Jorge Alberto Gudiño Hernández
28/07/2024 - 12:01 am
Volver a casa
En fin, regreso a casa y debo ajustarme. Confundir la ficción con la realidad no es sano.
Como toda mi vida ha estado ligada al calendario escolar, estoy acostumbrado a que el verano sea ese largo periodo entre el fin de un curso y el inicio del siguiente. Es decir, de vacaciones largas, en las que pocas cosas suceden. No soy el único, hay países donde se descansan varias semanas durante estas fechas y no existe la posibilidad de que a uno le contesten un correo, por ejemplo. Sé que es una percepción muy parcial pues, en realidad, casi todos seguimos trabajando. Sin embargo, no puedo evitar esa sensación de pausa, calma, vacaciones. Si hasta la cantidad de coches en las calles apuntalan mi idea.
Como avisé en mi columna anterior, salí de viaje hace algunas semanas. Al margen de las experiencias vacacionales, lo cierto es que, más tarde o más temprano, uno vuelve a casa. Hacerlo implica suspender una pausa extra dentro de la pausa.
Las noticias se acumulan a lo largo de estas semanas. Desde las esperadas, como la nominación de los integrantes al gabinete de la futura presidenta o el asunto con los plurinominales; hasta las coyunturales, como los resultados de los partidos de la Eurocopa y la Copa América. Al margen de estos vaivenes informativos, daba un poco la impresión de que uno no se perdía de demasiado si se desconectaba algunos días.
Pero uno vuelve a casa. Y aparecen noticias inusuales, de las poco esperadas: el presunto atentado contra Trump, la declinación de Biden, el relevo de Kamala, la aprehensión (pactada o no, en este momento sigue sin estar claro), del Mayo Zambada y otro de los hijos del Chapo. Son, salvo para aquéllos que aseguran predecir el futuro, acontecimientos sorprendentes, de los que me hacen desear, como algunas otras ocasiones, que el periodismo tome de la literatura su poder de ahondar en los porqués.
Del qué, dónde, cuándo y cómo nos enteraremos pronto. Me interesa, curioso profesional que soy, saber por qué Biden declinó hasta ahora y no lo hizo algunos meses antes. Habrá analistas políticos que expliquen, desde una falsa omnisciencia, sus razones, pero algo se quedará en el fuero interno del presidente y sus cercanos a lo que no tendremos acceso.
Más curiosidad me provoca la posible captura pactada del “Mayo” Zambada, si es que fue un arreglo y se entregó. No me queda claro por qué razones lo haría alguien que ha manejado un bajo perfil durante cuatro décadas y que poco podrían ofrecerle a cambio de pasar el resto de su vida (enfermedad mediante) en una de esas cárceles de máxima seguridad.
Aclaro, antes de que me responda alguien más, lo pienso desde la perspectiva de un personaje, de alguien que podría tomar sus cosas e irse al país que quisiera, a un paraíso tropical o a un enorme piso de un edificio con todas las comodidades. ¿Qué clase de poder lo obliga a intercambiar cualquiera de esas posibilidades por una celda diminuta y nada de contacto humano? No tengo idea, la verdad. Ni se me ocurre cómo podría construirse esa entrega en una novela para que resultare verosímil.
En fin, regreso a casa y debo ajustarme. Confundir la ficción con la realidad no es sano. Que ahora acceda a ellas en retrospectiva a partir de relatos no modifica su episteme. Así que a seguir el curso de los hechos para terminar de estar en casa. Eso sí, los juegos olímpicos no ayudarán a refutar mi idea de la pausa veraniega.
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