Hay que tener en cuenta que El hoyo no es una película cuya trama dé pie a una interpretación única, al tratarse de una interesante alegoría distópica sobre la lucha de clases, cuyo trasfondo va más allá de ser una afilada crítica al sistema capitalista.
Madrid, 29 marzo (EuropaPress).- El hoyo, la ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia, se ha convertido en el nuevo fenómeno español en arrasar en Netflix bajo el título de The Platform. Pese a haberse estrenado en cines en noviembre del año pasado y haber estado nominada a tres Premios Goya y seis Premios Feroz, es ahora con su llegada al servicio de streaming cuando el público se ha lanzado a devorar, nunca mejor dicho, de forma masiva este particular thriller de ciencia ficción. Un filme con un fuerte subtexto social y político y cuyo críptico final ya ha dado a pie a varias teorías.
Primero, hay que tener en cuenta que El hoyo no es una película cuya trama dé pie a una interpretación única, al tratarse de una interesante alegoría distópica sobre la lucha de clases, cuyo trasfondo va más allá de ser una afilada crítica al sistema capitalista. La estructura piramidal de este hoyo, llamado oficialmente Centro Vertical de Autogestión, sirve especialmente como metáfora de la propia sociedad y del sistema capitalista.
En ese sistema, desigual e injusto, el guion de David Desola y Pedro Rivero muestra cómo los sujetos que han entrado en este "experimento" reproducen un sistema tiránico, en el que se evidencia que el oprimido es capaz de convertirse en opresor cuando logra escalar en la posición que se encuentra en el Hoyo. De ahí, que su final pueda invitar a varias interpretaciones.
Goreng, el protagonista interpretado por Iván Massagué, es un idealista, un tipo que podría provocar "el cambio", como recuerdan sus primeros compañeros en esta "experiencia, Trimagasi (Zorion Eguileor) e Imoguiri (Antonia San Juan), y esto se muestra desde el inicio, al elegir como objeto que le acompañe un libro, nada más y nada menos que 'Don Quijote de la Mancha' de Cervantes.
Sin embargo, acaba corrompiéndose por un sistema en el que los niveles más bajos el ser humano deja a un lado el raciocinio para dar paso a instintos primitivos, la famosa frase "perro come perro". Entonces, ¿cómo puede la película ofrecer una vía de escape a un sistema que acaba emponzoñando todo aquello que toca?
Ahí surge la palabra "mensaje", que es cuando Goreng, acompañado por su tercer compañero en la trama, Baharat, interpretado por Emilio Buale, decide buscar una manera de responder al sistema, de intentar crear una brecha. Por ello, acaban bajando hasta el último nivel, llega a haber un total de 333, con uno de los manjares que ofrecen desde la primera planta: una panna cotta. Siendo el mensaje que no hay nada más anti sistema que, desde los niveles más bajos, se devuelva intacto uno de los lujosos platos que se otorgan.
Pero ahí el mensaje cambia, cuando aparece en la planta 333 una niña, esa hija que buscaba en toda la película una mujer llamada Miharu (Alexandra Masangkay). Ahí está la clave del final. La niña acaba siendo el mensaje. La menor, que estaba en el nivel más bajo del Hoyo, permanece intacta, no tiene aspecto de estar malnutrida (lo que indica que Miharu no la buscaba, sino la protegía), lo que implica que no se ha corrompido.
Es evidente que Goreng no sale vivo del Hoyo, su final hablando con Trimagasi deja claro esto. Pero, una vez más, él no era el mensaje, sino el transmisor, lo que implica que su importancia era que el mensaje llegue al nivel más alto, que la pequeña logre subir hasta el nivel 0.
Ahí está la importancia y su explicación, la niña puede existir o no, lo que importa es que ella simboliza la esperanza, en la nueva generación, única en ser capaz de modificar algo desde arriba, al mirar con ojos distintos la realidad. Quizás no cambie nada, pero ahí está la virtud del final, en ofrecer la posibilidad a la juventud, a aquellos que relevan el papel en la sociedad, de hacer mejor las cosas.