Una de las principales críticas que expertos y líderes de organizaciones campesinas han hecho desde que el TLCAN fue aprobado es que, con él, México perdió su autosuficiencia alimentaria, al priorizar una política mercantil y la reducción de costos que trajo en un primer momento la ruptura de las barreras arancelarias.
Es una realidad que ambas naciones, México y Estados Unidos, dependen de los alimentos del otro, pero ante la amenaza del futuro Presidente Donald Trump de tirar el TLCAN, el descuido del campo mexicano sale a flote, al igual que los cuestionamientos sobre qué se dejó de hacer para que México esté en la antesala de una crisis alimentaria.
Ciudad de México, 28 de noviembre (SinEmbrgo).- México atraviesa hoy en día una nueva oleada de pobreza, generada principalmente por los bajos salarios que no permiten a una familia mexicana comprar lo mínimo de la canasta alimentaria. De acuerdo con las últimas cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), que son de 2014, 28 millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza alimentaria.
En la mesa de una familia mexicana, el 43 por ciento de los alimentos son de origen extranjero, estimó la Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y al Agricultura (FAO), a pesar de que México es una potencia mundial en producción agropecuaria.
Este dato de la FAO cobra importancia frente a lo que se viene. Donald John Trump ha reafirmado, ya como Presidente electo de Estados Unidos que, luego de su llegada a la Casa Blanca, enfocará su atención en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Será en agosto, como dicta el proceso en su país, cuando podrá tomar una decisión sobre seguir o no en el acuerdo que al día de hoy lleva 22 años en activo.
Durante ese tiempo, tanto el TLCAN como la lógica económica de México, han creado una dinámica alimentaria, que en caso de que éste se termine, dejará al país en un escenario desolador.
Lo que vendría con esa decisión, chocaría con una población que vive con un salario mínimo de 73.04 pesos diarios y con una economía que no crece y que está en constantes problemas de presupuesto. Lo que actualmente se tiene, no daría para enfrentar el embate de Trump.
En entrevista con SinEmbargo, Isidro Soloaga, académico del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana, explicó que el TLCAN no es, precisamente, el ogro de la historia. Dijo que, de acuerdo con los números, éste ha permitido el crecimiento de diversas zonas del país que encontraron desarrollo gracias a la eliminación de las medidas arancelarias entre ambos países.
Por otro lado, hubo un trabajo que se dejó de hacer porque fue más fácil y barato, por el momento, comprar alimentos del extranjero.
Al año, México gasta 15 mil millones de dólares en alimentos para completar la canasta básica de los mexicanos; que éstos puedan acceder a ella es otra historia.
El país también depende de las oleaginosas, sorgo y soya, que son utilizadas para alimentar al ganado, razón por la que si aumentan su precio, también lo harán productos como el huevo y la carne de res y de pollo. México compra el 80 por ciento de estos productos.
Para Alfredo Bravo Olivares, economista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), frente a las amenazas de Trump, el Gobierno mexicano debería estar trabajando en un programa emergente de producción en el campo, ya que si hoy se cerrara la frontera con Estados Unidos, el país sufriría de escasez de productos y los precios se dispararán aún más y ese escenario podría llevarnos a una situación de hambruna.
“Luego del 20 de enero, tendrán que pasar seis meses para que Trump pueda modificar el TLCAN. El Gobierno debe empezar desde ahora a orientar una política que permita enfrentar el cierre de las fronteras; si tuviera tantita lógica, en este momento habrían iniciado un programa emergente de producción en el campo: que se siembre maíz ya, para que dentro de seis meses pudiéramos tener un incremento de la producción de 20 por ciento, del 30 por ciento. Ya 50 por ciento es demasiado, pero se puede impulsar con subsidios al campo, así lo hace Estados Unidos, Japón. Todos dan subsidios. Aquí se manejan bajo la política de que el mercado asigna los recursos y no una política orientada por el Estado. Ahí está el error”, señaló.
El TLCAN, firmado en 1994, rompió las barreras arancelarias y el comercio, en especial entre Estados Unidos y México. A la fecha, el comercio agroalimentario creció 452 por ciento.
Los alimentos que tenemos en la mesa no son, de manera estricta, de origen estadounidense aunque la etiqueta así lo diga. Y hoy, el descuido del campo mexicano y la política mercantil que no contempló el desarrollo económico hacia lo interno, ha ido en contra de la autosuficiencia alimentaria, incluso con productos que aquí pueden producirse, como el azúcar, maíz, arroz, frijol y hasta el chocolate.
A ello se suma, que hoy en México viven 55.3 millones de personas en condiciones de pobreza, según dictan las cifras de Coneval.
“El TLCAN no fue una mala política de México. Si no crecimos es por otra cosa y en gran medida, porque no tuvimos políticas complementarias al TLCAN, gracias al cual tenemos carne de cerdo y pollo baratos; podemos exportar aguacate, cebolla, brócoli a Estados Unidos. Si no nos van bien, es por otras cosas y por lo tanto, si hoy salimos del TLC, será más perjudicante”, comentó Soloaga.
Para los especialistas en el sector, el abandono que hoy viven los pequeños productores proviene de la puesta en marcha de la política neoliberal en México y, concretamente, con la firma del TLCAN que trajo consigo la concentración del mercado en grandes empresas y el olvido de la base productiva nacional.
