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María Rivera

29/05/2024 - 10:01 pm

Razones

“No han entendido que se puede ser crítico de este gobierno y crítico de los gobiernos del pasado. Tan no entendieron nada, que las propuestas de Gálvez en varias materias consisten en volver al pasado, incluidas las culturales”.

Casillas electorales.
“Celebro –y celebraré- que en mi tiempo de vida haya podido estar en la boleta la primera mujer Presidenta”. Foto: Instituto Nacional Electoral.

Al fin, querido lector, se terminaron las campañas. En unos días sabremos quién nos gobernará los próximos seis años. Es cierto que es esta una elección histórica, en el sentido de que funcionará como un plebiscito. Obviamente, no sobre el invento de “la deriva autoritaria”, sino sobre si continúa el proyecto político de la izquierda morenista o damos vuelta en u, como dicen, hacia el proyecto del prian que nos gobernó las últimas décadas y sumió en la pobreza y la desesperanza a millones de mexicanos. Eso es lo que decidiremos en unos días, entre todos. Las personas tendrán que sopesar si es buena idea volver a la era del latrocinio prianista que representa Xóchitl Gálvez, o continuar con la “cuarta transformación” que representa Claudia Sheinbaum o se inclina por una tercera vía que representa Álvarez Máynez de Movimiento Ciudadano.

Hace cinco años, querido lector, comencé esta columna escribiendo, con decepción, de muchas de las medidas que el gobierno lopezobradorista estaba llevando a cabo. La militarización del país, la fatídica política cultural, los recortes austericidas a programas sociales. Yo, que había votado por la izquierda desde siempre y que, además, caminé con muchos colegas del medio artístico junto a López Obrador desde 2005, encontraba muy amargo el descubrimiento de que la izquierda se traicionara a sí misma.

Pasaron los años y en esta columna critiqué, puntualmente, las acciones gubernamentales que me parecieron equivocadas. Desde el manejo de la pandemia, hasta el ataque del presidente a intelectuales conservadores por tratarse de abusos de poder. Lo hice, querido lector, porque los gobiernos requieren de la crítica constante de los ciudadanos. La crítica le dice al poder las cosas que no quiere escuchar, y el gobierno está obligado a escucharnos.

Ante los embates contra la cultura y toda la comunidad cultural, no solo una élite mafiosa, algunos nos organizamos y les dimos la batalla a quienes, asombrosamente, nos mostraron un desprecio total. Logramos algunas cosas, fracasamos en lo esencial. No creo, querido lector, que haya dentro de la muy amplia comunidad artística de todo el país, quien defienda la política cultural de este gobierno, a menos que tenga intereses con Morena. Una serie de equívocos sostuvieron una visión muy pobre de lo que era la comunidad artística y cultural. Ya lo he escrito aquí, pero lo repito, la comunidad artística y cultural es muy amplia y heterogénea, no está formada por dos revistas culturales y algunos “capos” intelectuales y sus allegados. Es cierto que estos grupos tuvieron una etapa hegemónica en la que gozaron las mieles del poder y, en efecto, consiguieron vivir del presupuesto. No solo eso, imponían líneas estéticas, premiaban o defenestraban autores. Las mafias colonizaron el Colegio Nacional, el Fonca, luego la Secretaría de Cultura y el Fondo de Cultura Económica. Sin sonrojarse se pagaban todo tipo de lujos. Ese orden era, en efecto, insostenible. Morena los sacó del poder de casi todas las instituciones, ciertamente, pero no cambió, de fondo, esa estructura, solo impuso en ella a los suyos. Claudicó ante lo que debía de ser su labor; haber promovido una auténtica política democratizadora que atendiera a todos los grupos sociales, que descentralizara la cultura y al mismo tiempo, que aumentara el presupuesto. No solo no lo hizo, prefirió pauperizar y tachar a todos los creadores de “fifís”, lo que fue una infamia: los artistas y creadores de este país viven en la precariedad y el abandono, sin trabajo y sin prestaciones sociales. La disminución en el presupuesto cultural dio por resultado que menos artistas tuvieran trabajo, menos obras pudieran generarse y por tanto, hubiera menos oferta cultural. Una desgracia, querido lector. Sobre todo, porque muchos luchamos, durante años, para terminar con el orden corrupto anterior con la esperanza de cambios en las políticas culturales, no para obtener prebendas: que todos los creadores en este país, de todas partes, pudieran acceder a una vida digna y que se diera impulso a las muy diversas manifestaciones artísticas y culturales.

