En Estados Unidos, la vacunación es un tema que se polariza más conforme se ve a través de los frentes políticos. Hay un segmento republicano que se opone a todo, absolutamente, lo que haga la administración de Joe Biden. Incluso se opone a vacunarse. Pero el tema ahora es vacunar a los niños para acabar con la pandemia. Y se han dado cuenta que muchos prefieren no hacerlo.
Ciudad de México, 29 de enero (SinEmbargo).– Durante un año, algunas voces en México han demandado la vacunación contra la COVID en niños. Hay de todo: desde los que tienen una preocupación legítima, hasta los que se toman el reclamo como otro frente en una campaña contra el actual Gobierno.
Las autoridades mexicanas –incluso el Presidente Andrés Manuel López Obrador– han dicho que no es por necedad que van con calma. Estados Unidos empezó apenas hace tres meses a inmunizar a los de 5 a 11 años y muchos países con acceso a vacunas van lentos, aprobando segmento por segmento desde los 18 a los 3 años.
Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, dijo apenas esta semana que la misma OMS no da prioridad a niñas, niños y adolescentes sanos. “Tienen “0.0036 por ciento de posibilidades de tener complicaciones y fallecer por COVID-19”, dijo. En el grupo de 12 a 14 años la posibilidad de morir es de 0.5 por cada cien mil habitantes. Su posibilidad de morir es 274 veces menor que en las personas adultas.
López Obrador se quejó de sus críticos, “los conservadores, [que] aprovechan esta situación, como otras, para decir que no nos importan los niños y que somos unos malvados. Que, además, no hacemos caso a lo que recomienda la OMS. Nuestro plan de vacunación, que ya se conoce, pero tenemos que estar recordando cuál es la estrategia que hemos seguido, que nos ha dado muy buenos resultados para que estos rumores, esta campaña tendenciosa, de mala fe, no prospere y que la gente tenga información suficiente”.
Lo cierto es que en Estados Unidos ha pasado lo mismo: la vacunación es un tema que se polariza más conforme se ve a través de los frentes políticos. Hay un segmento republicano que se opone a todo, absolutamente, lo que haga la administración de Joe Biden. Incluso se opone a vacunarse. Pero el tema ahora es vacunar a los niños para acabar con la pandemia. Y se han dado cuenta que muchos prefieren no hacerlo.
Jan Hoffmann cuenta hoy, en The New York Times, que durante semanas, un director de escuela había estado implorando a una mujer que identifica como Kemika Cosey: ¿Permitiría que sus hijos, de 7 y 11 años, se vacunaran contra la COVID. Ella estaba firme en un duro NO. Hasta que Brigham Kiplinger, quien es director de la Escuela Primaria Garrison en Washington, D.C., empezó a rechazar los NO.
“Desde que el Gobierno federal autorizó la vacuna contra el coronavirus para niños de 5 a 11 años hace casi tres meses, Kiplinger ha estado llamando a los padres de la escuela, enviando mensajes de texto, regañando y halagando todos los días. Actuar como defensor de las vacunas, un trabajo que generalmente realizan profesionales médicos y funcionarios de salud pública, se ha vuelto fundamental para su papel como educador”, dice Hoffman.
En gran parte gracias a la habilidad de Kiplinger, la Primaria Garrison se ha convertido en una anomalía de salud pública: el ochenta por ciento de los 250 en grados de jardín de niños hasta quinto año de primaria ahora tienen al menos una vacuna. “Pero a medida que la variante de Omicron irrumpió en las aulas de Estados Unidos, enviando a los estudiantes a casa y, en algunos casos, al hospital, la tasa de vacunación general para los 28 millones de niños de Estados Unidos en el grupo de edad de 5 a 11 años sigue siendo incluso más baja de lo que habían temido los expertos en salud”.
Según un nuevo análisis de Kaiser Family Foundation basado en datos federales, solo el 18.8 por ciento ahora está completamente vacunado y solo el 28.1 por ciento ha recibido una dosis. La disparidad de tasas entre los estados es marcada.
Después de que se autorizó la vacuna Pfizer-BioNTech para los niños más pequeños a finales de octubre, el aumento de la demanda desde el principio duró unas pocas semanas. Alcanzó su punto máximo justo antes del Día de Acción de Gracias, luego cayó precipitadamente y desde entonces se ha estancado. Ahora oscila entre 50 mil y 75 mil dosis nuevas al día.
The New York Times dice que los funcionarios de salud pública batallan en persuadir a los padres para que vacunen a sus hijos más pequeños aunque “es crucial, no solo para mantener la educación en persona sino también para contener la pandemia en general”.
“Con la vacunación de adultos en un techo (el 74 por ciento de los estadounidenses mayores de 18 años ahora están completamente vacunados, y la mayoría de los que no lo están cada vez tienen menos opciones para salir del encierro), los niños de primaria no vacunados siguen siendo una fuente grande y turbulenta de propagación”, agrega el diario. Van en escuela en autobuses, atravesando pasillos, baños, aulas y gimnasios, y sin saberlo pueden actuar como vectores virales innumerables veces al día.
Los padres dan numerosas razones para su vacilación. Y con su cautela protectora innata en nombre de sus hijos, son susceptibles a la desinformación desenfrenada.
“Para muchos padres que trabajan, el obstáculo es más logístico que filosófico, ya que luchan por encontrar tiempo para llevar a sus hijos a la clínica, al consultorio médico o a la farmacia para vacunarlos. En algunas comunidades donde la oposición de los adultos a las vacunas es fuerte, los departamentos de salud locales y las escuelas no promueven vigorosamente las vacunas para los niños por temor a una reacción violenta. Es posible que las farmacias ni siquiera se molesten en almacenar las dosis para niños”, explica el diario.
A pesar de la proliferación de hospitales abarrotados de COVID, niños enfermos y el aspecto altamente contagioso de Omicron, muchos padres, aún influenciados por los aumentos repentinos del año pasado que generalmente no fueron tan duros para los niños como para los adultos, no creen que el virus sea lo suficientemente peligroso como para justificar “el riesgo” en una nueva vacuna.
La historia del Times termina en que la madre acepta a vacunas a sus hijos. Pero su caso es uno entre muchos: quedan millones por convencer.