La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (Anec) ha señalado en reiteradas ocasiones que el modelo económico actual fomentó la destrucción y el exilio de los encargados de la agricultura de pequeña escala, cuando éstos son la solución a la crisis alimentaria que hoy se vive en México.
La autosuficiencia alimentaria –explica la FAO– se alcanza cuando se satisfacen las necesidades alimenticias de un país mediante la producción local y generalmente suele ser un objetivo de política nacional, ya que se ahorran divisas para la compra de otros productos que no pueden ser manufacturados localmente y se protege a los países de los vaivenes del comercio internacional y de las fluctuaciones de los precios de los productos agrícolas; asegura el abastecimiento de alimentos para satisfacer las necesidades de las poblaciones locales y permite que los productores decidan qué producir, cuándo, cómo y cuánto.
La organización internacional considera que hay vulnerabilidad alimentaria cuando 25 por ciento de alimentos proviene del exterior, y México está en un 60 por ciento de importación de alimentos.
Del maíz, por ejemplo, México compra la tercera parte de la cantidad que se consume a Estados Unidos, compra entre el 30 y 50 por ciento del frijol y hasta 80 por ciento del arroz, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
Para Bravo Olivares, México debe plantearse en lo que necesitará y no en lo que debe hacer. El desarrollo de una política orientada a los campesinos requeriría de por lo menos 20 años.
PROBLEMAS PREVIOS AL TLCAN
Los problemas del capo encuentran un punto de partida bajo la administración de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), en específico con el Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede), que modificó la Ley del ejido y lo convirtió en un sujeto de enajenación, cuando antes se heredaba por línea directa.
Se plantearon dos vías: la necesidad de modernizar el campo, que era a través de hacer una serie de inversiones amplias en infraestructura, proyectos productivos y mejoramiento de semillas; o privatizar el ejido y promover la existencia de grandes controladores de la tierra con grandes inversiones. Se optó por la segunda.
Esto provocó que algunos campesinos que vendieran sus tierras, se acabaron el dinero pronto y se convirtieron en trabajadores del campo. Por el otro, se formaron grupos que poseían grandes extensiones de tierras de cultivo.
Sin embargo, millones de campesinos optaron por mantener sus tierras para el autoconsumo. Hoy en día, el 60 por ciento de las tierras siguen en manos de los ejidatarios.
Tras la firma del TLCAN y la falta de infraestructura productiva y subsidios adecuados por parte del gobierno, resultó para el gobierno más barato comprar maíz extranjero. Su bajo precio radica en que los campesinos norteamericanos reciben subsidios, diesel, maquinaria y equipo, además de una ayuda económica por hectárea producida.
“Allá tienen todas las ayudas y acá, los subsidios están eliminados. Entonces, tenemos un campo atrasado que pretenden que compita contra un mercado que tiene todos los adelantos científicos y tecnológicos y además subsidios. Ese es el problema del TLCAN. Por eso el maíz se importa, es mucho más barato comprarlo que producirlo. Es lógica mercantil por completo. La tendencia de autoconsumo se mantiene, pero se enfrentan a los vaivenes de los grupos grandes del mercado que no consideran al campesino. Hay un alto control basado en la especulación”, comentó al respecto Bravo Olivares.
Por otro lado, México le vende a Estados Unidos, cerveza, tomate, chiles, aguacate, café, uvas, pepino, fresas, nueces y sandía, principalmente.
“Antes de que se firmara el TLCAN, se creía que el campo mexicano iba a desaparecer y que los pequeños productores iban a ser totalmente desplazados por las grandes compañías y nada de eso pasó. Al contrario. Si uno mira lo números, la producción de maíz de México, de los pequeños productores subió y la producción de maíz local con riego, mucho más […] El TLCAN no es el culpable de todos los males del Estado mexicano. Sí pasaron cosas malas, dependiendo del TLCAN, pero en el caso de las producciones agrícolas, subió”, dijo al respecto el académico de la Ibero.
Con los números concluye que la producción interna de alimentos no es mala y en términos de la producción de alimentos, el TLCAN no es el ogro que se pensó.
“La crisis que se desata junto con el TLCAN, fue tan grande que la gente siguió refugiándose en su producción, la sigue manteniendo para su consumo doméstico. Esa es una característica de los productores pequeños y que protegen una producción para consumo. Esa sigue igual”, agregó.
Sobre el futuro, Soloaga considera que Trump poco podrá hacer en cuanto a los alimentos, ya que la dependencia entre ambos países es grande, además de que la presión que ejercerán las grandes empresas estadounidenses de maíz amarillo, no será menor.
Una vez que se renegocie el TLC, dijo, se verán condiciones como entrar a los mercados manteniendo los aranceles, al igual que las ventas.
“Hay muchos intereses muy poderosos en Estados Unidos que no dejarán que se acabe la relación comercial con México. Están los productores de maíz amarillo, y en otros ramos, las armadoras. El comercio de los dos países está muy ligado, así que no puedes deshacer cosas de la noche a la mañana”.
Finalmente, el mensaje sigue siendo el mismo: México debe diversificar sus mercados de importación y exportación.