Dos campesinos que fueron confundidos como secuestradores de niños murieron quemados vivos por una turba en el poblado de Acatlán, Puebla. La madre de ambos presenció el linchamientos, y al menos cinco policías también; los segundos están detenidos por permitirlo.
Por Edmundo Velázquez
Puebla/Ciudad de México (Central/SinEmbargo).- Alberto Flores y su sobrino, Ricardo Flores, eran campesinos. La tarde del 29 de agosto fueron detenidos por la Policía Municipal de Acatlán, Puebla, por ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública, pero la población, cansada de ser víctimas de la delincuencia y la impunidad, corrió el rumor de que eran robachicos, se organizaron, la policía les abrió la puerta de la comisaría, los entregó y a los pocos minutos ya estaban ardiendo vivos en medio de la plaza pública.
Decenas de mirones tomaban videos y fotografías en sus celulares, Francisco decidió hacer una transmisión en Facebook Live para “presumir” la justicia por su propia mano. Charo, la madre de Ricardo Flores, fue una de las más de 800 personas que se conectaron “en vivo”, vio cómo les prendían fuego a su hijo y a su cuñado. Lanzó una súplica para evitarlo, pero no funcionó.
“Estaban en la hora equivocada en el momento equivocado, mi hijo es inocente. En el nombre de la virgencita se los pido, no le hagan daño a mi hijo”, fue el primer comentario que se perdió rápidamente entre los cientos que llegaban.
“No sé, no sean ingratos. Él es mi hijo, no le hagan daño por favor, él no es ningún secuestrador, él es de Tianguistengo junto con su tío. Ingratos. ¿Por qué quemaron su camioneta si ellos no son secuestradores? Soy madre, siéntanse el corazón por favor, él es mi hijo no le hagan daño por favor, son de Tianguistengo”.
En las transmisiones que circularon a través de esta red social, y que hoy ya no existen por las políticas de Facebook, se puede escuchar a varios incitando al linchamiento: “¡Maten a los perros! ¡Quémenlos vivos!”.
Alberto Flores Morales, de 56 años y su sobrino Ricardo Flores Rodríguez, de 21 años, fueron detenidos en la localidad de San Vicente Boquerón, en donde consumían bebidas alcohólicas.
Desde ahí fueron golpeados y los trasladaron a la comisaría de Acatlán que está a unos 30 minutos. Pobladores acusan que fue Adrián N, militante de Antorcha Campesina, quien comenzó a llamar al pueblo a hacer justicia por su propia mano.
Primero eran 30 congregados en la comisaría y pronto llegaron a más de 150; todos ahí estaban seguros de que se trataba de robachicos, secuestradores de niños captados in fraganti.
La razón para quemarlos, la misma de otros linchamientos en Puebla: “los van a dejar libres”. Así, la turba presionó a las autoridades y dos de los cinco uniformados que estaban ahí tomaron la decisión de sacarlos de la prisión y entregarlos a los pobladores.
Abrieron las puertas y todo fue muy rápido, en cuestión de minutos Alberto y Ricardo fueron golpeados, tirados al suelo, pateados, hasta que alguien gritó ¡Quémenlos vivos! y la idea se volvió decreto.
Los rociaron con gasolina y les prendieron fuego. Cuando el fuego se apagaba y ellos seguían vivos, volvieron a incendiarlos para que terminaran de morirse.
El gobierno de Puebla a través de un comunicado de prensa ha culpado al municipio que gobierna Guillermo Martínez Rodríguez, por saltarse los protocolos de seguridad y no dar aviso a la Policía Estatal y a la Secretaría de Gobernación de la trifulca.
Cinco policías municipales de Acatlán de Osorio, municipio que está a tres horas de la capital, fueron detenidos. Dos de ellos por haber entregado a los dos hombres y tres por omisión, por no dar aviso a las autoridades.
La SSP dijo que se investigarán los horarios de lo ocurrido porque “la autoridad municipal no informó a tiempo para activar el protocolo”. Además, ante la SGG el municipio no solicitó que se enviaran negociadores para establecer el diálogo con el grupo creciente de personas.
Tampoco se informó de los hechos en tiempo y forma a la SSP y a la SGG para brindar pronto auxilio”, señalaron las dependencias en un boletín enviado por el Gobierno del Estado.
El 23 de agosto, Iván Altamirano pasó de ser un héroe a ser una víctima. Cuando salía de su trabajo, también en Puebla, intentó apoyar a una mujer que dijo que habían secuestrado a su hijo en la calle 10 Poniente. Minutos después, la misma mujer lo acusó de ser el secuestrador.
Ambulantes y transeúntes lo golpearon por más de diez minutos, lo asaltaron y dejaron malherido. Ahora tiene que pagar un tratamiento médico con un costo de 30 mil pesos para recuperarse.