Sin apenas imágenes en movimiento disponibles, Fundora logró una semblanza de horas de duración del erudito, aquel que sin salir de Cuba “conoció el mundo” a través de la investigación literaria y logró asombrar a autores tan únicos como el argentino Julio Cortázar.
Miami, 29 de septiembre (EFE).- José Lezama Lima (1910-1976), uno de los precursores del denominado “boom literario latinoamericano”, fue un “cubano sabroso” y marginado, según dice a Efe Ernesto Fundora, autor de un documental biográfico que acaba de estrenarse en Miami.
Lezama Lima: Soltar la lengua, presentado esta semana en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), es el primer largometraje que se hace sobre la vida del autor de Paradiso (1966), una novela enjundiosa y barroca que de cierta manera puso al descubierto los prejuicios de la revolución cubana.
“La revolución lo apartó. Fue un estilo de Fidel (Castro) con aquellas figuras públicas que tuvieran una convocatoria poderosa (…). Fidel trataba de quitarle resonancia a estas personas y Lezama era una figura incómoda para él, muy incómoda”, expone el también cubano Fundora en una entrevista con Efe.
El reconocido creador de videoclips musicales menciona que en los casos de Lezama y de la cantante Celia Cruz detectó que fueron marginados “por celos” del dictador cubano.
“Celia Cruz, con quien tuve amistad e hice sus últimos cuatro proyectos, percibía que hubo celos de Fidel”, apunta.
De Lezama dice que cuando publicaron toda su obra en 1970 a los censores “se les escapa el capítulo 8 de Paradiso (el del homoerotismo), que a fin de cuentas se ha demostrado que es un capítulo imberbe, inocente”.
Al año siguiente, cuando Castro pronunció el discurso “Palabras a los intelectuales” y el poeta Heriberto Padilla fue encarcelado por sus críticas a la revolución en el libro “Fuera de juego”, “ahí es donde revientan a Lezama, ahí encuentran el pretexto idóneo para atacar a un intocable”, detalla.
Sin apenas imágenes en movimiento disponibles, Fundora logró una semblanza de horas de duración del erudito, aquel que sin salir de Cuba “conoció el mundo” a través de la investigación literaria y logró asombrar a autores tan únicos como el argentino Julio Cortázar.
Veintiocho entrevistas a personas que lo conocieron, repartidos entre Miami, La Habana, Ciudad de México, donde vive Fundora hace 25 años, y San José (Costa Rica), dan cuerpo a “Lezama Lima: Soltar la lengua”, un material que ha comenzado a caminar en universidades estadounidense y latinoamericanas y del que su realizador no descarta que pueda pasar a circuitos de festivales de cine.
Ocho de sus entrevistados, “discípulos lezamianos” o si se quiere tan solo amigos, han muerto ya, de manera que este largometraje sirvió como última entrevista a reconocidos escritores, como Cintio Vitier y Eliseo Alberto Diego (Lichi).
Las grabaciones comenzaron en 2008.
Fundora utilizó unas imágenes silentes de archivo, de un programa de televisión de 1957 o 1958, no puede precisar, que se llamó “La universidad del aire”, cuyos panelistas eran Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Jorge Mañach y Edmundo Desnoes.
“Me fue difícil conseguir esas imágenes, es lo único que existe”, resalta el director y anota que hacer cualquier gestión en La Habana es “un dolor de cabeza” y cuesta dinero.
Cuando apareció en Miami la colección del fotógrafo Iván Cañas, unos de los pocos que siguió a Lezama en los primeros años de la revolución, el documentalista vio la luz.
“A partir de ahí hice un ejercicio muy austero con la voz de Lezama, que grabó textos suyos para Casa de las Américas: Rapsodia para el mulo, Ah, que tú escapes, unos segmentos de Paradiso, Una oscura pradera me convida y algo de Muerte de Narciso“.
“Agarré fragmentos de esos textos narrados y animé fotos para darle un poco más de humanidad”, explica.
“Ves que Lezama se va deteriorando a través de las fotos. Termina con la ropa zurcida. Se va poniendo flaco, percibes su deterioro físico y eso es muy doloroso. A la gente le gustó, a pesar de que yo lo veía como algo irrespetuoso”, reconoce Fundora del estreno en Miami, al que asistieron, afirma, dos sobrinos del gran escritor.
Fumador de puros, obeso y muy casero, Lezama Lima, nombrado en la película Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea, 1993) como una suerte de sibarita de la gastronomía nacional, fue condenado al ostracismo hasta que 25 años después del silencio la propia revolución reeditó Paradiso.
A Fundora le gustaría que su documental se exhiba en la isla y adelanta que le montará “a Lezama” un canal en YouTube con material que no cupo en el largometraje.