Desde 1964 y hasta el 24 de abril de 2023 habían sido reportados como no localizados 92 mil 742 niños, niñas y adolescentes, de los cuales 18 mil 611 permanecen desaparecidos.
Ciudad de México, 29 de abril (SinEmbargo).– El señor Juan Carlos busca a su hija Alejandra, Judith busca a su hermana Andrea, la señora Tere busca a su hijo Rafita y Sebastián busca a su hermano Juan de Dios junto con su madre María Luisa. México está lleno de familias que buscan a sus niños y niñas, e infancias que buscan a sus familiares.
En el 2022, en promedio cada día desaparecieron 58 personas en México, de las cuales 17 eran niñas, niños y adolescentes. A la par que algunas familias dejaban de conocer el paradero de hijos e hijas, niños y adolescentes empezaron a integrarse a labores de búsqueda para hallar a sus seres queridos.
Judith Dávila dejó de ver a su hermana mayor el 6 de agosto de 2014. Andrea, la hija mayor de 15 años, había salido con su madre a realizar trámites para su inscripción a la preparatoria. Antes de entrar a su casa en Ecatepec de Morelos, Estado de México, volvió a la calle nuevamente a realizar un mandado y no regresó.
Judith recuerda que al inicio no sabía bien qué había pasado con su hermana, pero veía a sus padres corriendo de un lado al otro para levantar la denuncia y comenzar el proceso con la Fiscalía local. Judith tenía 12 años en ese momento.
“No entendía lo que estaba pasando, al principio yo pensé que había tenido un accidente”, dice Judith en entrevista con SinEmbargo. Para poder tener más tiempo y atención puesta en la investigación de la desaparición, sus padres decidieron que Judith se iría a vivir con su abuelita durante tres meses, y ella lo resintió como un abandono. “De repente, es como si era un fantasma en mi propia casa”.
La adolescente comenzó a involucrarse en la búsqueda de su hermana dos años después, cuando ella y su madre empezaron a tocar el tema. Se iba enterando del proceso de denuncia ante la Fiscalía, la investigación, y acompañaba en marchas para reclamar la aparición de Andrea. A casi nueve años de los hechos, Judith sigue alzando la ficha de búsqueda de su hermana mayor para encontrarla.
LAS INFANCIAS DESAPARECIDAS
La doctora Nohora Niño, del Colegio de Sonora, lleva alrededor de 20 años estudiando a las infancias, y ella identificó que el análisis de las problemáticas que afectan a este sector de la población han cambiado. En generaciones anteriores de infancias y adolescentes, las principales preocupaciones versaban sobre el acceso a la educación, el trabajo infantil y la violencia intrafamiliar. Ahora, ellos mismos saben que salir a la calle puede traer consigo el riesgo de no regresar a casa.
“Cada vez está particularizándose más las distintas realidades de la experiencia de los niños y niñas en contextos de violencia”, señala. “Por un lado, los niños que tienen que emigrar forzadamente, los niños desplazados, los niños reclutados [por grupos criminales y autodefensas], los niños desaparecidos, los niños asesinados, los niños que tienen a familiares desaparecidos… Entonces, al final sí vemos que el contexto de violencia criminal y armada lo que nos ha generado también es una multiplicidad de experiencias que han tenido que vivir los niños, niñas y adolescentes”.
En lo que va del año, se han registrado reportes de desaparición de dos mil 020 niños, niñas y adolescentes. Entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del 2022, se reportaron seis mil 213 personas menores de 18 años sin localizar, de las cuales mil 969 siguen sin ser encontrados.
La cifra incrementa si se considera el registro completo de la CNB: desde 1964 y hasta el 24 de abril de 2023 habían sido reportados como no localizados 92 mil 742 niños, niñas y adolescentes; de los cuales 18 mil 611 permanecen desaparecidos.
La entidad federativa que lidera el registro de personas entre 0 y 17 años que permanecen desaparecidas es Estado de México, con un total de cuatro mil 207 no localizados. Le siguen, en orden, Tamaulipas con mil 780 registros, Ciudad de México con mil 400, Nuevo León con mil 187 y Veracruz con 983.
