Aunque eliminar los estereotipos de género y las violencias sólo con la literatura parece lejano, la lectura puede generar un cambio en las infancias. Esto piensa la activista y promotora cultural Fernanda Avendaño, quien a través del taller virtual “Violetas” difunde el feminismo para niños, jóvenes y mamás.
Avendaño tiene muchos temas en mente, pero para ella uno de los más importantes es el amor propio, pues “una mujer que se ama y construye redes solidarias puede identificar más fácilmente los espacios que la violentan”. Este taller también empodera a las niñas y las acerca a las ciencias y deportes, visibilizando el trabajo de mujeres destacadas.
Por María Rascón
Ciudad Juárez, Chihuahua, 29 de agosto (SinEmbargo).- A través de su iniciativa Cuentos para Cassandra, Fernanda Avendaño fomenta el trabajo con las emociones y el hábito de la lectura. En esta ocasión, su nuevo proyecto Violetas —que presenta en forma de taller virtual por la contingencia— difunde el feminismo para niños y niñas, jóvenes y mamás.
“La literatura infantojuvenil ha ido abarcando poco a poco los estereotipos de género y las violencias que llevan consigo […] Sería muy difícil eliminar estos constructos solo con la narración o la poesía; sin embargo, la lectura ayuda a que los niños comprendan el mundo en el que viven. Hablar de estereotipos a edad temprana podría influir en ellos”, opina Avendaño en entrevista.
Pero este taller no sólo se enfoca en los pequeños; es sobre todo para madres feministas que maternan varones: “Violetas es también para ellas que necesitan un espacio seguro y de recreación para los hijos, que comulgue con sus necesidades e ideas, un espacio que les ayude a explicar a las infancias cómo están ejerciendo sus derechos y luchando por los mismos y así también hacer comunidad”.
Respecto a las sesiones venideras, Avendaño detalló que tiene muchos temas en mente: estereotipos, diversidad sexual, e incluso feminismo interseccional. Pero para ella, uno de los talleres más importantes son aquellos que hablan sobre el amor propio y que ayudan a empoderar a las niñas, a acercarlas a las ciencias y deportes, y que visibilizan el trabajo de grandes mujeres, pues, en sus palabras:
“Creo que una mujer que se ama y construye redes solidarias puede identificar con más facilidad los espacios que la violentan. Cuando eres niña parece que la violencia no existe y por eso tardamos tanto en nombrarla y sanarnos”.
El blog de literatura feminista Las cartas de Amora presenta una entrevista con esta activista infantojuvenil, promotora cultural y madre feminista.
—Más de una feminista opina que los hombres nunca podrán entender el movimiento, ya que ellos no sufren la violencia patriarcal que las mujeres han padecido desde siempre. “Violetas” es un taller que no excluye la participación masculina, por el contrario, promueve la idea de que todos deberíamos ser feministas, como el título del libro de Chimamanda Ngozi. ¿Porqué es necesario que los niños y los hombres también se asuman como feministas?
—Tengo muchas ideas al respecto y me parece muy interesante cómo planteas tu pregunta, pues es un tema muy complejo. Si la pregunta fuera ¿los hombres sufren violencia patriarcal?, la respuesta sería: por supuesto. La diferencia es que para nosotras afecta todos los aspectos de nuestra vida y la calidad de ésta, mientras que para ellos los efectos del patriarcado se reflejan más bien en las relaciones con sus pares o con ellos mismos. A pesar de esto, yo no creo que los hombres puedan ser feministas, al menos no en la práctica, porque en la teoría sí que hay varías estudiosas del feminismo que les nombran.
