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Mateo Crossa Niell

28/08/2022 - 12:02 am

Mineros del carbón ayer y hoy

“La minería carbonífera ha sido fundamental como fuente de energía fósil para el desarrollo del capitalismo desde la Segunda Revolución Industria a finales del siglo XIX. En México esta actividad tomó relevancia durante el porfiriato…”.

Tres mineros encabezaron la vanguardia de la “Caravana del Hambre”; eran los abanderados que desplegaban igual número de pendones: el lábaro patrio, uno tricolor con la efigie de la Virgen de Guadalupe al centro, y el estandarte de la sección 14 del sindicato minero. Foto: Gobierno de México

Han pasado 72 años desde aquel 1951, cuando miles de familias mineras decidieron paralizar la producción de carbón de la empresa estadounidense ASARCO mediante una huelga y una caravana de 1500 kilómetros que inició en Nueva Rosita (noreste del estado de Coahuila) y culminó en Ciudad de México. Esta movilización obrera exigía el diálogo con el gobierno de Miguel Alemán para que se hiciera justicia y se llegara a una solución frente a penurias laborales que pasaban los mineros en la extracción del carbón. La gran marcha minera, que los medios bautizaron como la “Caravana del Hambre” llegó a la metrópoli para encontrarse con un desdén y absoluto despreció por parte del estado mexicano.  El presidente nunca recibió a los mineros, sólo los los confinó en el Deportivo 18 de marzo para después regresarlos a Coahuila en tren.

Este acontecimiento indignante de la historia de México, que evidenció la insolencia del poder del dinero contra la vida de los mineros del carbón, es hoy una herida abierta que sigue desangrando. La Caravana del Hambre de 1951, resuena en la actualidad, hoy mismo, a través de la desesperada voz de los familiares de los 10 mineros del carbón que llevan 25 días atrapados a más de 50 metros bajos tierra por el derrumbe e inundación de la mina El Pinabete de Sabinas, municipio que se encuentra a menos de 10 kilómetros de Nueva Rocita, donde hace siete décadas partió la gran marcha minera. Dos acontecimientos tan distantes en el tiempo y a la vez tan cercano en el espacio, nos recuerdan que tanto ayer como hoy la avaricia empresarial se construye sobre el profundo desprecio a la vida de la población minera. Siete décadas transcurridas, y tanto ayer como hoy la demanda por el respecto y la justicia de los mineros del carbón no ha perdido ni un ápice de vigencia.

La minería carbonífera ha sido fundamental como fuente de energía fósil para el desarrollo del capitalismo desde la Segunda Revolución Industria a finales del siglo XIX. En México esta actividad tomó relevancia durante el porfiriato como combustible dedicado enteramente al funcionamiento del ferrocarril y a la industria siderúrgica que en aquellos años florecía como columna vertebral de la industrialización estadounidense.  La minería del carbón en el país nació como un enclave exportador volcado enteramente a las necesidades de las grandes empresas de origen estadounidenses que incursionaban y controlaban el territorio mexicano sin ningún tipo de restricción fiscal o arancelaria.

La Cuenca carbonífera de Sabinas —precisamente donde hoy se encuentran los mineros atrapados por el derrumbe de la mina El Pinabete— fue la región donde inició la explotación carbonífera bajo el mando de grandes empresas extranjeras completamente solapadas por el régimen porfiriano. Entre las empresas más destacadas por su tamaño y dimensión se encontraban las estadounidenses American Smelting And Refining Company (ASARCO) y Mexican Cole & Coke Company. También participaron capitales ingleses como New Sabinas Co., así como la empresa mexicana Compañía Carbonífera de Sabinas, propiedad de la familia Madero.

La empresa ASARCO del emporio minero de la familia Guggenheim, estaba integrada verticalmente en la Cuenca de Sabinas: era dueña de la actividad extractiva, de plantas de fundición, de vías del ferrocarril, infraestructura de electricidad, escuelas, hospitales, etc. La dinámica social, política y económica de la ciudad estaba plenamente subsumida al interés de la producción carbonífera controlada por este gran monopolio minero. La población trabajadora, mayoritariamente migrante, laboraba jornadas de trabajo prolongadas, altamente intensas y agotadoras, mientras que los salarios se entregaban en forma de vales para canjear en las tiendas de raya, misma que también estaba controlada por la empresa. La vida cotidiana en la región del enclave carbonífero de Sabinas se encontraba enteramente subordinada al dominio de esta grande empresa, mientras que las condiciones laborales ponían a los trabajadores contra la pared, carcomiendo su salud física y mental.

