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Melvin Cantarell Gamboa

28/08/2024 - 12:05 am

Educación y enseñanza de la filosofía (I)

Debe de considerarse también en la enseñanza de la filosofía, que ésta ha de abordarse desde la perspectiva de los problemas de la época. En el currículo actual se prioriza la ciencia y la técnica, por encima de las materias con visiones humanitarias.

“Debe de considerarse también en la enseñanza de la filosofía, que ésta ha de abordarse desde la perspectiva de los problemas de la época”. Foto: Cuartoscuro

A mi hijo Aquiles

“La filosofía tal y como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es la investigación voluntaria de los aspectos, aun más detestados e infames de la existencia”. —Federico Nietzsche. El porvenir de las escuelas.

El maestro Gabriel Vargas Lozano fundador del Observatorio Filosófico de México y directivo de la Federación Mundial de Sociedades Filosóficas y del Comité Nacional de Defensa de la Filosofía, en una entrevista concedida a La Jornada el domingo 28 de julio de 2024, se queja de las modificaciones al nuevo marco curricular común para la educación media superior en la que desaparecen las asignaturas de Filosofía y Ética “en el momento en que la trayectoria de vida de los alumnos requiere de una formación en valores”; además, llama a que se escuche a la comunidad filosófica y se recuperen las disciplinas filosóficas.

Con la finalidad de enriquecer ésta defensa de la filosofía me atrevo a exponer mi punto de vista sobre el asunto ya que, por azares del destino fui profesor de filosofía en dos universidades; sin embargo, debo decir que fue una ocupación que no me satisfizo del todo; ni como alumno ni como enseñante me sentí a gusto con algunos filósofos de corte idealista, quizás porque el motivo de mi acercamiento a la filosofía lo relacioné siempre con un proyecto orientado hacia la vida filosófica, no por amor a la sabiduría o a la búsqueda de verdad alguna, sino porque buscaba darme una singularidad que me condujera por los senderos de una vida sencilla, de sabiduría silenciosa (regla que violenté hace tres años para controvertir a las ideologías de derecha que amagaban con subvertir los proyectos sociales de la 4T), independiente, libre y serena; una vida armoniosa, tranquila, pacífica y sin turbaciones; algo difícil, pero único camino para  llegar a ser el espíritu libre y soberano al que todavía aspiro. Este propósito se conoce como vida filosófica. La vida filosófica tiene por objeto la transformación del yo mediante acciones concretas destinadas a modificar una forma de vida que nos es insatisfactoria a partir de un proceso reflexivo sobre nuestra manera de vivir, la búsqueda de conocimientos con valor existencial y, desde este punto de partida, planear una mejor forma de vida, más plena, más humana, más satisfactoria y digna de ser vivida.

Tentativa que se consuma cuando se llevan a cabo los actos necesarios para producir una individualidad; se trata, pues, de un trabajo monumental sobre sí mismo que permite construirnos el temperamento y el carácter suficientes para regirnos por sí mismo. Sin embargo, la filosofía que tradicionalmente se imparte en las aulas, no prepara a nadie para una vida de esta naturaleza, por lo contrario, lo que ahí se enseña como filosofía se reduce a la transmisión de información sobre los dogmas filosóficos y las ideas de algunos filósofos cuyas teorías nunca turbaron a nadie. Desde esta perspectiva ¿Qué sentido tiene ilustrar sobre el tema durante el paso de niños y jóvenes por el sistema escolar? Ninguno. Si de lo que se trata es de formar mujeres y hombres que piensen por sí mismos, que se preocupen por su país, sean solidarios, cooperativos y fraternales con los más débiles y estén atentos para impulsar iniciativas que resuelvan realmente las necesidades de la gente, entonces, la iniciación a la sabiduría filosófica hay que enmarcarla en el contexto vital de la existencia.

Los planes de estudio que hasta hoy se han adoptado en la preparatoria para la enseñanza de la filosofía, repito, no pueden continuar reduciéndose al tedioso paseo por una historiografía de doctrinas y filósofos inspirados en el trascendentalismo, el idealismo o por apóstoles de la razón pura que históricamente han servido al sistema dominante en turno. En la Edad Media, Santo Tomás de Aquino intenta demostrar la existencia de Dios convirtiendo a la filosofía, en especial la filosofía aristotélica, en criada de la teología para el mayor fortalecimiento del poder de la iglesia; los filósofos de la modernidad optaron por la razón desde visiones pro Estatales, útiles para la expansión y dominio del capitalismo, como Fichte, Kant Hegel y Heidegger.

Muy diferente fue la enseñanza de la filosofía en sus orígenes; en la antigua Grecia, los filósofos, en especial los materialistas, mantuvieron una guerra contra el misticismo, la religión y la clase sacerdotal (en tanto clase dominante), y su enseñanza era esencialmente formativa, no informativa; era el ejercicio de un arte de vivir que se colocaba en la dimensión del “yo” y el “ser” (estoicos) y afectaba la totalidad del cuerpo; tampoco se trataba de la práctica de una pedagogía que se realizara en la comunicación  de un determinado saber que el alumno tenía la obligación de asimilar y hacer suyo; la educación clásica no perseguía la adaptación del estudiante a lo que el maestro le dictaba, era una psicagogia que daba al estudiante el derecho y la posibilidad de hablar, opinar y pensar por sí mismo, por esa razón, previamente se le dotaba y entrenaba en el uso de las herramientas que le permitieran ver, pensar y explicarse el mundo y las cosas, es decir, se le daba el utensilio y se le adiestraba en su práctica.