“[Las manifestaciones de la violencia] Nos debería implicar un mayor interés y preocupación también, tanto a la sociedad como al Estado, de cómo respondemos ante estas experiencias esta realidad es que están teniendo que atravesar las infancias. No nos gustaría que ni siquiera la sociedad en general –pero en particular los niños, niñas y adolescentes– tuvieran que vivir esa realidad, pero es lo que estamos viendo y ante eso, tenemos que revisar también cómo debemos actuar, qué debemos hacer para poder atender a los niños que viven ausencias y orfandad por padres y madres que han sido desaparecidos o asesinados”, recalca la académica.
LOS PADRES QUE BUSCAN A SUS HIJOS
En Puebla se tienen registrados 638 menores de 18 años que permanecen desaparecidos. Entre ellos se encuentra Alejandra, una joven que tenía 15 años cuando fue vista por última vez el 3 de mayo de 2016 en Teziutlan. A ella le gustaba estudiar; quería hacer este enfermera o quizá estudiar gastronomía. Ahora, su papá Juan Carlos Paz sale a buscarla desde el Estado de México, donde él vive desde que se separó de la madre de Alejandra, para darle seguimiento a la investigación.
Dos de cada tres de las infancias y adolescentes que han sido reportados como desaparecidos en el país son mujeres, y predominantemente de las edades de 13 a 17 años de edad.
Alejandra vivía con su madre en Teziutlan, y es ahí donde estaba cuando se dirigía a su secundaria y fue vista por última vez. Algunos testigos dijeron que la vieron subirse a una combi de transporte público, otros que sí llegó a la escuela, y otros más aseguran haberla visto siendo llevada de la mano por un joven varón en la plaza cívica. La Fiscalía local les pidió esperar 72 horas antes de poder levantar una denuncia, un mito que comúnmente se les dice a las familias cuando quieren denunciar la ausencia de un ser querido.
“Ha sido un proceso muy desgastante para mí y para mi familia. La verdad es que la Fiscalía [de Puebla] no nos ha apoyado”, indicó el señor en entrevista. “Siempre nos hemos dirigido a los lugares a donde nos han indicado en la fiscalías, y yo llego y he preguntando (…) y los que están a cargo del Ministerio Público dicen que no hay nada. No hay avances, no sabemos qué pasa, pero aquí vamos a seguir investigando”.
El proceso se ha hecho más complejo porque los testimonios brindados han sido contradictorios, incluyendo uno en que la madre de Alejandra aseguró que después de la desaparición recibió una llamada de parte de su hija diciendo que había vendido su celular para tener dinero para ir a Martínez de la Torre con su novio y la tía de su pareja… pero Juan Carlos Paz recuerda que su hija no tenía un novio.
Entre las declaraciones sobre la presunta compañía de Alejandra en la plaza cívica de Teziutlan, se indicó que el joven que la llevaba “se veía sospechoso” y estaba relacionado con actos competentes a la Fiscalía de la Ciudad de México, por lo que la dependencia capitalina atrajo el caso.
“Hay muchas anomalías en las declaraciones, y yo no puedo creer que de parte del Ministerio Público no se hayan dado cuenta, desde la desaparición de mi hija a estos largos siete años, y que apenas me dejaron a mí leer la carpeta de investigación”, reclamó. “La Fiscalía que tiene la carpeta de investigación ahorita [le pediría que] haga su trabajo y que no espere a que yo haga más por ellos, que me apoye con seguir compartiendo su ficha de búsqueda porque hace siete años que no sabemos qué más hacer. A veces pensamos que ya vamos a levantarnos y saber algo, pero no, vuelven a regresar otra vez desde el principio”.
Juan Carlos tiene un mensaje para Alejandra: si ella llega a leer que su padre la está buscando, quiere que se comunique con él.
“Que se comunique con su papá, porque él la sigue buscando, y no va a dejar de seguirla buscando hasta encontrarla. Yo la llevo buscando entre las piedras, por aquí y por allá, y que no se preocupe, porque yo la voy a encontrar”.
