiere continuar con su propósito de relevo en la casa Rosalina.
Desde Palacio de Cobián en Bucareli están mandando mensajes y esos llegan hasta la oficina de Claudia Sheinbaum y a sus apoyos en los estados, Rocha Moya, con su alto rating en las encuestas de percepción sobre los gobernadores, la desautorización para inmolar al “Químico” Benítez le rebaja algunos puntos.
No podrá seguir vendiéndose como quien tiene el control político en Sinaloa porque, efectivamente, con la decisión de rehabilitar al vapuleado Químico Benítez está demostrado que el poder está en otro lado, no en su oficina de Culiacán.
Así que, en lo que se calman las aguas turbias del río Tamazula, veremos a un Rocha Moya probablemente reflexivo, refugiado en las redes sociales y cauteloso, a la hora, de hablar y tomar decisiones de su proyecto político en el estado de los once ríos. Es más, con lo de esta semana, muy probablemente, entrara en suspenso continuar abriendo frentes hasta que haya candidato de Morena.
En tanto eso ocurre, en Mazatlán, podría ser considerada persona non grata, un gobernante que no hace honor a la palabra empeñada.
Los mazatlecos en su historia de los últimos 33 años han dado muestras claras de poco respeto a los políticos que mienten y traicionan y la mejor evidencia es su veleidad política, los agravios los cobran con la paciencia de Job, cómo sucedió en 1989, cuando después de los fraudes electorales del 1983 y 1985, salieron a votar en masa por Humberto Rice, el candidato panista, que más allá de ideologías representaba el espíritu de rebeldía de los porteños y luego, vendrían, los sucesivos procesos de alternancia.
Entonces, los mazatlecos, saben esperar el momento oportuno y castigar a la falsedad, ineptitud, arrogancia, frivolidad, corrupción y la burla de haber premiado al “Químico” Benítez con la titularidad de la Secretaria de Turismo.
En definitiva, la próxima rechifla en el Estadio de los Venados, podría ser ya no para el “Químico” sino para Rubén Rocha, quien tendría que tragar sapos ante la soberanía del silbido público, el reclamo anónimo y el grito multitudinario.
Al tiempo.
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