Desde esta perspectiva, considero que la filosofía no puede abordarse de la misma manera como se aprende física, química o biología, ciencias experimentales cuyas teorías probadas reúnen evidencias fáciles de comprobar.

Entonces ¿Cuál es esa filosofía que debe enseñarse? En la escuela se aprende a leer, escribir,  hablar correctamente y debiera también enseñarse a pensar; para esto, el profesor ha de proceder exactamente como lo hizo la humanidad en su infancia: en la primaria, el profesor ha de procurar desarrollar en el niño la coherencia del pensamiento indicándole mediante ejercicios  cómo procede la lógica del lenguaje; mostrarle cómo se organizan las oraciones para que la palabra le sirva para comunicarse con el mundo y  con sus semejantes, primer paso para aprender a pensar y el inicio de un camino que lleva a la conquistas de un sí mismo y del espíritu humano; este gran paso, al hacer propia una lengua viva, le permitirá también ingresar a la vida cultural; este aprendizaje se complementa con la práctica, a través de ejercicios, de los rudimentos de la lógica, habilidades sintácticas y razonabilidad,  instrumentos con lo que mejorará sus habilidades cognitivas; lo que sigue se lo proporcionarán la  experiencia, las destrezas de pensamiento que proporcionan los juegos de lenguaje, la reflexión y la práctica cotidiana de razonar para la liberación del pensamiento. El proceso ha de continuar durante la secundaria.

Es difícil y hasta hierático decirlo, pero en estas  etapas el escolar ha de confrontar y en ocasiones desechar muchas de la cosas inculcadas por la familia o aprendido con los amigos y profesores, pues lo más probable es que ninguno de estos grupos lo haya educado para ser un espíritu libre, lo más probable es que lo haya condicionado para aceptar creencias, mitos, supersticiones, ideologías, sueños, esperanzas que obliteran, deforman, falsean y pervierten su capacidad de juicio anulando, de esta manera su razón crítica.

En la preparatoria, la iniciación a la filosofía, si somos fieles a su esencia, ha de contribuir a que los estudiantes opten por la adquisición de habilidades para construirse una forma de vivir mejor que, al mismo tiempo, eleve la calidad de su existencia; por lo tanto, el profesor de filosofía ha de estar preparado para saber proporcionar, como una expansión del cuerpo, los instrumentos que la filosofía ha creado históricamente para que los seres humanos realicen satisfactoriamente una vida que valga la pena disfrutar. Y hacerlo de tal manera que su aprendizaje los inquiete y mueva a llevar una vida filosófica y no se extravíe en la abstracción, al concepto o en “una reflexión sin cuerpo, a una meditación sin neuronas ni se dirija a la única parte del hombre que escapa a la materia, a la substancia, a lo extenso y que no ocupa un lugar en el espacio: el alma” (Michel Onfray. Tratado de ateología. Anagrama). El único dispositivo que con honestidad podemos  proporcionar a un joven para una vida buena vamos a encontrarlo en la filosofía (pero no en cualquier filosofía), lo demás, dependerá de sus experiencias de vida que le enseñarán que el cuerpo y sus vicisitudes, acompañadas de constantes reflexiones vitales, así como el contacto directo con el mundo real le proporcionarán toda la sabiduría que requiere una vida buena, una manera de ser y un estilo de vivir satisfactorio, ya que le permitirá estar en sintonía consigo mismo, con el mundo, con los otros, con sus contemporáneos, su época, su cultura, el contexto, el ambiente, el entorno y su circunstancia.

Debe de considerarse también en la enseñanza de la filosofía, que ésta ha de abordarse desde la perspectiva de los problemas de la época. En el currículo actual se prioriza la ciencia y la técnica, por encima de las materias con visiones humanitarias, lo peor, es que se enseña, como ya dijimos, como una materia meramente informativa que no invita a nadie a practicar formas de relaciones humanas basadas en la solidaridad, la cooperación y la comprensión por encima de los intereses personales o de clase. La tecnificación ha obligado a la escuela a configurar especialistas y profesionales que restringen o cancelan toda posibilidad de relacionarse afectivamente y armoniosamente con el mundo y con los otros.

Los sistemas escolares actuales, insisto, viven y se conservan disciplinando y domesticando a los esclavos del sistema; reducen su función a producir individuos formateados en razón de la docilidad con que aceptan ser adiestrados, con tal de recibir un diploma que certifique que poseen destrezas y técnicas para desempeñar un empleo de acuerdo a la demanda establecida por los usos sociales, impelidos, no en virtud de sus atributos, inteligencia y capacidades personales, sino estimulados por la necesidad, según los valores dominantes, de ganar dinero, acumular riqueza y poder.

En última instancia, el actual proyecto educativo y el tipo de socialización que predomina en la enseñanza media superior, en nada va a cambiar si se reincorporan o conservan en sus actuales  planes y programas la tradicional enseñanza de la filosofía, la ética o la estética y se continúa haciendo énfasis en la historia de la filosofía y se imparta en las aulas alguna ética ortodoxa de tipo moralizante o se transmitan valores “universales” (que de ninguna manera existen), que no sirven para nada, pero que predisponen a niños y jóvenes a despreciar la sabiduría filosófica porque sienten que no le sirve a nadie en su búsqueda de un lugar donde acomodarse en el sistema, pues éste está abierto a los más competentes y eficientes, no a quien posea mayor sabiduría de vida.

Melvin Cantarell Gamboa
Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

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