“Jack” Escandón, un comerciante del mercado Nuevo Saltillo, lanzó una convocatoria en Facebook para quien quisiera acompañarlo al rescate de los mexicanos afectados por el terremoto del pasado 19 de septiembre. Todo mundo quería ir, pero sólo cinco se alistaron para emprender el viaje.
Su labor pudo no significar mucho comparada con la de los topos o el Ejército, pues las cámaras no enfocaban hacia ellos, tampoco a la gran cantidad de tráileres, camiones y camionetas de contingentes de varios estados del norte. Sin embargo, sólo ellos representaban a la capital de Coahuila en esos días.
A su regreso, se enfrentaron a una nueva realidad: haber perdido el trabajo, el dinero y oportunidades para el soporte de sus familias.
Por Pascual Escandón
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Coahuila/Ciudad de México, 28 de septiembre (Vanguardia/SinEmbargo).- “Que no nos olviden si llegamos a pasar por lo mismo”, suelta de inmediato Jesús Amaro Martínez, recordando lo vivido en cinco días que marcaron la vida de cinco personas que partieron de Saltillo dispuestas a ayudar, a sumarse a las labores de rescate.
El sismo de 7.1 grados Richter sacudió a México. Las noticias en redes sociales fluían como agua. Se necesitan manos, pero para empezar, urgen líderes que muevan a la acción.
De repente, en el grupo de Facebook “Que todo Saltillo se entere” surgió el primer mensaje, provenía de un comerciante quien convocó a quien quisiera acompañarlo al viaje en camioneta directamente hasta donde estaba la acción.
Todo mundo quería ir, pero sólo cinco se alistaron para emprender la aventura. Nadie se conocía, pero todos hicieron clic en cuanto se juntaron en un centro comercial del sur de la ciudad a colectar los víveres que les hicieron llegar decenas de amigos de los grupos de la red social.
Con ganas y sueños tomaron carretera. Su idea era ayudar a desenterrar sobrevivientes, pero las calles de la Ciudad de México estaban copadas de ayuda, entonces apuntaron hacia un destino que resultó mucho más trágico y cambió para siempre su existir.
HASTA EL ÚLTIMO MUNICIPIO
Su labor pudo no significar mucho comparada con la de los topos o el Ejército, pues las cámaras no enfocaban hacia ellos, tampoco a la gran cantidad de tráileres, camiones y camionetas de contingentes de varios estados del norte. Sin embargo, sólo ellos representaban a la capital de Coahuila en esos días.
Llegaron a la Ciudad de México, pero se dieron cuenta de que toda la atención estaba volcada en ese punto, así que los mismos usuarios de redes sociales los fueron ubicando en la realidad, una muy cruel marcada por el hambre y hasta en esos momentos de apremio, de la desigualdad social tan grande que hay en el país.
Partieron a Xochimilco y de ahí al estado de Morelos guiados por Alejandro Morales, un microempresario que se unió a la causa sin conocerlos. Éste los llevó por carreteras, poblados y brechas hasta donde ni un medio de comunicación, ni un contingente de ayuda se había detenido.
En los videos posteados ese primer día figura uno en el que la gente lamenta que toda la ayuda la veían pasar y ellos nada más mirando.
Durante todos esos días repartieron alimentos, sacaron escombro de las casas, transportaron a personas vulnerables hacia lugares más seguros, pero sobre todo llevaron esperanza y un gesto de solidaridad de parte de quienes los seguían por redes sociales apoyándolos con mensajes de aliento y con escasos recursos.
Alejados del mundo; el sismo los acercó
El recorrido por las faldas del Popocatépetl mostró a decenas de pueblitos cuya necesidad en ocasiones no era de comida, sino del apoyo moral que puede dar una palabra de aliento, así lo describe Jesús Francisco al recordar a la gente afuera de las ruinas de lo que fueron sus viviendas.
“Ver a las señoras cociendo los frijoles, los niños que se te abalanzan, los ancianos buscando entre los escombros a ver qué podían recuperar, es algo que te da tristeza por el abandono en que están”.