Yo respeto a las mujeres que hablan desde el feminismo pensado en colectivo, como Marcela Lagarde, que habla de vidas libres de violencias; pero la cosa con la práctica feminista de los hombres es que resulta discordante. Mientras pueden estar analizando las violencias de otros parece que las propias son más difíciles de ver, cuestionar y resolver. Bajo ese sentido resulta hipócrita, porque a muchas morras nos duele el feminismo, porque hemos visto las violencias que ejercieron hacia nosotras y de las que somos autoras. Ese ejercicio de deconstrucción no es fácil que se lo aviente alguien que tiene un lugar privilegiado en la escalera social de este sistema.
Ahora, Violetas es un taller que admite niños y niñes, por dos cosas. La primera es que hay madres feministas que maternan varones, y desde esa premisa Violetas es también para ellas que necesitan un espacio seguro y de recreación para lxs hijxs, que comulgue con sus necesidades y sus ideas, un espacio que les ayude a explicar a las infancias cómo están ejerciendo sus derechos y luchando por los mismos y así también hacer comunidad.
El segundo motivo es que creo que los niños aún no forman parte del sistema patriarcal como hombres a pesar de ser varones. ¿Qué quiero decir? un macho tiene características y ha pasado por rituales específicos por los que los niños no han pasado y por ello aún no son los machos que criticamos. Esto lo podemos explicar desde el feminismo interseccional, pues la minoría de edad también es una categoría de opresión, sobre todo en una sociedad como la nuestra, que es sumamente adultocéntrica.
Entonces es posible que los hombres no puedan ser feministas… ¿pero los niños, que son los varones del futuro, pueden? No tengo la respuesta a esa pregunta pero espero que las madres de varones me la contesten en algún momento. Sí tengo esperanzas en que ellos en algún momento puedan asumirse como parte del movimiento y no sólo como “aliados”, porque ya pasaron por una educación y una crianza feminista.
—El cuento que escogiste para leer en el taller tiene un profundo impacto; les enseña a los niños que está bien llorar y expresar sus emociones, que no tienen que gritar para parecer fuertes, ni detestar las cosas bellas. ¿Es posible acabar con los estereotipos de la hombría y la feminidad a través de las historias?
—El cuento que refieres es Nosotras/Nosotros, de Ana Romero y Valeria Gallo. Está divido en dos partes: en una se relata la lucha y obtención de los derechos de la mujer mientras que la otra parte habla sobre el lugar de los hombres en el movimiento. Y claro que hace mención sobre los estereotipos de género. Ésta es una preocupación que la literatura infantojuvenil ha ido abarcando de poco en poco. Pienso por ejemplo en El niño que no quería ser azul, la niña que no quería ser rosa, de Patricia Fitti, Rosa Caramelo, de Adela Turin y El libro de los cerdos, de Anthony Brown. Cuentos que están pensados para visibilizar estereotipos de género y las violencias que llevan consigo.
Respondiendo a tu pregunta, no sé si es posible acabar con los estereotipos porque “hombría” y “feminidad” se construyen no sólo en el imaginario literario sino también en el cultural, social, político, académico y demás, así que sería muy difícil eliminar estos constructos solo con la narración o la poesía. Sin embargo, la lectura ayuda a que lxs niñxs comprendan el mundo en el que viven; hablar de estereotipos a edad temprana podría influir en cómo los viven.
—Sabemos que el color violeta es representativo de la lucha feminista. Emmeline Pethick, activista sufragista del siglo XIX, decía que el color simbolizaba la sangre real de cada luchadora. En tus propias palabras, “se protesta lanzando bombas, pero también bailando; se protesta a gritos y también en silencio”. ¿Cuál es la importancia de que las niñas y los niños aprendan el poder de la protesta para exigir sus derechos?
—Mi interés no solo es en la protesta o en los derechos, sino que infancias, juventudes y madres adquieran las habilidades para percibirse como entes políticos capaces de vivir y participar de una sociedad que -hasta ahora- es democrática. ¿Por qué es importante? porque a partir de esto podemos ver soluciones a conflictos basados en el diálogo y el respeto de las posiciones contrarias. Si niñas, niños y jóvenes pueden ejercer su derecho a la participación entonces les estaremos dando reconocimiento como sujetos de derecho. Valores de suma importancia en cuestión de derechos humanos en comunidades pacíficas.
