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Ramiro Padilla Atondo

29/08/2013 - 11:17 am

De los libros al poder, de Gabriel Zaid

A Gabriel Zaid se le reconocen dos cosas: la primera, determinar que el rostro no tiene validez frente a la obra literaria (no se deja tomar fotos, casi nadie conoce su cara); y segundo, racionalizar de manera original hechos que están frente a nuestras narices. Navegar contra la corriente ha sido el signo distintivo de […]

A Gabriel Zaid se le reconocen dos cosas: la primera, determinar que el rostro no tiene validez frente a la obra literaria (no se deja tomar fotos, casi nadie conoce su cara); y segundo, racionalizar de manera original hechos que están frente a nuestras narices. Navegar contra la corriente ha sido el signo distintivo de su carrera, explicarnos una realidad práctica ajena a los cánones del pensamiento estrecho. De los libros al poder es un libro raro, una colección de escritos con una finalidad interesante, preguntarse para qué diablos sirven los títulos universitarios, aunque este no sea el único tema del libro. Los tecnócratas empezaron con Miguel Alemán. Los viejos generales necesitaban de jóvenes preparados que les ayudaran a gobernar, ya no era necesario resolver las diferencias electorales a balazos como bien nos lo hicieron saber Ibargüengoitia con sus Relámpagos de Agosto y Martín Luis Guzmán y La sombra del caudillo. Los tiempos cambiaron. Lo que nunca advirtieron fue su posterior desvanecimiento con la entrada de los universitarios al poder. Y ya nunca lo soltaron. No hay una carrera para ser Presidente, dice Zaid, y si la hubiera, habría una cola larguísima para estudiarla. No se aprende a ejercer el poder fuera de él. Los títulos universitarios representan una oportunidad de aprender pero de más arriba, aunque no valgan el papel en el que están escritos.

Hay una propuesta bastante original, que se les asignen títulos a los niños al nacer. De esa manera nos ahorraríamos bastante dinero, como lo han probado los que eligen al Dalai Lama. Buscan un bebé en el pueblo y deciden que es la reencarnación de su guía. Entonces proceden a educarlo hasta que se convierte en él. Estos mecanismos de asignación de privilegios son viejos. El hijo del rey tiene una educación y oportunidades privilegiadas, se le enseña el arte de gobernar a sus súbditos, se convierte en rey.

En un país sin títulos nobiliarios, los títulos universitarios se han convertido en patentes de corso para empezar de más arriba. Se da el curioso caso en el que el individuo desaparece tras el título. Nuestra construcción social nos hace reverenciar al poseedor del grado universitario antes de saber en realidad quien es. Señor licenciado fulano de tal, se le dice. Aunque muchísimos de nuestros profesionistas sean en la práctica analfabetas funcionales. No vuelven a leer un libro una vez terminada la carrera. La longitud de las carreras universitarias es una muestra fehaciente de la necesidad de seleccionar al grupo de universitarios por medio de algunas trampitas adecuadas llamadas troncos comunes. Zaid propone en su libro que las carreras se acorten. Que se vayan directo a la especialidad. Los títulos universitarios sirven para escalar en las pirámides burocráticas (públicas y privadas) y para eso son necesarios más estudios que justifiquen los puestos altamente especializados a los que se aspira dirigir.

El recién fallecido Alonso Lujambio en su ensayo “Poder por los libros”, publicado en Nexos, decía:

“El debate ni con mucho termina ahí. Zaid observa que hay más gente preparada que nunca, con más poder que nunca, pero el país no está mejor que nunca y se pregunta: “¿de qué ha servido tanta preparación?” El autor encuentra una fuerte correlación entre lo mal que está el país y lo bien educada que está nuestra élite, como si la correlación significase causalidad. Y claro que puede haberla, pero quizás intervengan factores mucho más decisivos. Dice Zaid: “mucha gente preparada cree que el poder debe estar reservado a la gente preparada, aunque haga una burrada tras otra. No puede creer que un campesino, que le debe el poder a su comunidad y le tenga que rendir cuentas, gobernará mejor que un Licenciado que le debe el poder a su sinodal y no le rinde cuentas a nadie. Para mucha gente preparada es inconcebible someterse al voto de la gente menos preparada””.

Hoy vivimos gobernados por tipos que tienen posgrados, maestrías y doctorados en las principales universidades del mundo y que sin embargo carecen de sentido común. Ejemplos hay muchos. Salinas de Gortari estudió la licenciatura en Economía en la UNAM, continuó sus estudios en Harvard, donde obtuvo la maestría en Administración Pública, la maestría en Economía Política y el doctorado en Economía Política y Gobierno. Ernesto Zedillo estudió la licenciatura en Economía en el politécnico y obtuvo un doctorado en Ciencias Económicas en Yale. Y ni todos estos estudios sirvieron para que pudieran manejar la crisis del 95 de la manera adecuada. Esta idea de un destino manifiesto de los letrados se manifiesta más adelante con su lectura de las guerrillas centroamericanas dirigidas por universitarios al igual que el levantamiento zapatista, liderado por un universitario educado en la Ciudad de México cuyas motivaciones estaban lejos de ser las de los indígenas. Marcos se convirtió en el paradigma del universitario marxista que decide hacer lo que le dictaban los manuales del comunismo.

Ante la avalancha de la oferta educativa en México, donde cada día se hace más necesario poseer un título, e inclusive para ser barrendero se exige la prepa, un libro como este es una bocanada de aire fresco ante la sinrazón del progreso, que ha llegado para convertirse en el nuevo paradigma de la modernidad, aunque no sepamos exactamente en qué consiste.

Al igual que Iván Ilich y su sociedad desecolarizada, obra con la que tiene una deuda de gratitud, Zaid propone que el individuo aprenda de los temas que más le gustan sin la necesidad de la camisa de fuerza de una educación esquematizada. Eduardo Galeano lo explicaría a su modo en Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Los valores morales de la sociedad que son mancillados por el sistema educativo. Al final de cuentas nuestra deuda de gratitud con este autor y este libro en particular es la de recapacitar en el moderno papel de la educación y sus mecanismos. También la de invitarnos a leer otros autores que rechazan estas construcciones sociales. De los libros al poder es un libro que debe de estar siempre a la mano cuando nos hagamos ciertas preguntas. Dejárselo de herencia a nuestros hijos que quizá en el futuro se hagan estas mismas preguntas en el marco de un mundo totalmente diferente.

Ramiro Padilla Atondo
Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

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