Hernán Cortés era más indígena que español, dice Christian Duverger. Su afirmación, asegura, no es una provocación, ni un intento de generar polémica, “es la verdad”. A la conclusión llegó después de consultar documentos, realizar trabajo de campo y vivir, durante tres años, en la que fue la casa del conquistador. A la conclusión llegó a través de la ciencia.
Ciudad de México, 29 de junio (SinEmbargo).– Durante 500 años, Hernán Cortés ha sido el villano. Y es que llegó y conquistó tierras que no le pertenecían. Y es que engañó. Y es que dañó. O es al menos lo que se lee en los libros de texto –o se leía hasta hace algunos años–. Frente a esa visión se encuentra la del historiador y antropólogo francés Christian Duverger, quien ha demostrado, a través de la investigación, que Cortés era un humanista y un hombre de letras que “vio en las tierras americanas la posibilidad, no de trasplantar una copia de la sociedad castellana, sino de inventar un mundo nuevo”.
En entrevista con SinEmbargo, Duverger habla sobre esa otra forma de ver la historia: la científica y alejada de los mitos y leyendas. Sus ideas están vertidas en dos tomos sobre la vida de Hernán Cortés: La espada y La pluma, publicadas originalmente en 2005 y 2013.
La primera parte, La Espada, retrata al conquistador “fascinado por el mundo indígena, pero también al interlocutor y competidor de Carlos V, al seductor, al independentista, al empresario, al introductor de la caña de azúcar y el gusano de seda en México, al explorador que descubre California, que comercia con el Perú y que llega hasta las Filipinas”.
La segunda parte, La Pluma, “causó un gran revuelo al desmoronar la autoría de Bernal Díaz del Castillo sobre la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España y devolvérsela a su verdadero dueño: Hernán Cortés”.
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–¿Construir a Hernán Cortés desde una visión positiva? En la escuela muestran a un personaje oscuro.
–Decidí estudiar la historia de México. Inicialmente empecé con la historia prehispánica. Soy arqueólogo y excavé en varios sitios de México, últimamente en Monte Albán, Oaxaca. Me di cuenta que México tenía un problema de comprensión de la actuación de Cortés. En lugar de ser un campo académico, era un campo mítico. Eso es una certeza: no hay ninguna universidad en el país que ofrezca una línea de investigación sobre Cortés. En Francia existe porque yo tengo la cátedra de historia mexicana. Eso me permitió entrar en el campo de la historia, en el campo científico, sin sufrir lo que sufren los mexicanos, es decir, tener acceso solamente al mito por no tener historiadores locales que se dediquen al asunto de la Conquista. No hay ninguna universidad que haga la historia de Cortés en la Conquista. Esa fue la primera reflexión. La otra es que había una especie de separación muy rara entre el mundo prehispánico y el mundo del siglo XVI, lo que significa que el siglo XVI pertenece a los historiadores que trabajan con archivos y el mundo prehispánico pertenecía al mundo de los arqueólogos y antropólogos, y ningún antropólogo conocía la historia de España del siglo XV o del siglo XVI, y ningún historiador del siglo XVI conocía la vertiente prehispánica. Entonces decidí trabajar sobre la articulación de los dos mundos. De eso nacieron mis libros. Mis libros explican, básicamente, que no hay que entrar a la historia de Cortés a partir de la historia de España o de la historia occidental, sino a partir de la mirada prehispánica y de la historia prehispánica. Mi lectura de Cortés es una lectura que incluye a Cortés en el transcurso milenario de la historia prehispánica. Eso es un cambio de perspectiva. No me apego a la historia del héroe o del villano. Mi perspectiva es otra. Decidí establecer una especie de puente entre el mundo prehispánico y el mundo hispánico. Decidí tratar el tema de Cortés como un tema científico y no como un tema de creencias o de leyendas. El problema que comentas es que en los libros de texto aparece el mito, la leyenda, y no la realidad histórica. Esa realidad histórica la podemos reconstituir porque existen los documentos, muchos documentos de la Conquista sobre la actuación de Cortés y sus capitanes. Hay muchos documentos. En el libro que tiene en la mano publicó al final dos páginas que provienen del archivo secreto de El Vaticano. Hay que decir una cosa: soy el único que ha trabajado en el archivo secreto de El Vaticano. Y doy documentos que confirman lo que escribe Bernal Díaz del Castillo, quien considero que es Cortés. Es la historia de una embajada de esa época. Hay documentos de esa época de Cortés al Papa. La verdad es que sólo la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España nos habla de esa embajada. Descubrí los documentos que comprueban la autenticidad de lo que cuenta Cortés en la Historia verdadera. Es difícil hacer este tipo de trabajos porque no hay indicios, no se sabe dónde están los documentos y todo está en latín. Lo que obliga a leer un montón de documentos rápidamente. Hay que descifrar las letras en latín. Eso es hacer historia: trabajar con documentos. Todo lo que está en mis libros sale de ahí. Somos muy pocos que lo hacemos en el mundo. Es una lástima. Mi deseo es que realmente México se interese en su propia historia y en la actuación del grupo de Cortés. Se presenta la llegada de los españoles, pero en el caso particular de México, llegó Cortés con sus ideas, su preparación, sus amigos, todos extremeños, y llegaron sin armamento y en sus caballos. Eso lo digo en el prólogo. Aplicar la palabra Conquista, que es una palabra que viene del vocabulario militar europeo, a lo que pasó en México, es excesivo. No es la palabra más adecuada. Toda mi reflexión es eso: utilizar las palabras adecuadas y reubicar la actuación de Cortés en el marco de la historia prehispánica, de la historia indígena. Mi idea es que Cortés es más indígena que español. No es una provocación decir eso, es la verdad. Lo explico en el libro. Por eso hay una diferencia entre lo que escribo y lo que está en los libros de textos, pero ojalá que se cambien los libros de texto, que se reescriban. Ojalá.
–No es una provocación, pero sí es una idea polémica.
–No lo hago por la polémica. Hay que entender eso. Es raro percibirlo como polémica. Yo hago lo que todos los historiadores hacen: buscar en los archivos, investigar, leer, controlar los documentos, cruzar la documentación. Ese es el papel de historiador. Al hacer el papel de historiador me dicen que es una provocación o que es polémico. No es polémico. De la investigación nace otra visión, pero no lo hago por armar polémica, lo hago para desarrollar el conocimiento del pasado mexicano. Un historiador trabaja para mejorar el conocimiento del pasado. Es rara la recepción de mis libros. Es una consecuencia imprevista. Yo conozco el sentimiento que tiene México en relación con Cortés y puedo entender que la aceptación de mis libros sea lenta, que haya una resistencia cultural. La adaptación va a tomar cierto tiempo. En las nuevas generaciones no tengo ese problema. Hice unas 70 conferencias desde que salió el segundo tomo, donde hablo de Díaz del Castillo, y con los jóvenes no hay ese problema. No lo ven como polémico, sino como una aportación de la historia. El conflicto está con los que nacieron con una visión muy mítica de la Conquista y del papel de los españoles. Esa visión es el producto de la Leyenda Negra de los norteamericanos. La Leyenda Negra es una leyenda, no se apega a nada. Es paradójico: yo presento muchos elementos apegados a documentos, y no se percibe como polémica la leyenda, la cual se inventó contra la actuación de España y la Iglesia. Mi tarea, como amante de lo mexicano, es dar a conocer todo eso.
–Háblanos sobre tu relación con México.
–Me enamoré. Es una especie de relación de amor. Me enamoré hace muchos años porque empecé mi tesis doctoral en el 70 y ya había tomado un tema sobre México. Hice mi primer viaje a México en el 68, en tiempo remotos. Desde entonces vivo con ese amor. Me fascina México y su cultura. Es el producto de un mestizaje y es complejo, como todo mestizaje. Lo sorprendente de México es la aceptación del mestizaje. Considero que México fue un crisol. De la estrategia de Hernán Cortés nació un nuevo país que es el México moderno, que tiene más relación con el México indígena que con el hispánico. Por eso los españoles no entienden cómo funciona México. ¿Pero por qué sería un clon de España? Nunca fue la intención de Cortés. Mi relación con México es una relación de amor. Sigo trabajando y tendremos otros libros en unos años.
–¿En qué estás trabajando?
–Es secreto editorial. No lo diremos hoy. Hay dos libros en camino.
–¿Cómo se percibe al México de hoy desde afuera?