El trayecto de los mineros los llevó a atravesar diversas poblaciones en las que, por lo general, se les recibía con amabilidad. Foto: Gobierno de México

La dinámica de enclave minero en la Cuenca de Sabinas se profundizó aún más después de la revolución mexicana. Las pequeñas, medianas e incluso grandes empresas mineras del carbón quebraron y muchas fueron adquiridas por ASARCO. Después de la Gran Depresión de 1929, esta empresa monopolizó aún más esta actividad, al controlar prácticamente todos los campos carboníferos de la región dedicados a abastecer con carbón a sus plantas siderúrgicas localizadas en EUA y en diferentes ciudades del norte de México, (particularmente en Monterrey, Matehuala y Chihuahua). La explotación del carbón se vio dinamizada aún más por la Segunda Guerra Mundial, cuando la industria estadounidense se vuelca en su totalidad a la economía de guerra, acelerando la producción de metales industriales y acero. En este contexto de auge de la industria del carbón controlada enteramente por ASARCO, ocurrió el estallido de la huelga de los mineros de Nueva Rosita.

Los mineros de ASARCO en Nueva Rosita emplazaron a huelga para octubre de 1951 debido a recortes de prestaciones y pauperizando de las condiciones de contratación.  La huelga fue declarada ilegal por el gobierno federal de Miguel Alemán y el diálogo con el gobierno federal exigido por los mineros luego de la Caravana del Hambre a principios de 1951 fue negado, mientras que Nueva Rosita fue sitiada por el ejército: las familias mineras organizadas fueron violentamente reprimida.

Una década después del estallido minero en Nueva Rosita, el Estado comenzó a impulsar un proceso de industrialización que implicó la creación de empresas estatales siderúrgicas y el control estatal de la producción de carbón. Tal fue el caso de Altos Hornos de México S. A. (AHMSA) que se integró verticalmente para producir acero en Monclova, al mismo tiempo que explotar carbón en la región carbonífera de Sabinas. La producción de carbón en la cuenca carbonífera del noreste de Coahuila creció aún más en la década de los años 70, cuando el estado constituyó el grupo SIDERMEX en el que participaban empresas estatales dedicadas a la producción de carbón y hierro, junto con las siderúrgicas AHMSA, Fundidora Monterrey S.A. y SICARTSA.

En este contexto, se implementó la Ley de Mexicanización de la Minería y la producción de carbón quedó reservada al Estado o a capitales nacionales como Industria Minera México S.A. de C.V. que compró el grueso de las acciones de ASARCO. El resultado fue un nuevo periodo de dinamización de la explotación del carbón, ahora bajo la conducción del estado, cuyo fin último era el de abastecer a la industria siderúrgica de propiedad estatal. La demanda por el carbón era de tal magnitud que el estado impulsó —mediante la Comisión de Fomento Minero— la apertura de pequeñas minas de carbón llamadas ‘pozos’ que proliferaron en la región carbonífera de Coahuila en los años 70. Mediante el uso intenso de mano de obra, condiciones laborales paupérrimas y un uso de herramientas rudimentarias, estas minas se convirtieron en una de las más importantes fuentes de abastecimiento de este combustible para AHMSA, al mismo tiempo que grandes empresas mineras avanzaban en la automatización de los procesos de producción para establecer gran minería altamente tecnificada de extracción carbonífera subterránea.

A partir de la década de los 80 y 90, la producción de carbón en México perdió peso. La ofensiva neoliberal marcada por el derrumbe de salarios y la privatización extendida de las empresas estatales impulsadas con mayor fervor durante el gobierno de Carlos Salinas, implicó el resquebrajamiento del aparato productivo y, por tanto, la crisis de la Cuenca de Sabinas. La privatización de AHMSA en 1991 produjo una reducción pronunciada en la demanda del carbón y, por tanto, el declive en la explotación de este mineral. La firma del TLCAN permitió la importación de carbón más barato y de mejor calidad para abastecer a las plantas siderúrgicas, lo cual habría de producir un calambre social en la región carbonífera del noreste de Coahuila, marcada por los embates del desempleo, la precarización y la migración. Se estima que para mediados de la década de los 90, se habían despedido a aproximadamente 10 mil mineros del carbón tan solo en la Cuenca de Sabinas.

