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Sin Fronteras

29/04/2021 - 12:03 am

Niñez sin fronteras

Este 30 de abril, casi un siglo más tarde, resulta ser una buena excusa para realizar un ejercicio de introspección sobre los retos y retrocesos a los que nos enfrentamos en materia de derechos de la infancia; así como sobre las posibles vías para caminar hacia su efectiva promoción, respeto, protección y garantía.

Familias migrantes en albergue de Tijuana.
“Bajo este tenor, resulta injustificable el que jurídica o fácticamente se niegue el acceso a derechos de la infancia migrante y sujeta de protección internacional, sobre todo a aquellos que no cuentan con una estancia migratoria regular en territorio mexicano”. Foto: Omar Martínez, Cuartoscuro

Por Ariadna Cano Cuevas*

@SinFronteras_1

En el año de 1924, el Gobierno mexicano –bajo la Presidencia de Álvaro Obregón y la titularidad del Ministro de Educación Pública a cargo de José Vasconcelos– decidió establecer el 30 de abril como Día del Niño. Esta decisión fue tomada con la finalidad de reafirmar los derechos de la niñez y crear una infancia feliz para un desarrollo pleno e integral como ser humano. [1]

Este 30 de abril, casi un siglo más tarde, resulta ser una buena excusa para realizar un ejercicio de introspección sobre los retos y retrocesos a los que nos enfrentamos en materia de derechos de la infancia; así como sobre las posibles vías para caminar hacia su efectiva promoción, respeto, protección y garantía.

En México, niñas, niños y adolescentes (NNA) siguen siendo uno de los grupos sociales más vulnerables, a pesar de los avances logrados en el ámbito legislativo. Si a ello le sumamos que muchos de ellos son nacionales de otro país, la situación se agrava, pues lamentablemente la infancia migrante y sujeta de protección internacional se enfrenta a una serie de factores y riesgos adicionales que obstaculizan el acceso a muchos de sus derechos básicos como la identidad, alimentación, educación, salud, vivienda, entre otros.

Aunado a ello, la situación de inseguridad y violencia que se vive en el país los convierte en blanco común de delitos cometidos por el crimen organizado, o de violaciones a derechos humanos por parte de las propias autoridades.

Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), México registró en los últimos cuatro años 120 mil NNA en situación de movilidad humana, procedentes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, con destino hacia Estados Unidos. En 2019, pasaron por México 52 mil NNA (23 por ciento no acompañados y solo 369 solicitaron asilo). [2]

Por otro lado, de enero del 2020 a febrero de este 2021 –es decir, incluso durante la pandemia provocada por el SARS-CoV-2–, la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas del Instituto Nacional de Migración (INM) ha registrado un total de 13 mil 256 eventos de detención migratoria de NNA, 441 de ellos eran no acompañados; así como siete mil 395 devoluciones de NNA a sus países de origen, de este total, 232 no se encontraban acompañados.[3] Estas cifras son una muestra indiscutible de la gran deuda que tenemos con la niñez migrante y sujeta de protección internacional.

Ante dicho panorama, conviene recordar que los derechos humanos son universales e intrínsecos, por lo cual le asisten a todas las personas por el simple hecho de pertenecer al género humano. En consecuencia, a toda la población  en contexto de movilidad humana —incluyendo, por supuesto, a NNA— que reside temporal o permanentemente en México le asisten todos los derechos humanos reconocidos en nuestro marco jurídico nacional e internacional.

Bajo este tenor, resulta injustificable el que jurídica o fácticamente se niegue el acceso a derechos de la infancia migrante y sujeta de protección internacional, sobre todo a aquellos que no cuentan con una estancia migratoria regular en territorio mexicano.

La coyuntura actual exige un cambio de enfoque de la política migratoria que la vuelva más humana y que cuente con una perspectiva interseccional con el objetivo de visibilizar y atender las necesidades específicas de grupos en situación de vulnerabilidad, como lo son las niñas, niños y adolescentes, de forma tal que se atienda efectivamente al interés superior de la niñez conforme a las particularidades de cada uno de los casos.

Si queremos infancias sanas y felices, resulta indispensable reconocerles como verdaderos sujetos titulares de derechos y seguir trabajando por su pleno bienestar y desarrollo, sin importar fronteras ni nacionalidades.

*Ariadna es encargada del área de asilo en Sin Fronteras, I.A.P.

[1] Comisión Nacional de los Derechos Humanos, “Celebración del Día del Niño y de la Niña en México”, disponible en: https://www.cndh.org.mx/noticia/celebracion-del-dia-del-nino-y-de-la-nina-en-mexico#_ftn1

[2] Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, “Inclusión educativa para niñas, niños y adolescentes migrantes”, disponible en: https://www.unicef.org/mexico/media/5646/file/Infograf%C3%ADa%20inclusi%C3%B3n%20educativa%20para%20ni%C3%B1as,%20ni%C3%B1os%20y%20adolescentes%20migrantes.pdf

[3] Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas del Instituto Nacional de Migración, “Boletín estadístico anual”, disponible en http://www.politicamigratoria.gob.mx/es/PoliticaMigratoria/Boletines_Estadisticos

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