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María Rivera

28/09/2023 - 12:01 am

Cinismo

“Esperemos que el doctor López Gatell no logre su cometido y que sea juzgado, algún día, por su criminal desempeño en la pandemia”.

“El problema, o mejor dicho, la tragedia que se cernió sobre la tragedia, fue además que el país se dividía entre los que le creían a pies juntillas a López Gatell, lo defendían, convencidos de que el subsecretario lo había hecho espléndidamente, y los que veían críticamente su desempeño”. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro.

Sorpresa, estupor, y decepción, querido lector, saber que el que fuera encargado de enfrentar la pandemia, el subsecretario Hugo López Gatell, pretende ser candidato de Morena para gobernar la Ciudad de México. Resulta hasta ofensivo que quien manejó la crisis sanitaria de una manera catastrófica pretenda, en el colmo del cinismo, lanzarse como candidato. Una y otra, y otra vez y desde distintos lugares se le ha criticado por haber sostenido una política equivocada en aquellos fatídicos años en los que cientos de miles de personas murieron en el país.

No solo equivocó los cálculos, sino el diagnóstico mismo de la situación, la capacidad del país para enfrentar la crisis, las personas vulnerables, las medidas requeridas para evitar una gran mortandad. También hizo política, de la peor manera, supeditando a la ciencia a los deseos del poder, o a la ignorancia del poder. Desde la irresponsabilidad de no hacer pruebas, hasta desaconsejar el uso de cubrebocas, hasta recomendarle a la gente que se tratara en casa en caso de contagio, todas y cada una de las medidas tomadas lograron que México fuera uno de los países más afectados por el virus, y la Ciudad de México su luctuoso epicentro. Una tragedia de enormes dimensiones que pudo haberse evitado o por lo menos mitigado si el subsecretario hubiese atendido más a lo técnico que a lo político, cuando se concebía a sí mismo como un rockstar. Mentiras y verdades a medias fueron sistemáticamente dichas por quien con toda elocuencia embaucó a muchos mexicanos que terminaron falleciendo. Pobres y enfermos crónicos, mayoritariamente, pero también aquellos que se quedaron sin atención médica en el sector público, tras la reconversión hospitalaria.

No creo que sea necesario recordar la historia. En esta columna se documentaron sistemáticamente las fallas de su política pública, una a una. Incluso, se advirtieron de los peligros por venir. No sirvió de nada, no. Gritar en voz de cuello, por ejemplo, que México, por tener una gran cantidad de diabéticos, corría más peligro. En marzo, abril, mayo del 2020. De nada, ya cuando la gente moría, el señor López Gatell le echó la culpa a la obesidad de la gente y claro, a los alimentos. Pero el asunto, querido lector, es que desde muy temprano se sabía, en círculos médicos internacionales, de la vulnerabilidad de ese sector de la población. Era perfectamente prevenible cuidar a los mexicanos enfermos, pero no, López Gatell no hizo nada, solo permitió que el virus, que él decía iba a ser muy menor, arrasara con la vida de las personas.

Ahogadas en su casa, rechazadas en los servicios médicos de urgencia porque aún “no estaban azules”. Sin camas de hospital en terapias intensivas, sin ventiladores, sin médicos especialistas lo que significaba que la gran mayoría de quienes entraban a un hospital público no salieran más.

Seguro usted y yo recordamos esos días de diciembre del 2020, en los que no había oxígeno, en los que la gente moría y moría. Familias enteras. Padres y madres e hijos, juntos. Personas en sillas, en salas de espera, desfalleciendo en el Instituto Nacional de Nutrición.

El problema, o mejor dicho, la tragedia que se cernió sobre la tragedia, fue además que el país se dividía entre los que le creían a pies juntillas a López Gatell, lo defendían, convencidos de que el subsecretario lo había hecho espléndidamente, y los que veían críticamente su desempeño. Esa doble tragedia, el de los ciudadanos que le creyeron como si se tratara de una disputa política y no de la vida de todos, ha posibilitado que mucha gente crea que las críticas se debían al pleito político constante que avasalla al país. La polarización permitió que un funcionario veleidoso e irresponsable no solo llevara a la muerte a cientos de miles de personas, sino que además le llevaran rosas y un pastel, para celebrarlo.

Sin importar todas las mentiras que dijo, todos los enredos, algunos creyeron que la extensa tragedia del covid era inevitable y no producto de la incompetencia de un funcionario: López Gatell. Es pues, una doble tragedia, querido lector, que enlutó a nuestro país y nuestras vidas. Muchas y muchos se hubiesen podido salvar si no se hubiera subestimado al virus, si el doctor López Gatell hubiera atendido a la información temprana sobre la epidemia y no se hubiera sometido a la idea del presidente de que no era grave y no se necesitaba gastar en preparativos. Y es que, si algo puede reprochársele al gobierno de López Obrador, es, justamente, su manejo de la pandemia. No tuvo a verdaderos médicos aconsejándole, sino a funcionarios serviles, con mucha labia, eso sí.

En ese sentido, no importa cuán certera haya sido la crítica, las recomendaciones y hasta las súplicas porque se corrigiera el rumbo. Los poderosos, ensoberbecidos y ciegos, no supieron corregir a tiempo para miles de personas que terminaron muriendo. Es una afrenta, y una muy dolorosa, querido lector. Por ello, es una desgracia ver al responsable como si nada, buscar una posición política. Es un desprecio renovado a quienes señalaron, de manera muy puntual, las fallas en su desempeño. Y es, también, un síntoma muy preocupante de que Morena no sabe llevar a cabo una autocrítica, y peor aún, desprecia a todo aquel que discrepe, como si no fueran mexicanos a los que aspiran gobernar. La ceguera y la sordera tienen costos y en este caso fueron de dimensiones trágicas. Esperemos que el doctor López Gatell no logre su cometido y que sea juzgado, algún día, por su criminal desempeño en la pandemia. Eso es lo que se merece, no estar en una boleta.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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