Frente a la tragedia que está viviendo Acapulco, cualquier otro tema palidece. Como nunca debemos poner nuestra voluntad, energía y sentido de otredad al servicio de quienes están viviendo esta desgracia que es nuestra. A todos nos duele y obliga a ser más conscientes.

Por desgracia muchas veces reaccionamos como si estuviéramos anestesiados frente al flujo de noticias que suelen ser escandalizantes. Seguimos horrorizados ante las imágenes de destrucción en Medio Oriente, cuando enfrentamos ahora la destrucción en nuestra tierra. Ante esto, corremos el riesgo de confundirnos y no entender las proporciones. El adormecimiento ante la desgracia de cientos de miles de mexicanos a los que, súbitamente les ha cambiado la vida no debe llevarnos a dar vuelta a la página en espera de la siguiente adversidad, ni a saltar a conjeturas y especulaciones antes de tiempo.

Muchísimo peor sería el caso de que, tentados por la frustración o por una ideología, convirtamos esta situación en agenda y bandera política. Muchos han aprovechado para sacar raja de esta tragedia que nos rebasa a todos. Es indignante escuchar testimonios y opiniones de personas que, en vez de solidarias, actúan como si fueran las verdaderas víctimas de esta catástrofe culpando y mostrando su inconformidad. Medrar con el infortunio de otros es la peor forma de mezquindad. Todos debemos tener un minuto de silencio para pensar en las víctimas y en todo caso, las maneras en que podemos aliviar un poco sus penas. Procurar acciones de apoyo que son tan necesarias hoy. No olvidemos que, en estas condiciones, cada uno de nosotros fuera de Guerrero tenemos lo indispensable para pasar la noche sin hambre ni frío, sin la depresión que significa ver nuestros bienes destrozados.

Insisto, cientos de miles de paisanos vieron frente a sí un apocalipsis, van a tardar mucho tiempo en volver a ver la luz. Solo la piedad y el amor pueden sacar adelante a las víctimas de Acapulco ¿A qué viene que esta tragedia se pueda reducir a un ataque verbal en contra de los que consideramos antagonistas? ¿De qué sirve? ¿No nos queda claro que cualquier gobierno se ve rebasado ante una emergencia de esta naturaleza?

Aunque sea un comentario corto, quiero abrazar a cada uno de mis amigos, y a quien no conozco pero que están pasando por una situación tan dolorosa. A todos aquellos que han perdido sus casas y patrimonio. Acapulco merece empezar de nuevo, levantarse como un ave fénix que resurja de sus escombros y ser el paraíso que alguna vez fue y que hoy estaba cooptado por el crimen, la desigualdad y la injusticia. Ojalá que este desastre también se lleve al odio y la polarización o al menos los ponga en una pausa necesaria.

Susan Crowley

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Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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