Jesús Javier Tomas y el artista visual Miguel Fernández de Castro, quienes ha apoyado la lucha que mantienen los ejidatarios de El Bajío, ubicado entre los municipios de Puerto Peñasco y Caborca, en Sonora, denunciaron que en los últimos días han sido intimidados y amenazados a través de distintos medios.
Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).– Jesús Javier Tomas, representante ejidal de El Bajío, el cual desde hace varios años mantiene una disputa legal con la minera Penmont, propiedad de la familia Baillères, la cual es señalada de haber despojado con 236 mil 709 onzas de oro a los campesinos que vivían en esta zona, denunció amenazas de muerte en su contra por parte de desconocidos.
Jesús Javier Tomas y el artista visual Miguel Fernández de Castro, quien ha apoyado la lucha que mantienen los ejidatarios de El Bajío, ubicado entre los municipios de Puerto Peñasco y Caborca, en Sonora, denunciaron en entrevista con Alejandro Páez Varela para el programa de Los Periodistas, transmitido en el canal de YouTube de SinEmbargo Al Aire, que en los últimos días han sido intimidados y amenazados a través de distintos medios,
“El 7 de septiembre vengo circulando de Hermosillo hacia Puerto Peñasco y yo creo que unos 10 kilómetros en cuanto pasas Caborca –entre Caborca y Sonoyta es un área despoblada– ahí me detiene un automóvil blanco, no sé si sea policía de caminos o Guardia Nacional, se para una persona atrás con un rifle y a la ventanilla se acerca otro. Entonces el señor [dice] ‘¿sabe quién soy yo?’, el señor me pregunta que si yo soy de los buenos o de los malos en el conflicto en El Bajío en Fresnillo”, relató.
“Le digo que soy ejidatario, no sé a qué se refiere con los buenos y los malos, entonces trato de evitar la plática y el señor me dice que me va a dar un consejo, que no me acerque por la región porque hay un operativo en mi contra donde se busca asesinarme, que la minera había autorizado 30 millones para asesinarme, que él me aconsejaba que me diera la vuelta y me regresara. Me puso con bastante miedo, pues estaba en despoblado y unas personas desconocidas con armas están diciendo eso, pues en cuanto me dejan ir yo lo que hago es darme la vuelta, me voy hacia Nogales y me meto a Estados Unidos”, detalló.
El representante ejidal detalló que esa no fue la única amenaza que recibió, pues días más tarde, un grupo de sujetos armados interceptó a uno de sus compañeros que se dirigía a El Bajío a dejar provisiones:
“Luego, el sábado pasado, yo regreso ya por otra vía sin pasar por Caborca y me dirijo a Puerto Peñasco. Ahí los compañeros de cada semana les hacemos llegar la despensa, agua, medicamentos, todo lo que se requiere para que resistan allá están en el medio del desierto, donde no hay absolutamente nada, y hacemos eso de manera rutinaria cada fin de semana. En esta ocasión el carro se les había descompuesto y entonces yo facilité mi camioneta para que otro compañero llevara a las provisiones, todo hasta allí estaba normal, yo no le miraba problema, mi carro nadie lo había visto, era un carro que no se usaba para eso”.
El compañero de Jesús Javier Tomas relató que a unos 60 kilómetros entre Peñasco y el ejido desconocidos a bordo de tres vehículos instalaron un retén el cual tenía como objetivo identificar al representante ejidal:
“Dice que cuando él se va acercando al tope este que tenían con estas personas, pues baja el vidrio para ver de qué se trata o simplemente para pasar, pensó que estaban arreglando la carretera, pero en eso un carro que estaba más delante se incorpora a la circulación […] al llegar al tope dice que bajan el vidrio el cristal, era una camioneta de cuatro puertas y el de atrás saca medio cuerpo con una ametralladora apuntándole a él, dice entonces él que no hace absolutamente nada, únicamente se les queda viendo pero el que va del lado del copiloto les grita ‘ese no es, ese no es’, entonces el otro vuelve a meter su cuerpo, mete la ametralladora y el carro continúa hacia adelante, los otros dos carros que estaban ahí, que tenían los conos y que tenían los topes también se van, pero obviamente pues da notar que quisieron asesinar a alguien que no iba en ese carro. Entonces eso creemos, tenemos el temor bien fundado de que sí quisieron asesinarme ese día”.
En tanto, Miguel Fernández de Castro detalló que las amenazas surgieron después de que realizó una exposición, la cual retrataba algunos aspectos del conflicto de los ejidatarios del Bajío con la minera Pelmont, en colaboración con la antropóloga Natalia Mendoza en Nueva York en abril de este año.
“Hicimos algunos videos, algunas intervenciones en el sitio mismo, esculturas, sobre todo para visibilizar el tamaño de la catástrofe, que había dejado la minera ahí en los años que estuvo ocupando y explotando oro ilegalmente. Entonces esto lo pusimos en Nueva York, duró bastante tiempo la exposición, hasta julio y más o menos en junio, recuerdo que algún medio nacional, no recuerdo cuál exactamente, sacó una nota sobre la exposición allá y por alguna razón se hizo viral, estuvo tan viral que la retomaron, me acuerdo, algunas publicaciones de aquí de Sonora regionales. Entonces explotó, digamos, en Twitter”, contó.