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También en Puebla, pero en la capital del estado, Teresa Vega busca a su hijo “Rafita”, que tenía 12 años la última vez que supo de él. Es un niño risueño con un gusto por el karate, el cual practicaba en su tiempo libre.
Rafael vivía con su padre y lo había mandado a la tienda el 6 de octubre de 2020 en la colonia Playas del Sur, pero después de 15 minutos no regresaba y cuando lo fue a buscar, no lo halló. Se comunicó al día siguiente con la señora Tere para avisarle de los hechos, e igualmente les hicieron esperar tres días antes de poder interponer una denuncia y levantar la Alerta Amber.
En los dos años y medio que han pasado desde que “Rafita” fue visto por última vez, el proceso ha sido muy fuerte y doloroso, asegura Teresa. “Se hicieron búsquedas en vida cerca de la Sierra con familiares, en compañía de Búsqueda y Rescate, y tampoco tuvimos respuestas. No hay un indicio de quién se lo llevó, sólo sabemos que desapareció y ya, no tenemos una pista que nos diga: ‘Puede estar aquí’. Es como si la tierra se lo hubiese tragado”.
Las autoridades han dado “muy poco” seguimiento a la carpeta de investigación y las acciones que han emprendido han sido insuficientes, considera la señora Tere, porque la Fiscalía poblana “no busca más allá”. “Nada más hizo acciones de búsqueda en campo alrededor de la ciudad en tres o cuatro colonias, pero de ahí no han hecho gran cosa”.
Ella quisiera que su hijo, y todos los niños, niñas y adolescentes que están desaparecidos regresaran a sus familias.
“Ya son dos cumpleaños que no la pasa con nosotros, que realmente no sé dónde pueda estar, quién lo tenga, si está bien, en qué condiciones esté, porque yo sé que sigue vivo. Me dicen que él puede no estar vivo, pero yo les digo que mientras yo no lo tenga conmigo, no se puede decir lo contrario”, recalca. “Quisiera que volvieran [todos los niños] a casa, es lo único que quisiera. Que estuvieran de nuevo con nosotros, que estuvieran de regreso… que él estuviera de regreso”.
EL LARGO CAMINO A CASA
Juan de Dios salió de su hogar en Tehuitzo, en el municipio poblano de Palmar del Bravo, el 28 de abril de 2017 en compañía de dos de sus amigos, Abraham y Vicente. No llegó esa noche ni se comunicó con su madre, María Luisa, lo que a ella le pareció extraño. “Él siempre mandaba un mensaje, me avisaba si se le iba a acabar la pila o mandaba mensaje de los celulares de sus amigos”, dice. La señora Luisa se empezó a movilizar para saber si se había quedado en casa de sus amigos, pero ellos tampoco habían llegado a casa.
“Yo estaba enojada con él, yo decía, ‘¿cómo puede ser tan irresponsable, cómo puede ser que sabiendo que cómo están las cosas, la inseguridad que ya estaba ahí en mi municipio, los riesgos que ya había, cómo puede ser que él no se ponga a pensar que se preocupa uno por él?”.
Lo que menos le cruzó por la mente es que pudiera haber desaparecido su hijo. Empezó la búsqueda, las visitas a la Fiscalía local y los traslados a sitios donde pensó que podría encontrar a Juan de Dios. María Luisa lo buscaba en las veredas, en los cerros, donde sabía que se podían encontrar restos de personas.
Y le reclamaba a las autoridades, quienes intentaban culpar a su hijo de la desaparición para justificar la falta de acciones de búsqueda. “Me importa un carajo si lo buscas por delincuente y me lo metes a la cárcel, pero búscalo. Si no lo quieres buscar como víctima, búscalo como delincuente, mételo a la cárcel, si sí ya será mi problema lo que yo haga el respeto”.
