FOTO de joven y mujer cruzando el Río Bravo revela el drama de venezolanos

29/05/2021 - 8:32 pm

La escena de la mujer reveló dos dramas: el éxodo de los millones de venezolanos que huyen de la miseria y persecución, así como de la dificultad de quienes arriesgan sus vidas para alcanzar como sea la promesa de una vida mejor en Estados Unidos.

Por Astrid Pilpe

Francia, 29 de mayo (RFI).- El drama se repite a diario en las aguas del Río Bravo o Grande, que dividen México y Estados Unidos hasta llegar a Del Río, en Texas. Cientos de migrantes y refugiados lo navegan o lo cruzan a pie en sus puntos más bajos, con la esperanza de ser acogidos en territorio estadounidense y encontrar un futuro mejor. Y aunque estas escenas se han casi naturalizado, hay sucesos como el ocurrido este miércoles, protagonizado por una anciana venezolana de 80 años, que impactan por su crudeza.

El video subido a las redes sociales, que muestra como el cuerpo casi inerte pero aún con vida de la mujer, que vestía una camiseta rosa fucsia, pantalones grises de felpa, y una mascarilla, era cargado por otro migrante para cruzar la frontera hacia Texas, EU, fue difundido por el medio derechista Daily Caller.

La anciana que posteriormente fue asistida por un agente migratorio dice ser originaria de Maracaibo, en el Estado de Zulia, un antiguo paraíso petrolero que ahora sufre de cortes de luz constantes y de las miserias de una crisis política y económica que parece interminable y que ha sumido en la pobreza y la inseguridad a Venezuela. Poco más se sabe de la anciana que fue identificada por las mismas redes sociales como Irma, ya que un portavoz de la Patrulla Fronteriza le afirmó a Daily Caller que por motivos de privacidad no podía “identificar ni dar información de sujetos bajo su custodia”.

La llegada de Irma no fue la única, ya que, junto a ella decenas de venezolanos más: hombres jóvenes ayudando a mujeres, madres que cargan a bebés, o que llevan de la mano a niños con muñecos y otros que se arrodillan, se abrazan y lloran tras tocar suelo estadounidense, al que alguno que otro llamó “tierra bendita”.

En los videos e imágenes de los periodistas que se encontraban en la frontera texana, también se ve a migrantes con maletas sobre sus cabezas, como las que llevan cargando durante años los miles de venezolanos que han salido a través de trochas por tierra hacia Colombia, los caminantes que han cruzado los Andes hacia Ecuador, Chile o Perú, o los que han puesto rumbo a Brasil por la selva amazónica.

5.5 millones de venezolanos han emigrado, y la mayoría “sin perspectivas de retorno a corto o mediano plazo”, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El organismo calificó a la migración venezolana como “éxodo más grande de la historia reciente de América Latina”, migrantes que “llegan en extrema necesidad” y que a menudo deben enfrentarse a la “explotación laboral y sexual, el tráfico de personas, la violencia y a la discriminación”.

Sólo en el mes de abril, la Patrulla Fronteriza tuvo más de 178 mil encuentros con personas indocumentadas, la mayor cantidad en 15 años. La mayoría de ellos fueron devueltos de manera inmediata a México por la aplicación del Título 42, una medida que implica el cierre de la frontera terrestre a actividades no esenciales y a nuevos casos de asilo. Esta norma fue implementada por la Administración de Donald Trump, y continua vigente en el Gobierno actual.

Debido a la crisis humanitaria que vive Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro, el Gobierno de Joe Biden anunció el 8 de marzo un estatus de protección temporal (TPS, en sus siglas en inglés) a los venezolanos, salvadoreños, haitianos y hondureños, que están indocumentados en Estados Unidos. El programa tiene una vigencia inicial de 18 meses, aunque podría prorrogarse, y beneficiará a más de 320 mil venezolanos, permitiéndoles residir y trabajar de forma legal, pero excluye a los llegados a partir de esa fecha.

La escena de Irma no ha sido la única, hace unas semanas también se hicieron virales las imágenes de otra anciana hondureña de 93 años, que huía de la violencia y cruzó el Río Bravo en una balsa donde llevaba su silla de ruedas. La mujer les dijo a los periodistas allí presentes, que deseaba reencontrarse con su nieta de Nueva Jersey, sin embargo, fue expulsada de vuelta a Reynosa, Noreste de México, donde finalmente murió días después.

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