Ahora que vamos a votar, he estado pensando mucho, como todos, respecto de mi voto. Sobre todo, en esa idea maniquea y falsa que implica que quienes nos sentimos defraudados por el lopezobradorismo debimos apoyar al prianismo, o peor aún, apoyarlo ahora. Una barbaridad, querido lector.

No han entendido que se puede ser crítico de este gobierno y crítico de los gobiernos del pasado. Tan no entendieron nada, que las propuestas de Gálvez en varias materias consisten en volver al pasado, incluidas las culturales. Sin duda, habrá quienes crean que estábamos mejor antes, con Peña y Calderón, por ejemplo, y voten en consecuencia. Son los mismos que votaron por ellos en los sexenios pasados, los mismos que sistemáticamente atacaron a los movimientos sociales, los mismos que solían desacreditar a víctimas, los mismos que minimizaban la violencia, los mismos a los que esta misma democracia, que ahora critican, les parecía deseable. Solo cambiaron de retórica, se convirtieron en oposición de derechas.

El problema de esa oposición es que son los mismos y quieren lo mismo, es decir, quieren regresar a México a ese estado de brutal desigualdad en que se encontraba, quieren recuperar sus privilegios en todos los órdenes y secretarías. Quieren recuperar contratos, sueldos, seguros de gastos médicos privados, pensiones, prebendas. Quieren subrogar los servicios públicos, quieren hacer negocios con ellos, y con asociaciones de la sociedad civil que por décadas suplantaron a los movimientos sociales. No, pues ¿cómo, querido lector? ¿cómo quienes, aun oponiéndonos a ciertas políticas de Morena, podríamos votar por lo que nosotros mismos combatimos durante décadas? ¿votar por el pri y el pan? ¿es en serio? ¿feministas votando por la agenda provida del pan? ¿votar por los diputados y senadores de esos partidos con los que no comulgábamos hace diez años y hoy menos, para crear un supuesto contrapeso?  No, lo que la oposición tendría que haber hecho es conseguir muchos más votos por su proyecto, y si no lo logra, asumir que una mayoría no está de acuerdo con ellos, ni con sus diagnósticos, por lo que tiene la representación que la gente le otorgó.

No, querido lector, yo no lo voy a dar ni un voto al prian, ni medio. No se lo he dado en toda mi vida, no se lo voy a dar ahora y mucho menos bajo un chantaje, porque resulta que mientras el pri y el pan tuvieron mayorías en el Congreso y dictaminaban iniciativas antipopulares con su famosa aplanadora, les parecían muy democráticas, pero cuando se convirtieron en minoría por decisión del pueblo de México, y Morena obtuvo la mayoría, resulta que les comenzaron a parecer autoritarias. También, porque yo no quiero que el México del pasado regrese. No quiero que los funcionarios vuelvan a ser reyezuelos clasistas, despóticos y corruptos, no quiero que la vieja mafia intelectual tome el control de las instituciones culturales nuevamente e impongan estéticas oficiales antipopulares, conviertan nuevamente al FCE en su feudo, reine, como reinaba, el uso discrecional de recursos públicos. No quiero que se use nuestro dinero para mandar de vacaciones pagadas a escritores afines al régimen a agregadurías culturales, y tampoco quiero, dios nos libre, que un empresario por el que no votamos vuelva a incidir en la educación pública, como Claudio X González. No quiero mexicanos de primera y mexicanos de segunda y tampoco que el poder me censure por decir lo que pienso. No quiero, tampoco, matanzas cometidas por militares en una guerra falsa, ni masacres como la de Ayotzinapa. No voy a votar por los responsables de los hechos de Atenco, ni por quienes legitimaron las violaciones de mujeres, ni por aquellos que le entregaron el país al narcotráfico. Votaré, en cambio, por la opción dentro de la izquierda partidista que encuentre más aceptable y haré lo que hice durante este gobierno: criticar las cosas que me parezcan mal, hacer ciudadanía, no queda de otra.

Eso sí, querido lector, celebro –y celebraré- que en mi tiempo de vida haya podido estar en la boleta la primera mujer presidenta y si las encuestas resultan certeras, y gana Claudia Sheinbaum, festejaré sinceramente conmovida que una mujer de izquierda se vaya a poner la banda presidencial por primera vez en la historia de México. Íntimamente recordaré cuando la comunidad artística y la izquierda caminaban juntas en el dos mil seis, en asambleas informativas dominicales, en Reforma o en el zócalo; cuando durante meses varios amigos escritores y yo solíamos comer los domingos en el Centro después de ir a las asambleas informativas de López Obrador, cuando todo parecía perdido para la izquierda y no éramos más que resistencia pacífica. Algo del triunfo de Claudia Sheinbaum, si lo consigue, será para toda la izquierda y especialmente para nosotras, las mujeres.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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