Javier Murillo
29/08/2018 - 12:01 am
Zuckerberg es la suma de todas sus traiciones
En el noveno y último círculo del Infierno –como quien dice en el fondo del abismo del Averno– Dante ubicó a los traidores. Entre capas tectónicas hechas de hielo eterno está el mismísimo Lucifer masticando (para siempre) a Judas Iscariote.
En el noveno y último círculo del Infierno –como quien dice en el fondo del abismo del Averno– Dante ubicó a los traidores. Entre capas tectónicas hechas de hielo eterno está el mismísimo Lucifer masticando (para siempre) a Judas Iscariote. La traición recibe el peor castigo de todos en La Divina Comedia.
No es que la traición sea mejor vista en nuestros días. Ahora se juzga desde los medios sociales con hashtags incendiarios que condenan a quienes fueron desleales con sus amigos, a los defraudadores, a quienes cachan engañando con alevosía. También a los que traicionaron sus principios, a sus usuarios y a una oportunidad histórica. Es decir, gente como Mark Zuckerberg, que llegado su tiempo, encabezará la lista del juzgado de la era digital.
Dentro de unos cuantos años, no será recordado como el famoso precursor de Facebook (FB), sino como el gran traidor que dejó pasar la oportunidad histórica de crear un nuevo modelo de servicio/empresa/negocio en aras de amasar una fortuna que, por lo demás, se le escurre de entre las manos. Nos traicionó a nosotros, sus usuarios que lo hicimos billonario, no chistó en vendernos a las marcas.
La película The Social Network (Fincher, 2010) ya explicó muy bien –recibió el Óscar a la mejor guión adaptado– que Zuckerberg no fue el inventor de las redes sociales y ni siquiera fue quien ideó el principio de FB, sino que “retomó” el trabajo de los hermanos Winklevoss, lo que derivó en años de juicios y un multimillonario acuerdo que permanece guardado en la más secreta de todas las cláusulas de confidencialidad.
En ese principio, el propio filme señala el pronunciamiento de Zuckerberg en contra de incluir publicidad en esa red social, “pues todavía no sabían lo que era”. No pasarían muchos años antes de que traicionara su propia filosofía, no sin antes verse obligado a reparar, legal y económicamente, a otra traición: tuvo que reconocer que Eduardo Saverin –otro examigo– fue confundador de Facebook.
A medida que millones de seres humanos se sumaban a esa red social, con toda su información personal a la vista pública, creció el apetito de los inversionistas. La presión alrededor del neoyorquino se hizo insostenible y así comenzó con su algoritmo publicitario, primario, en algunos casos racista y alevoso todo el tiempo, que acabó por forzar al modelo más tradicional de ingresos vía publicitaria sobre FB, que a partir de ese momento se definió como un medio de comunicación donde todos generan el contenido gratuito y son, también, sus principales consumidores. El usuario es el verdadero producto de Facebook.
Su actual interfase está diseñada para presionar veladamente el clic a la publicidad, que cada vez es más difícil reconocer, que satura la red social y premia, además, la información más sensacionalista: no en vano ha sido el principal centro de difusión para las noticias falsas (fake news) en todo el mundo. Tanta disrupción, innovación y tecnología para que el modelo de negocio siga siendo vender banners.
Ya sonaba mal, pero no ha sido lo peor. “Fue mi error y lo siento”, declaró Zuckerberg en abril de este año frente al Congreso estadounidense, cuando tuvo que rendir cuentas por el “indebido” uso de datos de 87 millones de usuarios de Facebook, por parte de la firma Cambdrige Analytica, durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en 2016.
No obstante, ahí sigue. Reconoció que le tomará “varios años” corregir las brechas de seguridad, que no debieron existir en primera instancia. Los rusos no hackearon Facebook, sólo usaron a su favor las herramientas que Zuckerberg les dio. Luego continuó en el centro de su burbuja insensible y distante del resto de la humanidad, entre vaivenes bursátiles por el precio de sus acciones financieras, que de las morales parece ser que no le ha llegado el momento de ajustar cuentas. ¿Usted le confiaría sus movimientos financieros a Mark Zuckerberg? Pues es la próxima parada de Facebook, o al menos su expectativa.
No podemos decir que ha sido el gran innovador: retomó la idea de un grupo de amigos universitarios y supo apropiársela. Se reconoce, también, su capacidad de “agregar” a su red lo que más le gusta de sus rivales: imitar el TL de Twitter, las historias de Snapchat… esto siempre y cuando no estén a la venta para que se las lleve, como hizo con WhatsApp e Instagram.
Detengámonos un momento. Veamos ahora que, por muchísimo menos, a cualquier presidente de empresa (CEO) ya lo habrían retirado del cargo. La trayectoria de Zuckerberg ha estado copada, sistemáticamente, de decisiones de dudosa ética.
Aunque el principio de la decadencia de FB lo atestiguamos cuando asumió el modelo tradicional de publicidad, el final lo veremos a medida que lo rebase la tecnología. El magnate tiene una visión muy corta de la Inteligencia Artificial (IA) y piensa que, en su mundo feliz, ésta sólo ocurrirá a través de su negocio.
Como siempre, el tiempo lo pondrá todo en su sitio y proporción. Ajustará cuentas con el insensible Zuckerberg y su cúmulo de traiciones (Like! ヽ(•‿•)ノ).
Javier Murillo Acuña
Fundador y Presidente del Consejo de Metrics
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www.metrics.digital
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