Rogelio Guedea
28/11/2017 - 12:02 am
Meade, candidato del PRI
El pasado 24 de octubre, en mi artículo titulado ¿Osorio Chong o Meade?, concluí que el candidato del PRI a la presidencia de nuestro país sería seguramente Meade. Por esta afirmación recibí, obviamente, una serie de críticas que, sin embargo, no llegaron a incordiarme, pues en los regímenes políticos como el nuestro (más dictatorial que […]
El pasado 24 de octubre, en mi artículo titulado ¿Osorio Chong o Meade?, concluí que el candidato del PRI a la presidencia de nuestro país sería seguramente Meade. Por esta afirmación recibí, obviamente, una serie de críticas que, sin embargo, no llegaron a incordiarme, pues en los regímenes políticos como el nuestro (más dictatorial que democrático) nunca se piensa en beneficiar a la sociedad sino a un grupo, con el añadido de que, en nuestro particular caso, no debe dejarse de pensar en que el beneficio de este grupo político no le sea adverso a los Estados Unidos.
Dentro de este grupo (encabezado por Peña Nieto e integrado por Luis Videgaray y Aurelio Nuño, los más cercanos), quien más simpatías generaba para Estados Unidos y para la sociedad mexicana (por no tener el negativo estigma de ser priista) era José Antonio Meade, ahora ex secretario de Hacienda, además de que contaba (casi nada) con el aval del presidente Peña Nieto y con uno de sus hombres fuertes: Luis Videgaray, enlace principal con el vecino del norte.
Mucho se especuló con respecto a los descalabros que traería la unción de Meade al interior de la base priista, pero esto nunca ha sido un problema una vez que el presidente alza el dedo designatorio pues, ya lo dije, siendo un régimen de tradición tiránica todos los soldados no tienen más remedio que agachar la cabeza y decir “sí, señor Presidente”.
Y así fue: basta ver nada más las felicitaciones que le han llovido a Meade por parte de los miembros del gabinete presidencial, entre las cuales se encuentra la del ¡propio Osorio Chong!, quien fuera el competidor más acérrimo de quien seguro será el candidato del PRI a la presidencia de México, por primera vez desde 1929 (curiosamente) externo.
La pregunta, más complicada todavía, ahora es: ¿y Meade le ganaría la presidencia al candidato del Frente (quizá Ricardo Anaya) pero, sobre todo, a López Obrador, de Morena?
Y la respuesta es (sin dejar de pensar en Estados Unidos): sí. Claro que puede y podrá, siempre y cuando Estados Unidos se decida por una de estas dos estrategias.
La primera es que aplique la estrategia que utilizó en Chile. Dejar que llegara Salvador Allende, luego ocasionar una crisis que hiciera que los chilenos “chillaran” (como lo documentó Noam Chomsky) y después provocar el golpe de Estado pinochetista, tomando de nuevo el control del país (y en específico de la economía) a través de los Chicago Boys. Y así acabar para siempre con las ganas de la población de tener gobiernos comunistas.
La segunda es menos destructiva pero a la larga tal vez más costosa: no dejar llegar a López Obrador e imponer, bajos métodos consabidos, a Meade, quien seguramente le ofrece a los Estados Unidos las condiciones para que sigan aprovechándose de todos los bienes, productos y servicios que les ofrece nuestro país.
Ignoro, por el momento, cuál de estas dos vías elegirá Estados Unidos, pero lo que sí tengo cierto es que mientras nuestro país no se eduque y mientras no existan las resistencias sociales y políticas suficientes para conseguirlo, nuestro destino no cambiará jamás y nuestra soberanía seguirá siendo pisoteada por tirios y, claro está, troyanos.
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