–México es mal conocido de una manera general. Creo que hay un problema de percepción. Desde el exterior se siente que México no asume su mestizaje. Hay una especie de conflicto en la percepción exterior. México es un gran país, es potencia mundial. Es un país preparado. La juventud está preparado. Hay tejido industrial. Hay producción industrial. Tiene petróleo. Es un país con riquezas. Por otra parte, creo que es un país que no está reconciliado con su pasado. La idea de hablar del pasado y presentar las cosas como polémicas, muestra que la lectura del pasado es conflictiva. Eso dificulta la recepción de lo que es México. Finalmente ha sido difícil para el mundo exterior entender cómo funciona México. No hay una visión clara de lo que es México. Eso complica la relación con México. Yo no tuve ese problema. De una cierta manera entré de manera irracional al amor por México. Desde el exterior se percibe que es un mundo complejo y no se da fácilmente a entender. México no entiende su propio pasado. Es difícil, por ejemplo, construir una relación con España si hay un rechazo a la población hispana. Es un país con contradicciones percibidas desde el exterior. Cuando me dicen que expliqué cómo funciona México, siempre es difícil. Es una potencia que tiene su papel. Es un país que creció. Es un país importante. Es como lo que pasa con Brasil, durante muchos años México y Brasil tuvieron el mismo rango de crecimiento económico. En el mundo exterior también hay un problema de percepción sobre Brasil. La mirada no sabe cómo entender ambos países. México es líder. No hay duda. Pero si hablas con un mexicano en la calle, le va a costar trabajo pensar que México es potencia mundial. La relación de Francia con México es antigua. El mundo académico se interesa por la cultura mexicana. Eso significa algo. Hubo una relación con escritores: Carlos Fuentes, Octavio Paz. Muchos autores mexicanos, economistas, políticos que se doctoraron en Francia. Yo tuve muchos mexicanos como alumnos. Esa relación es antigua. Es una relación del siglo XX. No es por el episodio con Maximiliano. Es una relación muy fuerte. Muralistas han estudiado en Francia. El vínculo cultural de México y Francia es importante, lo que puede explicar mi interés en la historia de México.
–¿Cuál es la rutina de un historiador?
–No hay rutina. Hay que entender que hay una parte de trabajo de campo. En mi caso, el trabajo de campo consistió en hacer el recorrido de todos los lugares donde vivió Cortés, el pueblo en el que nació, etcétera. Tuve la ventaja de vivir en la casa de Cortés en Santo Domingo, es una casa que hizo construir Cortés. Santo Domingo se construyó en la época hispana. Santo Domingo es la primera ciudad de América. La primera ciudad novohispana, construida a partir de un esquema europea. Era una casa de dos pisos, una casa austera, como Hernán Cortés. Restauré la casa para convertirla en centro cultural. La recámara de Cortés fue mi despacho. Fue la suerte. El Gobierno dominicano me ofreció la casa de Cortés. Lo interpreté como una relación espiritual con Cortés. El hecho de vivir tres años en los mismos lugares, fue importante. El campo arqueológico también es parte de mí. Mi trabajo en los archivos, trabajar en bibliotecas. La búsqueda de libros... No hay rutina. Hay que escribir. Yo escribo de noche. De nuevo de la noche a dos de la mañana. También soy profesor. Es un enorme trabajo, pero se hace por dedicación y amor al tema. Al historiador le gusta su trabajo y su tema. Mi tema es la historia mexicana, Cortés es clave de la historia de México.
–Finalizamos. Al momento de hacer un trabajo de campo, pasan cosas, vives cosas.
–Sí.
–Cuéntanos anécdotas sobre ese trabajo de campo.
–Voy a decir un secreto: mi trabajo de campo arqueológico lo utilicé mucho a fines lingüísticos. Todos los que han trabajado conmigo, hablaban lenguas indígenas. Aproveché la presencia de ellos para entender sus idiomas. Trabajé en tres lugares. En Nayarit, en un lugar en el que se hablaba el náhuatl en un lugar en el que no se había recopilado nada de eso. Desarrollé una especie de convivencia particular con los que han trabajado conmigo en Nayarit. Compartíamos en náhuatl. Teníamos intercambios en náhuatl. Así entré en confianza de ellos y así supe cosas que evidentemente nunca publiqué. Finalmente lo que sale en los libros es la condensación de una nube, una nube constituida por el trabajo de campo. Trabajé en la frontera de Querétaro y Monte Albán. Mis trabajadores hablan el mixteco, otra forma del otomí. Eso me permitió desarrollar muchos elementos. A través del idioma que hablan puedes entrar a otra dimensión espiritual. En el campo se desarrolla otra manera de pensar. Eso influyó en mi manera de trabajar. El campo nos apega a la dimensión humana de la ciencia. El campo es encontrar a los otros a través de su vida cotidiana.