Susan Crowley
28/09/2024 - 12:03 am
Amor es, ¿nunca tener que pedir perdón?
“A pesar de que la exigencia de perdón de México a España se ha considerado como nacionalista y trasnochada, es todo lo contrario”.
En 2019 Andrés Manuel López Obrador envió una carta en la que pidió al Estado español sumarse a la disculpa, que él mismo ofrecía, como jefe de estado, por los excesos cometidos durante la conquista y la colonia. Reconocer y admitir la responsabilidad histórica de ambos sería un gesto simbólico para mejorar las relaciones bilaterales. “Ofrecer disculpas es actuar con humildad”, dijo. La no contestación del rey y la respuesta irónica de un grupo de intelectuales españoles y mexicanos, llevaron al presidente a proponer una pausa, sin ruptura, en las relaciones de ambos países. Hoy el asunto revive la tensión. El rey Felipe VI no ha sido invitado a la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum. La relación se ha fragilizado. ¿En qué acabará esta diferencia?
Una misma sangre que nos une, la herencia cultural española de la que los mexicanos somos beneficiarios, el idioma castellano entre otros, son algunos de los atributos que le otorgamos a la madre patria. Los mexicanos recibimos esta educación por siglos. Una postura servil y agradecida por haber sido evangelizados, educados y occidentalizados. Pero el mundo cambia y cambian las narrativas. Hoy toca revisar los daños, el sometimiento y la expoliación sufridos por parte del imperio español. Una situación incómoda en la era de la globalización en la que estamos obligados a permanecer y a aceptar las reglas de los mercados internacionales. España, para bien y para mal, ocupa el segundo lugar como inversor en nuestro país. Cualquier movimiento a favor o en contra debe ser cuidadoso. No herir susceptibilidades, pero saber poner las cosas en el sitio que les corresponde.
Si no se atiende este delicado tema seguiremos siendo parte de esa historia que ya no queremos: ser tierra de conquista de las potencias comerciales que privilegian sus intereses. El extractivismo de recursos naturales, el empleo de personas por parte de las trasnacionales en condiciones desiguales respecto a sus colegas de otros países, la laxitud en las normas locales para el consumo de alimentos chatarra que dañan la salud de pueblos completos; la sustitución artística local por la producción masiva de objetos importados, la falta de respeto al utilizar símbolos de identidad como pasajeras tendencias en la moda; el comercio de tesoros de valor incalculable en mercados de arte internacionales. En suma, una nueva colonización. Hacen en nuestros países lo que les sería vedado en las metrópolis. ¿Es justo exigir una disculpa de parte de los españoles y en general de todos los imperios a sus colonias? ¿Debemos ser humildes y agradecer la nueva invasión comercial?
A pesar de que la exigencia de perdón de México a España se ha considerado como nacionalista y trasnochada, es todo lo contrario. Se trata de una postura de avanzada asumida por casi todos los otrora imperios, ante el daño causado a las naciones conquistadas, sometidas, saqueadas, dejadas en el abandono por un largo periodo. Con la globalización se actualizó la utilidad de territorios y mano de obra; la apertura comercial exigía una producción mundial. Tratados comerciales y la nueva narrativa neoliberal fue la vía para conseguirlo. Exigir perdón, es dignificar y replantear nuestra historia.
Mientras los políticos tardan en ponerse de acuerdo, el arte de nuevo es visionario. Se adelanta a la historia, y si fuéramos capaces de atenderlo nos sorprenderíamos con el alcance de su mirada. Las grandes exposiciones se van sumando a un ritmo vertiginoso: La 56ª Bienal de Venecia de 2015, destacó por la presencia de artistas africanos; la Documenta 15 en Kassel y la 12ª bienal de Berlín, ambas en 2022, marcaron una impronta en la que los artistas de las periferias, especialmente el Sur Global se adueñaron de los espacios expositivos, levantando la voz en favor de sus derechos, de sus tierras, orgullosos de sus valores y tradiciones. El resultado no fue del todo satisfactorio, los controles ejercidos por las poderosas jerarquías euro centristas- heteropatriarcales y, a fin de cuentas, quienes patrocinan a los artistas, fueron determinantes para desdeñar todas estas demandas. Pero algo se logró, el terreno se fue ganando, pareciera el principio de una renegociación en el lenguaje, un “hasta aquí” al eterno abuso.
