El responsable de la masacre en escuela en Texas, Salvador Ramos, llevaba más municiones que cualquier soldado estadounidense en combate, pero disparó 142 durante su ataque en la ciudad de Uvalde, donde murieron 22 personas.
Los Ángeles, 29 de mayo (LaOpinión/AP).- Salvador Ramos, el sospechoso de matar a 22 personas en la Escuela Primaria Robb en Uvalde, Texas, disparó 142 municiones, pero en el lugar se encontraron 315 rondas.
Steven McCraw, director del Departamento de Seguridad Pública de Texas, dijo que Ramos compró más de mil municiones, una cantidad superior a las 210 rondas que un soldado estadounidense en combate portaría, explica un reporte de CBS News.
“Un cargador suele contener 30 rondas, y un soldado estadounidense generalmente lleva siete cargadores, uno en el arma y seis de repuesto, al combate”, señala el informe.
El funcionario policiaco confirmó que el sospechoso había comprado mil 657 rondas de municiones en total, de las cuales se encontraron 315 rondas dentro de la escuela.
McCraw confirmó el viernes pasado que Ramo tenía 173 cartuchos adicionales para disparar en el colegio donde mató a 19 niños y dos maestras.
Las autoridades encontraron otras 922 rondas en las instalaciones de la escuela, aunque no en el plantel donde ocurrió el tiroteo.
McCraw reconoció que había muchas preguntas por responder, pero que estaban trabajando para ello, incluida la forma en que Ramos compró los rifles de asalto AR-15 y los cientos de municiones.
“Se está analizando por qué y cómo, y se están analizando miles de pistas más en este momento porque no hemos respondido todas las preguntas”, dijo McCraw.
Los cuestionamientos hacia la Policía de Uvalde aumenta, luego de revelarse que agentes federales no pudieron actuar, debido a órdenes del comandante a cargo del operativo, quien además decidió retrasar la entrada al salón donde Ramos se atrincheró.
Eso a pesar de que 20 oficiales estaban listos en los pasillos del colegio para actuar, pero no pudieron hacer nada durante 45 minutos. Al final recibieron la orden de ingresar y confrontar al atacante, quien ya había matado a 19 niños y a sus maestras.
CUESTIONAN A POLICÍA
Días después de que un hombre irrumpiera en la escuela primaria persisten las muestras de dolor, orgullo, rabia y solidaridad por todas partes de esta localidad. Muchos visten de granate, el color del distrito escolar de Uvalde. Adicionalmente, hay lazos azul claro adornan los robles gigantescos que dan sombra a la plaza central de la ciudad, donde los dolientes acuden a depositar flores alrededor de una fuente y a escribir mensajes en las cruces de madera que llevan los nombres de las víctimas. Frente a una guardería de una de las principales calles de la ciudad, hay 21 sillas de madera vacías.
Todo el mundo en la ciudad predominantemente hispana de unos 16 mil habitantes parece conocer a alguien cuya vida dio un vuelco al perder a un familiar o amigo cercano en el ataque a la escuela primaria Robb, que fue uno de los más mortíferos de su tipo.
Joe Ruiz, pastor de la iglesia Templo Cristiano, dijo que una maestra amiga de su esposa —ella misma exdocente de Uvalde— fue quien mejor resumió el estado de ánimo de la comunidad al decir que la gente ha “llorado todo” lo que pudo y que ahora sólo necesita descansar.
La policía ha sido fustigada por haber esperado más de 45 minutos para enfrentarse al agresor dentro de las aulas contiguas donde desató la carnicería. Mientras continúa la investigación sobre el ataque, incluidas las razones de Ramos para llevarlo a cabo, algunos residentes han expresado su rabia con la policía.
Entre ellos se encuentra el carpintero Juan Carranza, de 24 años, quien dijo haber visto cómo se desarrollaba el ataque desde el otro lado de la calle del colegio. Al día siguiente, calificó a los agentes de cobardes.
Steven McCraw, que dirige el Departamento de Seguridad Pública de Texas, dijo el viernes que el jefe de policía del distrito escolar, Pete Arredondo, tomó la “decisión equivocada” al esperar tanto tiempo antes de enviar a los agentes a las aulas cerradas. Dijo que Arredondo, quien estaba a cargo de la respuesta de las fuerzas del orden durante el asedio, creía que Ramos estaba atrincherado dentro de las dos aulas contiguas y que los niños ya no corrían peligro.
Arredondo, quien terminó sus estudios de secundaria en Uvalde y fue elegido recientemente concejal, no ha hablado públicamente desde que McCraw criticó su toma de decisiones. Su casa cuenta ahora con un guardia policial.
El apoyo al derecho de portación de armas es fuerte en Uvalde, que se encuentra aproximadamente a medio camino entre San Antonio y la ciudad de Del Río, fronteriza con México. Pero algunos padres y familiares de las víctimas están pidiendo un cambio.
“Simplemente, no sé cómo la gente puede vender ese tipo de arma a un chico de 18 años. ¿Para qué lo va a usar sino para ese propósito?”, se preguntó Siria Arizmendi, una maestra de quinto grado de primaria cuya sobrina, Eliahna García, fue asesinada. Habló en su comedor poco antes de que llegaran los bisabuelos de Eliahna, también vecinos de Uvalde.
Javier Carranza, de 43 años, es un veterano del ejército y propietario de un arma. Su hija, Jacklyn, fue asesinada. Opinó que era “algo ridículo” que una tienda de armas le vendiera tal potencia de fuego a un joven de 18 años y que se necesitan mejores verificaciones de antecedentes.
–Con información de La Opinión y Elliot Spagat, AP.