Los nombres les resultaron complicados de aprenderse; Ocoxaltepec, Tlalmimililpan, Atlatlahucan, Atlahutlan y muchos más. A dichas comunidades ni el gobierno del estado ni el federal los hacen en el mapa.
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Subir por laderas, brechas, arroyos con una camioneta que un día se calentaba y el otro también representó momentos de apremio, miedo y la pregunta ¿Cómo nos metimos en esto?
Los rescatistas de Saltillo y en general, los contingentes que se fueron topando en el camino, coincidieron en videos que subieron a Facebook, en que la administración del Gobernadoor Graco Ramírez encontró la oportunidad ideal para lucrar con la tragedia.
A todo quien llegaba con víveres le ordenaba hacer base en un sitio designado por el DIF estatal, sin embargo, los voluntarios se encararon con el propio Ejército y la Policía logrando pasar los diferentes filtros.
Pero el camino fue complicado desde el principio. En su camino por el Estado de México una de tantas patrullas los detuvo y los policías les quitaron mil 200 pesos por “derecho de piso”, esto ente burlas “Pa’ qué vienen desde el norte, acá ni quien los vaya a pelar”.
Sin embargo, este grupo de atrevidos no se amilanó, y sabe que actuó bien, pues más adelante encontraron casas derrumbadas, miedo, personas en situación de miseria, miedo, el abandono presencial y moral y más mucho más miedo no sólo de que siguiera temblando, sino de que el gigante dormido hiciera erupción.
EL COSTO DE SER BUENA GENTE
El regreso significó también, fuera de la atención de alguna televisora que se les acercó y los miles de felicitaciones por redes sociales, el enfrentar su nueva realidad: haber perdido el trabajo, el dinero y oportunidades para el soporte de sus familias.
Así es, todo acto tiene una consecuencia para Jesús, Jesús Francisco, Jorge, Bernardo y quien los movió todo ese tiempo, el “Jack” Escandón, un comerciante del mercado Nuevo Saltillo, quien hizo el gasto del transporte y mucho más, hasta para el moche de la Policía del Estado de México tuvo que poner.
Bernardo dejó en puerta los contratos para al menos dos proyectos de construcción de viviendas, por ir a ayudar, dinero que necesita para la manutención sus pequeños hijos.
En escena aparece también Jesús Domínguez Escudero, quien ha dedicado su vida a prepararse en habilidades para la protección de personas y ha pasado por diversas agrupaciones de seguridad pública y privada. Su más reciente trabajo fue en un centro comercial ubicado a lado de la central de Autobuses.
Al conocer la tragedia que están pasando miles de personas en el sureste y centro sintió la necesidad de brindarles una mano, por eso respondió al llamado y pidió permiso en su trabajo; “aquí es una tienda”, le contestaron. No hubo más que discutir. Al regreso le esperaba el despido con una “patada por el trasero”.
Ahora busca trabajo, sabe de seguridad privada, defensa personal, cuidado y traslado de valores. ¿Alguien tiene una chamba para él?
Por su parte, Jesús Francisco Amaro Martínez dejó en “veremos cómo le hacemos” para pagar la liquidación de la semana en el auto de Uber que conduce desde hace dos meses, cuando fue despedido como custodio de un líder sindical.
Partió junto con sus sueños de poder ser útil con la racita en desgracia. Al igual que su tocayo, ha laborado en la protección de personas, en seguridad pública y cuenta con adiestramiento en rescate urbano y emergencias.
Ellos piden una oportunidad laboral, pues al igual que Jorge Cardona, otro de los integrantes de este grupo, al regreso los recibieron las deudas, pidieron prestado para solventarlas, pero se encuentran “ahorcados”.
Si usted tiene un trabajo para ellos, estos son sus contactos
Jesús Domínguez Escuero. Seguridad privada y custodia / 844 381 37 51
Jesús Francisco Amaro. Seguridad Privada y custodia / 844 173 74 35
Jorge Cardona. Pintor / 844 357 01 30
Bernardo Valero Luna. Albañilería / 844 203 09 97
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