Los vecinos han dejado de ofrecer comida cerca del socavón de Puebla ante la falta de interés de los turistas y ahora se dedican a sus actividades anteriores.
Por Bryan Rivera González
Puebla, 29 de mayo (Periódico Central).- A un año de haberse formado el socavón de Puebla, en Santa María Zinacantepec, los habitantes han regresado a su precaria economía. Ya no hay interés turístico. La zona ha vuelto a la vida campestre de antes.
El 29 de mayo del 2021, un fenómeno natural agitó la estabilidad de los vecinos de Zinacantepec, comunidad del municipio de Juan C. Bonilla, en Puebla. Un enorme hoyo apareció de un día a otro, inesperadamente, absorbiendo la mitad de un campo de cultivo y devorando lentamente la casa más cercana.
Con este socavón llegó la expectativa, la sorpresa y el turismo. Personas de otros estados arribaron a tomarse fotografías desde las azoteas de los tres hogares aledaños. A publicar en Facebook e Instagram la sensación del momento, y comer a unos metros de esa rareza natural.
Sin embargo, a un año de aquel fenómeno, sólo quedan los fantasmas de los negocios y la vendimia pintados en las paredes que advierten con deslavados rótulos: “Antojitos Socavón”.
Ya no hay memelas, cemitas y quesadillas; tampoco refrescos ni cerveza. Mucho menos las mesas y lonas que, en junio del 2021, los turistas se peleaban para cubrirse del sol y poder disfrutar así la atracción del momento.
Ni una alma en las azoteas, tomándose fotografías y videos, a más de 60 metros del área cercada del socavón de Puebla, dónde, en cambio, sólo queda una caseta de vigilancia con dos patrullas de la Policía Estatal, inamovibles.
LA ATRACCIÓN DESAPARECIÓ
Un joven se levanta del sillón para salir de su hogar a plena tarde. La casa está rotulada con el menú de los antojitos antes ofrecidos a los turistas, pues es una de las tres viviendas más cercanas al socavón de Puebla.
Con tono de resignación, explica que todo en Zinacantepec ha vuelto a la normalidad, pues asegura que el fenómeno turístico sólo duró tres meses.
Alrededor de la zona sólo se observan los perros que deambulan sobre la tierra, los gallineros, la hierba crecida y un sillón de madera, cuyo respaldo apunta hacia la zona del socavón de Puebla.
Sin entrar en detalles, el joven señala que ese silencio y esa ausencia de gente es lo que había ocurrido en este lugar siempre, lo cual, significa regresar a la vida cotidiana.
“Ahorita ya no viene nadie, ya se acabó esto. Cada quien anda en lo que hacía antes”.
Ni siquiera los negocios más cercanos a la carretera México-Puebla se salvan. Ya no hay vestigio de los carros que ofrecían “Pan del socavón”. De ello, sólo queda un anuncio pegado junto a una tienda vacía en la desviación que conecta con el hundimiento.
De este suceso que despertó un interés a nivel nacional, lo último ha sido la entrega de vivienda a la familia, cuya propiedad fue tragada por el zocavón, lo cual ocurrió el pasado 16 de mayo, a 12 días de cumplirse un año.