En esta edición 60ª de la Bienal de Venecia están en juego estos impulsos contrapuestos. Si bien el gobierno Italiano de derecha no coincide con los nuevas tendencias de apertura, no alcanzó a impedir que la organización de la Bienal recayera en el curador Adriano Pedrosa. Brasileño, queer declarado, con gran astucia, ha logrado imprimir a la exposición de un aire de otredad necesario; lo ha hecho con sutileza y elegancia, pero contundente, respetando las susceptibilidades y atendiendo a las fragilidades de los expositores. Con la derecha cada vez más reacia al cambio, tal vez sea la última vez que veamos tanta apertura.
Un Pabellón que no duda en pedir perdón es el de los Países Bajos. Concede el espacio al Círculo de Arte de los Trabajadores de Plantación Congoleña (CATPC). Respaldados por el artista neerlandés Renzo Marteens, han usado su arte como reclamo político contra la explotación de sus tierras por parte de una multinacional británica que mantienen a sus trabajadores en pésimas condiciones laborales. Las ganancias de este colectivo se destinan a salvar a sus tierras de la devastación producida. Este pabellón no pretende ser amable estéticamente, es incómodo y enfático en su reclamo. En el Congo se erigió un cubo blanco que sirve como sala de exposición conectada permanentemente con Venecia.
Es interesante el caso de Bennin, vuelto noticia con la restitución de las piezas robadas por los europeos al palacio nacional y en posesión de diversos museos alemanes. Un perdón que no es todo, pero es un principio. Otras novecientas piezas permanecen en el Museo británico sin intención de ser devueltas. Gracias a la gestión de pensadores como el nigeriano Azu Nwagbogu ha sido posible, al menos en parte. Él también es curador del pabellón de Bennin que se presenta por primera vez en la Bienal. Con el título Todo lo preciado es frágil, se trata de una exploración profunda de las tradiciones yoruba y de la fragilidad del mundo contemporáneo. Entre el vudú y la espiritualidad, los desafíos ecológicos y la desigualdad social en un abrazo a lo humano y la naturaleza por su efímera existencia. Celebrar la sabiduría indígena delante de un futuro que ellos ven como compasivo y en el que la vulnerabilidad puede ser una nueva fortaleza. El artista yoruba Romuald Hazoumè que utiliza materiales reciclados para crear sus impresionantes obras, ha elaborado un bellísimo domo con bidones de plástico de gasolina que simulan máscaras ancestrales utilizadas por su pueblo en las ceremonias. ¿Una forma de perdonar? “Devuelvo a Occidente lo que les pertenece, los desechos de la sociedad de consumo que nos invade todos los días” dice el artista.
La curaduría de Adriano Pedrosa ha generado diversas críticas. Sin poner en duda que su eje es la consciencia sobre los “otros”, también se le ha tachado de folclórico y hasta de populista. Ocurre algo parecido en nuestro país. La preocupación del gobierno de la 4T por los grupos indígenas y los pueblos originarios, parece molestar a quien la considera fruto de un nacionalismo retrogrado. Pero es todo lo contrario, la defensa a sus derechos es un ejemplo de lo que toca hacer hoy. Sin embargo, y a pesar de que la participación de artistas mexicanes ha sido reducida pero significativa, el pabellón mexicano se ha quedado corto en su propuesta. Por el espacio, será tema de otra columna.
El artista tiene el don de ver al mundo más allá de los intereses mezquinos, su labor es traducir todo aquello que a los demás escapa. Si fuésemos capaces de escuchar lo que nos dice, atenderíamos lo importante. En el caso del orden mundial el arte da una salida bienaventurada. Las manifestaciones colectivas, indígenas, queer, de las mujeres, de los outsiders, apelan a la restitución de valores perdidos en medio de la vorágine económica. Probablemente sean los que salvarán al mundo. Nuevas maneras de conformar una comunidad internacional, tal vez global en el sentido de la empatía y solidaridad. Si hoy levantan la voz, es nuestro deber escucharlos, y saber pedir perdón, AMLO y su gobierno lo hacen con ellos. Guste o no, es una forma de pisar fuerte. Y, paradójicamente, lejos de ser anacrónico, es una actitud vanguardista en el mundo de hoy. @suscrowley
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