—¿Por qué no debemos dejar de lado la perspectiva universal al hablar sobre feminismo, aunque en apariencia hayamos obtenido algunas victorias?
—Porque las victorias no han sido universales pero la opresión sí. Y el feminismo no sólo busca que la vida de las mexicanas sea mejor en cuanto a oportunidades y derechos, sino que todas las mujeres en todas las comunidades dejen de sufrir condiciones de desigualdad.
Es importante hablar de la perspectiva universal porque el movimiento feminista no paró cuando las sufragistas obtuvieron el derecho al voto. El feminismo ha cambiado, sí, pero sigue siendo la búsqueda constante por los derechos de todas nosotras.
—En tu opinión, ¿cómo podemos empezar a hablar sobre el aborto legal con las futuras generaciones?
—Es algo que me preocupa mucho y tampoco he podido resolver. Pienso que podemos empezar por hablar de la desigualdad en que nacen tantas personas en el mundo y de ahí seguir con salud reproductiva y luego cuestiones legislativas. Aunque siempre es importante adecuar los contenidos para que lxs niñxs los comprendan, no se debe endulzar la verdad.
—¿Cuáles son las ventajas y desventajas de impartir un taller virtual?
—Las ventajas son las diferentes voces y condiciones de quienes participamos, no somos del mismo género, ni de la misma edad, ni estamos en el mismo espacio, eso es sumamente enriquecedor. Las desventajas son los horarios, la organización, los problemas de comunicación que llegan con las nuevas tecnologías, y por supuesto, extrañar el contacto humano, algo que es muy importante en los talleres para niñxs que buscan fomentar la convivencia, el diálogo, los afectos y el amor por los libros.
Violetas es un taller de varias sesiones que tengo años planeando, organizando y documentando. Siento que de haberlo hecho de forma presencial habría sido más difícil encontrar aforo. Lo mismo me sucede con otro taller sobre literatura y cocina para niñxs, que quería impartir desde hace años pero había sido difícil por el espacio. Esa es otra ventaja de lo virtual: cada quién puede acomodarse y tomarlo donde más cómodo se sienta.
—Y colorín, colorado… ¿qué sigue luego de este primer taller sobre feminismos?
—Espero llegar a más personas. Cuentos para Cassandra nació para mostrar mi trabajo y dar lugar a la literatura infantojuvenil para generar espacios de paz y cambio. Ha sido difícil compaginar esto con mi labor académica, por lo que veo en Violetas una oportunidad para volver a la conversación política y feminista; no sólo hablar de los temas que me interesan, si no los que son importantes para la comunidad.
¡Por lo mismo siguen más sesiones! Estoy muy emocionada por los comentarios tan lindos que he recibido. Tengo preparada una sesión de Violetas para hablar sobre estereotipos, otro para hablar de diversidad sexual, e incluso tengo preparado un taller sobre feminismo interseccional. Pero las que me parecen más importantes son las sesiones con textos y actividades que ayudan a empoderar a las niñas, a acercarlas a las ciencias y deportes porque visibilizan el trabajo de grandes mujeres.
Igualmente destaco los talleres que les hablan del amor propio: creo que una mujer que se ama y construye redes solidarias puede identificar con más facilidad los espacios que la violentan. Cuando eres niña parece que la violencia no existe y por eso tardamos tanto en nombrarla y sanarnos.
María del Carmen Rascón Castro es escritora, investigadora y activista. Estudió Literatura Hispanomexicana (UACJ-UNAM) y ha tomado diversos diplomados literarios promovidos por el INBAL, HarvardX y el CCL Xavier Villaurrutia. Es fundadora del blog de literatura feminista Las cartas de Amora. Actualmente se encuentra escribiendo su primera novela con Crisálida Ediciones.