El remate de empresas estatales implicó que el consorcio privado Grupo Acerero del Norte dirigido por Alonso Ancira Elizondo (que hoy se encuentra libre a pesar del enriquecimiento del que se hizo en la compra y venta de propiedades estatales), no solo adquiriera AHMSA, sino también quedara con el control de tres cuartas partes de la producción de carbón a nivel nacional al adquirir la producción carbonífera de MICARE y MIMOSA en Coahuila. Por su parte, el oligarca Germán Larrea (cuyo padre adquirió ASARCO en los años 60), que preside Grupo México, no sólo se convirtió en el rey del cobre por la adquisición de la empresa estatal Minera Cananea, sino que se colocó como el segundo mayor productor de carbón a nivel nacional al adueñarse de la producción de la gran minería carbonífera en San Juan Sabinas y en Pasta de Conchos (esta última marcada por la tragedia de los 65 mineros del carbón en 2006 la cual debería costarle la cárcel a Germán Larrea quien a la fecha goza de plena impunidad).

Junto con la gran minería de carbón altamente tecnificada y controlada por dos grandes capitales de origen “mexicano” para proveer a la industria siderúrgica, prevalece también una enorme cantidad de pequeñas minas articuladas en torno a la demanda de las carboeléctricas de la Comisión Federal de Electricidad ubicadas en el municipio de Nava, al noreste de Coahuila.  Esta pequeña minería de ‘pozos’ que había iniciado algunas décadas antes, volvió a fortalecerse a partir de 2003 cuando los pequeños y medianos productores de carbón concretaron la firma de contratos con la CFE, a través de la Promotora de Desarrollo Minero. Ha sido bien documentado y demostrado que estos contratos se encuentran copados y controlados por funcionarios del gobierno de Coahuila que, utilizando prestanombres como mecanismos de evasión, se han convertido en pequeños empresarios mineros por la ganancia extraordinaria que les garantiza la venta de carbón a CFE. Es decir, desde 2003 la minería de carbón se convirtió en un botín de ganancias privadas para grandes empresarios mineros (Ancira y Larrea) y políticos del estado que se han enriquecido a través del amiguismo y compadrazgo que les garantiza beneficiarse de los contratos con la CFE. Esta es precisamente la historia que está detrás de la tragedia de los 10 mineros de El Pinabete, una pozo de carbón que operaba con prestanombres desde 2003 para abastecer a una de las carboeléctricas de la CFE en el municipio de Nava ubicado a 80 kilómetros de Sabinas.

El eslabón más débil de esta cadena de complicidades que se ha construido en torno a la minería del carbón —donde están involucrados grandes y medianos empresarios, así como políticos-empresarios del estado de Coahuila y la CFE— es la población trabajadora. Hoy aparecen en los medios los empresarios y políticos culpándose unos a otros por lo que sucedió en Sabinas, mientras la voz de las familias de los mineros es silenciada, tanto en la gran minería —como Pasta de Conchos donde se produjo la tragedia de 2006— como en los pequeños pozos de carbón como la mina El Pinabete, en los que hoy se encuentran atrapados los 10 mineros bajo tierra. Los riesgos y amenazas a la vida que hoy se expresan descarnadamente y trágicamente en estas dos minas, exhibe de manera transparente el profundo desprecio con el cual opera la avaricia empresarial contra los trabajadores, misma que se exhibió hace siete décadas cuando los mineros de Nueva Rocita eran silenciados y reprimidos por exigir justicia y dignificación de sus vidas.

Mientras la clase política y la elocuencia empresarial sale todas las mañanas en los medios de comunicación anunciado las labores de rescate, el dolor de las familias mineras es rotundamente e insistentemente silenciada y apagada, tanto en Pinabete como en Pasta de Conchos. Los discursos locuaces de la politiquería parecerían funcionar como medios de encubrimientos mezquinos frente con la indignación y la dolencia que sacude a los seres queridos de los mineros atrapados bajo tierra.

¡Justicia a los mineros y sus familiares en Pasta de Conchos y El Pinebete!

 

Con información de:

Sánchez Salazar, M. Teresa. (1995). La minería del carbón y su impacto geográfico-económico en el centro-oriente y noreste de Coahuila, México. Investigaciones geográficas, (31), 93-112.

Ibarra Lerín, Analí. I. (2017). La vida en los pozos de carbón en Coahuila, México siglo XXI. Revista Latinoamericana de Antropología del Trabajo1(2).

Mateo Crossa Niell
Profesor investigador del Instituto Mora. Doctor en Estudios Latinoamericanos y en Estudios del Desarrollo. Sus líneas de investigación giran en torno a la economía política, desarrollo y dependencia en América Latina, poniendo especial énfasis en la reestructuración productiva internacional y el mundo del trabajo.

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