Tomás Calvillo Unna
29/03/2023 - 12:05 am
El acto mágico de la marometa
"La vital infancia de la marometa; su memorable acto de sabiduría, en un instante: magia".
Rendija
Está rota la tubería de los sueños: frustraciones, miedos, deseos, se derraman por igual y ya inundan la realidad; convertido el mundo en una guerra psíquica interminable, con las armas de la virtualidad, se invaden los territorios de la mente, al pretender ofrecer el paraíso con la lógica del infierno: controlar, subyugar, oprimir, y arrasar con su imparable ambición y congestionamiento electrónico, el binomio estelar del Espacio Tiempo. Así, se altera y se dislocan las coordenadas de la existencia y su devenir.
Te digo caracol,
huella del ombligo,
innata sabiduría
del cuerpo;
invento de la rueda,
plástica exposición
de la circunferencia;
agudos cálculos
de la curvatura;
al rasgar el viento,
también el arco
y la flecha.
Circulo de fuego,
despliegue del coro;
móvil pizarra de la danza;
gimnasia de la libertad,
su primer ejercicio:
la marometa;
soltura de la soledad,
lúdica exploración
de los vocablos:
la confianza primaria
al saltar
la imaginación
a ras de tierra
su dictado;
resistir la fijeza,
ser voz de presagios.
Descubrir los ángulos,
al rodar y rodar
entre las primeras horas
y la última;
cuando pasa todo
y nada pasa.
La vital infancia
de la marometa;
su memorable acto
de sabiduría,
en un instante:
magia;
una vez más
el tronar de dedos.
Lo saben los luchadores en el ring;
las conchas del mar en su ulular,
el soplo atemporal del chamán,
su secreto ritual
en la frontera de la memoria;
los danzantes en el atrio;
los sufíes que indagan
la luz nocturna;
los ayatolás y los rabinos
custodios del grafiti celeste,
en el derruido muro de la obstinación,
su cúmulo de siglos en el desierto;
la alfombra arquitectónica de la arena
que presiden los sonrientes Budas
del inapelable nacimiento perpetuo,
ese anillo aquilatado en el más allá;
los rehiletes del domingo;
la rueda de la madeja;
esos rayos platinos de la bicicleta;
el cinturón de cráneos mexicano
de la despojada luna que retorna;
el cascabel de plata
que anida en el silencio.
Girar y girar
vertical y horizontal,
la dosis necesaria
del Vigía de la Fe
arropado
por la ciega eternidad,
cuando salta
la cuerda
de la mañana
al anochecer.
El tejido luminoso se extingue
y resta la oscuridad,
los pasos y huellas se pierden;
en la lejanía
deja de escucharse
la espiral del eco.
Una marometa más
antes de ir a dormir,
¿lo recuerdas?
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