La señora Luisa reconoce que la búsqueda de Juan de Dios y su desaparición fue difícil de asimilar, lo que a su vez afectó la manera en que trataba con sus otros dos hijos. Sebastián tenía ocho años al momento en que su hermano no llegó a casa, y ella no sabía cómo explicarle lo que había pasado cuando ni ella misma lo entendía.
“Estaba muy pequeño y yo no lo involucraba porque yo ni siquiera pensaba en lo que ellos pensaban, ni siquiera me imaginaba lo que él estaba sintiendo, o siquiera si se daba cuenta de las cosas, porque además no me decía nada”, relata ahora. “Me daba miedo, además, hablar de él, porque yo no sabía a qué me enfrentaba, de quién tendría que cuidarme, y me daba miedo hablar de ello”.
LAS INFANCIAS BUSCADORAS
Poco a poco, María Luisa y Sebastián comenzaron a tocar el tema. María Luisa fundó el colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla en el 2018, y en una marcha realizada en el 2019, su hijo le pidió utilizar el megáfono para dar un discurso ante los manifestantes. Sebas tenía 11 años para entonces.
“Cuando yo lo escuché hablar, me dejó muy sorprendida. En ese momento yo me di cuenta de cuánto Sebastián sabía del problema, yo me percaté de que él comprendía y estaba entendiendo perfectamente lo que estaba pasando, el problema”, dice la señora con voz que deja entrever la admiración por su hijo. “Pensaba: ¿cómo puede ser que un niño tan pequeño tenga tanta fortaleza, tenga tanta fuerza? Y sobre todo que después de ser pequeño y que según yo, no estaba involucrado ni empapado [del tema], tenía una fe y una esperanza inquebrantable”.
Sebastián se sumó después a búsquedas en campo, incluyendo la Brigada Nacional de Búsqueda realizada en Morelos en el 2021. “Cuando él vio que sacaron los restos de una persona me dice, ‘¿Te das cuenta, mamá? ¿Te das cuenta que ayudé a encontrar a alguien? Yo también encontré a alguien, y a lo mejor él no es mi hermano, pero es el hijo de alguien más, mamá, es el hijo de alguien más”.
Ahora es un adolescente de casi 15 años de edad, pero Sebastián expresa que cuando él era un niño, su familia creía que él no sabía nada del tema. “Investigué un poco y me fui preparando, hasta que le dije a mi mamá: ‘Quiero ir a una de tus búsquedas’, y ahí fue cuando me empecé a involucrar”.
El colectivo se fue conformando con más familias y aunque Sebastián desearía que no fuera necesario tener un grupo así, que las desapariciones nunca se hubieran producido, la Voz de los Desaparecidos se ha convertido en parte de su familia. Para él lo principal que ha brindado esta comunidad es el apoyo emocional, y considera importante que niños, niñas y adolescentes tengan esto también por parte de sus familiares pero igualmente la información sobre qué está sucediendo en casa.
“Que la familia lo apoye en lo que se sienta de sus sentimientos, lo acompañen en su crecimiento tanto emocional como sentimental ante la desaparición de ese familiar; o poco a poco lo vayan apoyando y lo vayan guiando para que no se desvíe”, reflexiona.
Juan de Dios regresó a casa el 18 de febrero de 2022, después de cinco años fuera. María Luisa, Sebastián y el resto de la familia enterraron y velaron a su ser querido.
“Ha sido en que creo que he podido cerrar un ciclo de incertidumbre, de desesperación. No de [cerrar el ciclo de] dolor y de tristeza, porque creo que el dolor se va a quedar siempre. Yo decía alguna vez: ‘yo no estoy peleada con la muerte, pero me sigue indignando y enojando mucho, y me sigue dando mucha tristeza la forma como ocurrieron las cosas. Yo siempre he sabido que mis hijos son prestados y que un día van a ver iban a regresar, o que iba a regresar Juan de Dios, pero nunca de esta manera, y nunca así, nunca tan pronto”.
Aunque ellos ya tienen algunas respuestas, no piensan dejar el colectivo, pues se ha convertido en parte de sus vidas. “El colectivo tiene que seguir, porque nos faltan los demás”.