El artista explicó que luego de que una nota sobre la exposición se volvió viral en redes sociales, un desconocido marcó a casa de su padre para dejarle un mensaje intimidatorio:
“Al día siguiente de que salió, o a los dos días ya que estuvo circulando ahí con bastante intensidad, mi papá, que vive también en Altar, me cuenta que le llama una persona que se identifica con voz de mujer, se identifica como relacionada con la minera Pelmont. […] Le pregunta si yo soy su hijo, si Miguel Fernández de Castro es su hijo, mi papá le dice que sí y le dice, ‘ah, pues para que le dé un mensaje’, ‘¿pero de qué se trata?’ le dice mi papá, ‘No, él ya sabe, no más que le baje de huevos, que le baje de tono’, mi papá le dice, ‘¿pero de qué se trata?’. ‘Él ya sabe’, y en ese momento lo que me cuenta mi papá es que ya su tono de voz cambió a un tono de amenaza muy distinto con el que comenzó y colgó”.
Fernández de Castro aseguró que él como colaborador o simpatizante de la causa que tienen los ejidatarios del Bajío trata de ayudar en lo que pueda a los afectados por la minera Penmont.
Finalmente, Jesús Javier Tomas recordó que estas amenazas no son algo nuevo, pues dijo, comenzaron desde 2013, año en que la minera Penmont fue desalojada del ejido.
“Estas amenazas no vienen de ahora, ha sido un cúmulo de amenazas desde 2013 que se desaloja la minera hasta el día de hoy, empezaron pues más leves, empezaron amenazas verbales, empezaron mandándome correos electrónicos con los nombres y direcciones de mis familiares, continuaron mandándome vídeos de números que luego nunca volvían, les regresabas el mensaje o algo y pues ya no ni siquiera se iba el mensaje ya te habían bloqueado empezaron así medio bajo y luego han ido incrementando”.
Desde hace más de una década, ejidatarios de El Bajío, ubicado entre los municipios de Puerto Peñasco y Caborca, en Sonora, están en pie de lucha contra los Baillères, una de las familias más ricas del país. La minera Penmont, propiedad de Fresnillo, subsidiaria de Industrias Peñoles, el brazo minero del Grupo Bal de los Baillères, es acusada de haber realizado exploraciones y explotación minera en sus territorios de forma ilegal desde los años noventa. En esa década, la compañía de los Baillères pidió un permiso de exploración, el cual al ser otorgado dio pauta para que iniciaran ilegalmente tanto la construcción de la mina Dipolos, así como extensión de La Herradura —que en 2020 produjo 55.3 por ciento del oro total de Grupo Bal—, con las cuales los ejidatarios perdieron el acceso a todo su territorio, según han denunciado.
En aquel entonces les pagaron 16 mil pesos a cada uno de los 77 ejidatarios y nunca más se volvió a saber de la minera hasta que vieron la mina en forma, que estaba explotando oro a gran capacidad. Notaron un despliegue y movimiento de maquinaria pesada. A partir de entonces no tuvieron acceso a su tierra. El Ejército mexicano, dijeron, custodiaba la mina y no les permitía entrar a la tierra a ninguno de ellos.
La situación llevó al inicio en 2009 del conflicto legal entre el ejido El Bajío y la minera Penmont. Ese año un grupo de ejidatarios interpuso un juicio agrario —el 188/2009— con el objetivo de que la minera les consultara la pertinencia de las acciones emprendidas dentro de su territorio.
Desde hace más de una década, ejidatarios de El Bajío, ubicado entre los municipios de Puerto Peñasco y Caborca, en Sonora, están en pie de lucha contra los Baillères, una de las familias más ricas del país.
En 2013, los ejidatarios interpusieron 67 juicios agrarios contra Penmont, en los cuales el Magistrado Manuel Loya Valverde les dio la razón al sentenciar en 2014 que la empresa de los Baillères debía desocupar y entregarles las tierras —lo cual tuvo que llevarse a cabo mediante la intervención de las fuerzas del orden—, regresarlas, además, al estado que tenían antes de la ocupación, así como a devolver el oro que se extrajo, y a indemnizar a los afectados por el uso de sus tierras.
Pero nada de eso ocurrió.
Han pasado desde entonces ocho años del fallo sin que se ejecuten las 67 sentencias que dictó el Tribunal Agrario, y la situación a partir de ese momento, según han denunciado los ejidatarios de El Bajío, ha empeorado.
Una muestra de los obstáculos de esta lucha es retratada en el documental Tolvanera (2021), dirigida por el periodista Ángel Melgoza, quien en 2018 fue amenazado junto a otros periodistas por hombres armados mientras se internaban en el desierto de Sonora para documentar la persecución en contra de los ejidatarios de El Bajío.